OPINION

La lección de Ainhoa Arteta, Nacho Duato y Andrés Salado en 'Prodigios'

Nacho Duato, Ainhoa Arteta y Andrés Salado en Prodigios
Nacho Duato, Ainhoa Arteta y Andrés Salado en Prodigios

Estamos entrando en la era de la televisión acontecimiento, en la que muchos programas contarán con sólo un puñado de capítulos por temporada. Lejos quedan aquellos tiempos en los que los grandes formatos, como el 'Un, dos, tres' o' El Gran Juego de la Oca', se emitían durante todo el curso académico. Se exprimía al máximo la inversión, una gran inversión.

Ahora las cadenas arriesgan menos económicamente. Pero para sobrevivir tienen que rellenar igualmente toda su programación de citas imperdibles. El juego está en el ingenio a la hora de organizar esa parrilla para consolidar un público fiel, que debe interiorizar que, por ejemplo, los jueves es día de ficción ('Cuéntame'), los viernes es prime time de otro género y los sábados es noche de entretenimiento artístico, quizá.

Ya no bastan sólo dos grandes apuestas durante toda la temporada y ahí surge una gran oportunidad de experimentar para compañías como TVE. Aunque, de momento, se atrevan más bien poco. En este sentido, 'Prodigios' ha sido una inversión inteligente. Sólo cinco entregas de un formato que venía avalado de Francia y que ha logrado buena aceptación. Incluso ha impulsado la marca de RTVE como corporación pública.

Porque 'Prodigios' es un talent show con valores, que demuestra que la música clásica no hay que relegarla a programas excluyentes a las ocho de la mañana en La 2. Los formatos de entretenimiento inclusivos son el mejor contexto para divulgar cualquier ámbito cultural o social. Sin embargo, se suele caer en la tentación de esconder el diverso y amplio mundo de la música clásica, el ballet y la lírica a espacios pretendidamente para el postureo aburrido y gris. Error. El universo de la música clásica es una de las grandes materias primas de la creatividad.

El talento al que se puede aspirar con esfuerzo y preparación  siempre otorga una emoción extra al espectáculo televisivo

Es evidente, la televisión pública debe descubrir y despertar inquietudes a través de los engranajes del entretenimiento televisivo. Y 'Prodigios' ha cumplido este requisito con creces. 

Un programa que inspira, pues plasma el valor del talento del esfuerzo, la preparación y la ilusión dentro de un show dinámico, desengrasado entre actuación y actuación por la complicidad de un presentador travieso, Boris Izaguirre, y un jurado que ha ido a la tele sin sibaritismos. Comparten su experiencia vital, a la vez que explican con sencillez lo que pasa en la escena.

Ainhoa Arteta, Nacho Duato y Andrés Salado han atesorado una de las grandes lecciones de este programa. Porque ninguno de los tres se ha quedado en la vacía frase ñoña de 'jurado' que quiere lucirse sin quedar mal con nadie y han argumentado detrás de cada actuación. Denudándose emocionalmente si hacía falta. Así han transmitido en pantalla la transparente emoción de estar implicado con los concursantes de verdad. E incluso comprometidos con su sociedad, abriéndose a contar realidades que son fundamentales para romper estigmas enquistados y permitir que las nuevas generaciones tengan referentes estimulantes. Muy emocionante, cuando en la final de esta noche, Duato ha relatado el rechazo social y familiar que sufrió a los 13 años sólo por ser un chico queriendo bailar. "Qué suerte que hayas nacido en una España libre, una España democrática, y no la que me tocó vivir a mí", ha reflexionado el bailarín mientras se sentía reflejado en el joven concursante Saïd:

Arteta, Duato y Salado han puesto su conocimiento al servicio del show de TVE -producido por Shine Iberia-. Y siempre enseñando de forma constructiva a los pequeños talentos cómo pueden mejorar y al propio espectador a derribar prejuicios.  Falta nos hace. Lo han hecho con una capacidad divulgativa accesible para todos. De esta manera, el interés del programa se ha multiplicado para cualquier tipo de audiencias, ya que el espectador también ha estado aprendiendo mientras lo veía y se entretenía. Y eso, aunque muchos directivos de la televisión no lo sepan, hace más competitivo un formato, pues el contenido es más sustancial, es más interesante, es más prodigioso: porque no está hueco, tiene algo más, descubre, emociona, es de verdad, cuenta con 'chicha' de la buena. 

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