OPINION

La lección del porvenir de la nueva TV que deja la entrevista de Évole al Papa

Papa Francisco y Jordi Évole
Papa Francisco y Jordi Évole

Una hora y once minutos. Una hora y cuarenta con publicidad. Es la duración de la entrevista de Jordi Évole a Papa Francisco este domingo. Una hora y cuarenta minutos que se ha colocado como el programa más visto de los tres últimos años de 'Salvados', con un 21 por ciento de cuota de pantalla y 4.107.000 espectadores.

Mientras que la estrategia de la televisión actual está atascada en retrasar el horario de emisión de los programas para que parezca más alto el porcentaje de espectadores que conectan con ese canal, el encuentro en el Vaticano de 'Salvados' recuerda que la relevancia del interés televisivo real está en el número de espectadores. No tanto en la cuota de pantalla.

Si hay interés por una propuesta, no hace falta retrasar el comienzo de la cita de programación. Ni siquiera tampoco es necesario estirar el programa hasta las tantas, castigando al público fiel a la experiencia del consumo en directo. 

El buen producto televisivo funciona mejor si se comprime su desarrollo en el tiempo exacto que demanda su contenido. Así congrega a un mayor número de espectadores. Es lo que ha sucedido con 'Salvados'.

Trucos para favorecer la audiencia

El programa de Jordi Évole en la noche del Papa Francisco arrancó su previo de emisión a las 21.23h. El espectador no lo nota, pero el formato esta fragmentado con dos partes. Una principal y un 'avance que no es avance' de emisión, que es invisible a ojos del televidente. Aunque muy visible al análisis de los audímetros -este fragmento logró 2.287.000 seguidores en su duración de 21.23 horas a 21.39 de la noche-.

Esta división silenciosa de los programas es un truco de La Sexta, habitual en todas las cadenas de televisión, para que no compute en el resultado final de media de audiencia ese momento inicial del programa en el que se van sumando los espectadores a la emisión y donde aún es baja la cuota de pantalla.

La división entre el 'previo' y el programa propiamente dicho sólo la marca un discreto 'copyright' que aparece en la esquina del televisor. Así la (baja) media de audiencia del arranque, cuando el público está 'descubriendo' que el programa ya está emisión y se va sumando paulatinamente a la frecuencia de La Sexta, no afecta en el resultado final de media que copará los titulares de los medios al día siguiente.

Son detalles para proteger el programa en el examen de las audiencias. No obstante, los 4.107.000 espectadores de 'Salvados' resaltan, además del interés por el choque entre el Papa y Évole, que el público real acude a la televisión tradicional cuando el programa está bien ubicado en la parrilla, sin maltratar la espera del televidente. Al contrario, 'Salvados' se adelanta antes de su horario previsto (de las 21.30h. a las 21.23h.) para ir sembrando público con ese previo que no parece previo.

Porque el Papa no hubiera congregado tanta audiencia si la entrevista no se hubiera desarrollado en 'Salvados'. La Sexta sabe comunicar bien su producto con el olfato para sembrar expectación previa. No sólo con la promoción tradicional que cada vez tiene menos efecto, sobre todo incidiendo en abrir las compuertas del flujo de información de las redes sociales con una empática personificación en los autores de los programas. Así Évole va narrando lo que ha sentido desde el justo instante que desvela a sus seguidores su encuentro con el Papa Francisco. Desde ahí, va haciendo partícipe al público de lo que ha logrado: una  imposible entrevista con el Papa. La expectación está sembrada.

'Salvados' tenía una exclusiva para romper audiencias, una entrevista con el interés que despierta un Papa que no suele dar entrevistas en prime time, pero al mismo tiempo el programa se dota de un ritual para potenciar esa curiosidad extra que alcanza una audiencia transversal. De esta forma, el contenido televisivo aún es más atractivo e inclusivo. Tanto en la forma de anunciarlo, como en el desarrollo narrativo del programa.

Pilares de 'Salvados' que definen el futuro de la TV

Hacia ahí va el rumbo de la competitividad televisiva de los canales tradicionales: volverán a romper audiencias con contenidos más sostenibles en duración y en organización de programación, que atrapan por las cualidades de las historias que cobijan pero que, a la vez, el espectador sabe la hora de comienzo y la hora de final de su emisión. 'Salvados' es estandarte, entre otros, de estos requisitos:

1. El hábito. La Sexta ha ubicado el espacio desde su comienzo -hace una década- en un horario estable, que el público tiene interiorizado. El domingo noche es prime time de información con 'Salvados' y 'El Objetivo'.

2. Su prescriptor, Jordi Évole, crea un vínculo de participación con el público. Lo logra explicando, en primera persona, las sensaciones y emociones que le van despertando sus programas, a través de una incesante actividad en redes sociales o artículos. 

3. El espacio no descuida su obsesión de mimar el relato. 'Salvados'  propone una historia en cada emisión, para que la tesis televisiva sea más atractiva. 

4. El programa marca la agenda. Se atreve a salirse de las tendencias que planifican políticos y gabinetes de comunicación. De hecho, 'Salvados' crece cuando consigue temas propios de calado social u contenidos olvidados de interés público y no se queda atascado en el argumentario político, quizá su problema de la última temporada.

5. La duración de 'Salvados' es sostenible. Perfecta para el consumo en directo, pero también para el visionado en su segunda o tercera vida en el diferido. Un formato que, en la mayor parte de los capítulos, aguanta bien el paso de los años. Porque es un documento en perspectiva de esos años.

Estas claves, bien fusionadas, son importantes en la televisión de influencia que viene, pero además hay otro factor decisivo y nada baladí que demanda el espectador de calidad para asistir a la emisión tradicional de un canal: no sentir que la cadena de televisión está haciendo tiempo para retener su tiempo. Valga la redundancia. La entrevista de Jordi Évole al Papa no desperdició ni un segundo. Resultado: congregó a 4.107.000 espectadores en el tramo de mayor consumo televisivo y, por tanto, más fragmentación de audiencias.  

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