ANÁLISIS

La lección que deja el estreno de relleno de 'Mask Singer 2'

Mask Singer
Mask Singer
Atresmedia

El pasado lunes regresó 'Mask Singer'. Días antes, Arturo Valls anunció el esperado retorno en 'El Hormiguero'. Sin embargo, a la hora de la verdad en la fecha señalada sólo se emitió un documental publicitario que explicaba los disfraces que nos encontraremos en la presente edición. Como consecuencia, la audiencia no se quedó, se diluyó y Telecinco ganó la noche. No había espectáculo, simplemente era una avanzadilla. 

Mañana lunes retorna 'Mask Singer' de verdad. Será la primera gala de la segunda temporada. Habrá espectadores que vieron el adelanto promocional de hace siete días y ya conocen cómo son las máscaras, pero el programa recuperará las grandes audiencias que directamente quieren descubrir quién se esconde tras los surrealistas personajes que propone el show viéndoles actuar. Público que quiere asistir a cómo se moverá el disfraz de 'Plátano a cómo cantará 'Medusa'. 

Al final, el mal rendimiento del previo del exitoso 'Mask Singer' define en la televisión que nos encontramos: la televisión de acción. El espectador no quiere que le expliquen mecánicas del formato ni siquiera que le vendan cuáles son las bondades de los protagonistas del show y lo que ha costado crear cada una de sus vestimentas. No, la audiencia quiere ir descubriéndolo mientras lo vive, el público quiere directamente jugar. Nada de rodeos, nada de largas argumentaciones que subrayan cómo y qué va a acontecer.

Por eso no interesó el estreno con un documental de calentar motores de 'Mask Singer 2'. Porque no fue un estreno real. La televisión ya no soporta aquellos parlamentos con los que el presentador de turno argumentaba el funcionamiento de todo un programa antes de arrancar el programa. Ahora queremos aprender la mecánica directamente viendo el espectáculo.

Ahí estriba el triunfo de 'Mask Singer': nos pone a todos a intentar adivinar. Y para adivinar, en 2021, el tiempo no puede esperar. La audiencia premia vivir la acción, sin rodeos dialécticos. Pero, a la vez, sabiendo manejar los compases eufóricos de show vivo, compases que crean esa atmósfera del acontecimiento imperdible.

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