EN PERSPECTIVA

La madurez de grandes comunicadoras (que nos estamos perdiendo)

Las mujeres mayores de cincuenta años son prácticamente invisibles en televisión.

Miriam Díaz Aroca en su reencuentro esta semana con TVE
Miriam Díaz Aroca en su reencuentro esta semana con TVE
RTVE

"He olido el deslizar de las ruedas de mis patines cuando he entrado a los pasillos de Televisión Española", bromeó con emoción Miriam Díaz Aroca al encontrarse con Juanma López Iturriaga en la gala 'Inocente, Inocente'. Había acudido de invitada, pero su manera de entrar por la puerta del plató ya evidenciaba que ha sido una de las presentadoras con más carisma de nuestra televisión. Y lo sigue siendo. No salió como una más: sonrió, gesticuló y hasta se autovitoreó. Eso es instinto, eso es carisma.

Su voz, su risa. La espontaneidad de Miriam Díaz Aroca, de repente, llenó el plató. Querías verla más, pero se fue rápido. Y entonces nos invadió una gran nostalgia, porque representa a esa presentadora que brilla porque no se parece a ninguna otra presentadora. Simplemente es ella misma, con su habilidad para ser profesional comunicando pero, al mismo tiempo, para generar un vínculo de complicidad con el espectador. Miriam no presenta desde ningún púlpito, sólo te habla como si fuera esa amiga que te anima aunque estés plof.

Ver a Miriam Díaz Aroca en la gala 'Inocente Inocente' es alegrarse de comprobar que sigue manteniendo la chispa de aquel travieso programa infantil que presentó y que marcó a tantas generaciones, 'Cajón desastre'. Se grababa a sólo unos metros del estudio que pisó este lunes. Ella no ha perdido su energía especial, la televisión sí. Miriam Díaz Aroca irrumpió en el plató casi sin necesitar presentación y la espontaneidad del programa se elevó con su personalidad. Es más, cuando tuvo que cambiar de set, para dejar un regalo que iban colocando todos los invitados en una estantería, rápidamente y con gracia pidió música de fondo. Así evitó un silencio incómodo e impidió que decayera el ritmo del momento. Porque Díaz Aroca representa a esas presentadoras que cuando salen al directo entienden las necesidades del programa en cada instante. Toman las riendas con su intuición, aunque simplemente realicen un cameo.

Minutos antes, en el mismo programa, algo parecido ocurrió con la aparición en el decorado de Paula Vázquez, otra de las grandes presentadoras de nuestra televisión. La presencia de Vázquez mostró la rotundidad y la seguridad de siempre a la hora de colocarse delante de la cámara, mientras los presentadores masculinos de esta gala apenas se fijaban en las posiciones de cámara y muchas veces, especialmente Jacob Petrus, se ponían de costado y casi dando la espalda al espectador. Vázquez, en cambio, dio lecciones televisivas sin pretenderlo, incluso cuando se trata de dar paso a un vídeo con esa cercanía que hace fácil lo que difícil: recitar un guion del tirón sin fisuras y con naturalidad. Pero Vázquez también se fue.

Por suerte, por allí quedó Anne Igartiburu como copresentadora de 'Inocente, inocente'. Una Igartiburu que también demostró en este prime time que TVE le debería dar más cancha precisamente en el prime time. Porque está en su mejor momento, ya que reúne una experiencia que le permite jugar mejor que nunca en directo, algo más palpable aún en una gala de formato caduco y decadente que necesita renovarse urgentemente.

Díaz Aroca, Vázquez e Igartiburu. Tres mujeres con una inteligencia emocional y un instinto aplastantes delante de cámaras. Anne Igartiburu sigue al frente de 'Corazón' y este jueves conducirá como es tradición las Campanadas, pero, en cambio, Miriam y Paula ya parece que no tienen su hueco en televisión en abierto. Brillaron, fueron fundamentales, controlan con destreza un gran plató pero, ahora, paradójicamente, hay menos mujeres presentando formatos de entretenimiento en máxima audiencia. Se pueden contar con los dedos de las manos. Bueno, no hace falta ni siquiera los dedos de una mano entera. De hecho, si pasan los cincuenta años, ya son prácticamente invisibles. Aunque atesoren esa lucidez de haber vivido tanto y haber entendido que ser uno mismo delante de la cámara es complicado pero necesario. Y, al menos, hay que intentarlo. Miriam y Paula son grandes ejemplos de ello y es una verdadera pena que la gran televisión en abierto y su audiencia se esté perdiendo su radiante madurez como comunicadoras.

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