OPINION

La paradoja española de Eurovisión y el espectáculo de lo dantesco

Manel Navarro2_Eurovision2017
Manel Navarro2_Eurovision2017

Eurovisión es la emisión no deportiva más vista del año. Es más, en España es uno de los países en los que el eurofestival genera más conversación en las redes sociales. Sin embargo, en los últimos tiempos, las galas previas para elegir al representante español son un fracaso de audiencias. No traspasan ni la barrera del diez por ciento de cuota de pantalla.

Televisión Española no termina de aprovechar la oportunidad de exprimir la marca de Eurovisión para crear una cita preliminar que impulse el éxito, aceptación y credibilidad de la cadena. Al contrario, tras el fervor popular de Operación Triunfo, las preselecciones de Eurovisión han ido unidas a polémicas y al descrédito. Con estos ingredientes, cuesta aún más que este tipo de programas previos puedan reunir a artistas de primer nivel, que salen corriendo al escuchar una gala previa de Eurovisión.

El pasado sábado Objetivo Eurovisión ha evidenciado el problema que ha hundido este tipo de programas: la audiencia pudo sentir que todo el espacio era un trámite descontrolado, sin una dirección clara, no apto para una emisión en prime time de una cadena generalista nacional. Parecía una verbena anárquica.

Pero se emitió sin pasar los filtros de calidad que deben regir Televisión Española, propiciando un descrédito mayor sobre TVE y su capacidad de realizar grandes espectáculos. Una capacidad que la historia de la cadena pública demuestra sobradamente. Sin embargo, en Objetivo Eurovisión parecía no existir ni regidor, ni un animador del público que amansara la grada, ni una organización clara para definir un show más allá de las canciones de siempre y del recuerdo recurrente a Massiel y a Salomé. Todo sonaba a improvisación de los responsables del no-espectáculo.

Y esa improvisación ha desembocado en incidentes inadmisibles, incluso con agresión a un miembro del jurado en un ambiente tan caldeado y sin la organización apropiada, en donde los seguidores más acérrimos del festival gritaban tongo. ¿Quién paga los platos rotos de este caos organizativo? De momento, el propio ganador, Manel Navarro, que ha sido elegido en medio de la polémica de la decepción surgida ante la mala gestión de la gala y que ha protagonizado una rueda de prensa en la que le han dejado sólo ante las críticas unos responsables de la cadena pública que no han dado explicaciones.

TVE debe otorgar el valor que merece Eurovisión con un proyecto de largo recorrido que sea consciente del tiempo en el que vivimos, donde no sirven improvisaciones y en el que la cadena pública no puede sembrar dudas sobre la transparencia de la elección de su candidato en un prime time. Justo esa desorganización e improvisación del show ha propiciado más descrédito de una marca como la de TVE, que no puede dar luz verde a un prime time dantesco, de televisión local de los noventa, que sólo daña la percepción en el público de la cadena pública. Pero nadie asumirá responsabilidades.

Es hora de aprovechar Eurovisión como un riguroso proceso abierto que sirva de plataforma de talentos. Un proceso en el que el público se sienta realmente partícipe y no apartado. Así se acercará la televisión pública a la sociedad. Así se otorgará el valor que merece a la poderosa marca de Eurovisión, aún por exprimir en nuestro país.

> Aciertos y errores de Objetivo Eurovisión

@borjateran

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