OPINION

La pelea: la contraindicación del motor sube-audiencias de Telecinco

Pelea Sálvame
Pelea Sálvame

La pelea vende. La bronca sube el share. En Telecinco lo saben. Probablemente hasta lo tengan estudiado. Las curvas de audiencia de los programas miden también el volumen de cabreos en cada minuto. A más indignación, más share. O eso puede parecer en un rápido análisis numérico de los resultados de los audímetros. Es indiscutible tal resultado.

Pero, en realidad, la pelea sin una motivación clara detrás no funcionan en televisión. De ahí que fracasen esos concursantes de la tele-realidad que gritan mucho, porque piensan que así dan a la cadena lo que busca. Error. El desquicie no destaca si el espectador no empatiza con él. Y la televisión empieza a estar muy desquiciada. En demasía.

El enfado para elevar la cuota de pantalla es un atajo fácil, barato y encima empieza a ser previsible. Ya está tirado atisbar el giro de guion de las trifulcas de 'Sálvame'. Venden humo. Sólo humo... Dimes y diretes sobre temas que, a veces, ni siquiera existen. Pero, para rellenar tantas horas, hay que gritar. Crispar. Mucho. Aunque no exista ninguna polémica real. Y ya está. 

Nadie compite realmente contra esta fórmula. Así que 'Sálvame' sigue en excelente estado de salud. Y durará muchos años más. No tanto por su repetitivo contenido, que ya está debilitado. Más bien porque no cuenta con rivales reales con la creatividad y picardía suficiente en directo para evidenciar que el formato de las tardes de Telecinco ya está viejo.

Isabel Pantoja o Belén Esteban pulverizan el share en sus apariciones justo por lo contrario: sus enfados, decepciones o inseguridades son muy identificables en el ojo del espectador. El sustento de sus historias no es especulación vacía. Al revés: madres sufridoras que han caído en las trampas de la picaresca nacional, cada una en su ámbito y universo. Sus vidas tienen ese punto de espejo en el que mirarte. Pero espejo de esos que deforman hasta engrandecer la realidad mutándola en surrealistamente de ensueño. Ideal para el público que aplaude, llora y ríe con ellas.

Al final, en un tipo de televisión, las personas se convierten en personajes. Es lógico, pero el mal análisis de los datos de audiencia puede hacer pensar que cualquier grito vale. Mentira, los gritos suben el share si existe detrás una trama que respira entre la emoción y el humor. Por si mismos, los gritos sólo son beneficio instantáneo para hoy, pero terminan acabando siendo ruido saturador para olvidar mañana. La televisión crece en la imprevisibilidad de la tragicomedia clásica, la antítesis de la gresca por la gresca.

@borjateran

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