OPINION

La pérdida de inocencia en 'OT 2017' y lo que refleja de nosotros mismos

Alfed y Amaia abrazándose, Aitana deprimida
Alfed y Amaia abrazándose, Aitana deprimida
Alfed y Amaia abrazándose, Aitana deprimida
Todos hemos sido alguna vez Aitana.

"Cuando sienta miedo del silencio. Cuando cueste mantenerse en pie. Cuando se rebelen los recuerdos... y me pongan contra la pared. Resistiré, para seguir viviendo. Me volveré de hierro, para endurecer la piel".

Así, cantando el mítico Resistiré del Dúo Dinámico, tema que también protagonizó una de las secuencias más emblemáticas del cine de Almodóvar en Átame, los concursantes que quedan en la Academia de Operación Triunfo han comenzando la gala número diez del formato de Gestmusic para TVE.

De nuevo, aciertan con la elección de la canción. Porque es más que una canción y define el momento actual de la convivencia en la academia del programa, cuyo devenir observan, a diario, los fieles espectadores.

Tras sentir el fervor de sus fans en la multitudinaria firma de discos, tras la toma de contacto con el exterior de la vuelta a casa por Navidad y tras el agotamiento lógico de ya casi dos meses y medio en un programa de televisión, los alumnos empiezan a evidenciar una progresiva pérdida de inocencia, como si el programa les estuviera ayudando a hacerse mayores de repente, con lo bueno y lo malo que eso conlleva, con las alegrías y los sinsabores.

Aitana, por ejemplo, está descentrada ante la interpretación de su tema esta semana, porque está hundida tras la marcha de Cepeda. A simple vista, podría parecer un enamoramiento juvenil, pero su transparente estado define algo más importante que afecta como una bofetada de tristeza y soledad: la pérdida de un pilar personal, de un cómplice. Y ella, con la expulsión de Cepeda, ha perdido un pilar de seguridad en la Academia. Y lo sufre, y no lo puede disimular, porque esos sentimientos no se pueden disimular. "Yo creo que no es un problema de la canción, el problema es otro", le dice Noemí al sentir, como una madre, lo que está pasando a la joven concursante.

Los alumnos de OT se encuentran emocionalmente exhaustos, la Academia se siente cada vez más vacía, mustia y silenciosa y todos se percatan ya de que la experiencia se acaba. El concurso se acerca a la recta final y, luego, saben que la burbuja se romperá. Especialmente triste ha sido también esta semana la nominación de Agoney y Nerea, dos concursantes que saben que su número de fans no es tan abundante como el de sus compañeros. Les ha bastado echar un ojo a sus redes sociales durante su escapada navideña (ambos son los que menos seguidores tienen en Instagram) o simplemente comprobar que el griterío en plató es menor cuando cantan ellos que cuando lo hacen Alfred, Amaia, Aitana, Roi o Ana Guerra.

En la clase de interpretación de los Javis, a la hora de preparar la historia que narra ese Resistiré con el que abren la gala, la sensibilidad se apoderó del ensayo y cambiaron la letra del emblemático tema: "Cuando me expulsen de la academia y ya ni confíe ni en mí", cantó Nerea. Y siguió Alfred: "Cuando un día yo esté en la mierda y vosotros ya no estéis aquí". Y todos acabaron llorando poniendo voz a este himno de las rupturas emocionales que se presentan en la vida.

Porque OT ha logrado lo más difícil en un tiempo de poca profundidad en televisión: presentarnos a unos jóvenes talentos con mucho por aprender y, también, por mucho por enseñar. Comprometidos con su tiempo, esforzados por su presente y con una evolución ante las cámaras que define los propios estados de ánimo de la vida: de la ingenuidad alegre, festiva e inconsciente del principio a la montaña rusa de sentir el éxito, el fracaso, la soledad y ahora la alargada sombra del temor ante un futuro complicado, no con las mismas oportunidades y apoyos para todos.

Están evidenciando ese punto de vértigo de que la historia toca a su fin. Casi sienten ya nostalgia de su paso por la academia, incluso sin que este haya terminado. Y este giro también es poderoso y diferencia a esta generación de otras generaciones de OT. Porque esta generación de Operación Triunfo también sabe que las historias siempre se acaban y que en muchas ocasiones no conducen a lo que la sociedad considera éxito.

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