OPINION

La vida de 'Salvados' con Gonzo, la vida de 'Salvados' sin Évole

Gonzo en el primer 'Salvados'
Gonzo en el primer 'Salvados'

'Salvados' ha pasado por tres vidas desde su estreno en 2008 con el nombre de 'Salvados por la campaña'. La primera, la comedia. La segunda, la inmersión en el periodismo. Y, ¿la tercera? El cambio de autor al frente visible del programa.

La madurada experiencia de Jordi Évole, que ha crecido junto al espectador en una década de emisión, ha dado paso al sello de Gonzo. Un viejo conocido de La Sexta al que le toca hacer suyo un formato tan reputado como mitificado, lo que suele ser un estatus de doble filo.

Para lograr este cometido, el primer gran acierto de 'Salvados' ha sido de libro: ni rastro de Jordi Évole en el arranque de la nueva temporada. Nada de pasar testigo en el prime time, nada de dar protagonismo a los que no deben ser protagonistas.

El folio del nuevo 'Salvados' empieza a escribirse hoy, sin posibilidad de empujar a la percepción del público a comparaciones odiosas. Es una táctica habitual en televisión: el recuerdo del espectador es más volátil de lo que parece, así que si quieres que lo anterior no pueda ensombrecer lo próximo es mejor pasar rápido página y no enfocar al pasado. Al menos, mientras se asienta la nueva fórmula. 

De momento, en el estreno de Gonzo, 'Salvados' ya apunta a que mutará de tono, pues su nuevo prescriptor es bastante más diferente a Évole de lo que parece a simple vista. No son el mismo perfil, cuentan con ironías con transversalidades sociales muy distintas. Pero sí que comparten esa osadía que es el motor decisivo de un programa cuidado en forma y fondo. Un programa que se atreve con la luz oscura como descriptivo retrato de la sociedad que narra. Como ha sido su retorno, un sensible viaje por el crudo relato del acoso laboral. 

Una primera vez para Gonzo en la que él ha sido casi invisIble. De hecho, debía ser así para poner el foco en lo relevante, las historias de las víctimas. La fuerza del testimonio en primer plano y sin aditivos. Tan poco habitual en una televisión actual llena de rótulos y ruidos para enganchar a un espectador que, en realidad, se aturulla. Tanto que los programas que abusan de estas técnicas cortoplacistas no logran generar vínculos consistentes de fidelidad con su público potencial.

'Salvados' nunca ha necesitado estos atajos de usar y tirar. Ha afianzado su marca abrazando lo que narra con una mirada audiovisual aplastante. Y así, 'Salvados', ha regresado y así ha comenzado un giro en su existencia. Poquito a poco. El programa ya cuenta con tanta entidad que puede no depender de su presentador. 

Pero el presentador sí es importante como factor para fidelizar la credibilidad y complicidad de la audiencia.  Para que la audiencia crezca o se desvaneza. Ahí empieza ahora el recorrido de Gonzo. Ahí es donde un programa arriesgado hasta ahora como 'Salvados' debe atreverse más que nunca. En televisión, ya se sabe, cuando hay una marcha de un primer espada, o se rompe con lo previsible para renovarse sin paliativos o el programa se acaba cancelado a destiempo.

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