OPINION

La regañina en la Academia que retrata el problema de 'OT 2018'

Enfado OT
Enfado OT

Llamada de atención a los concursantes de Operación Triunfo. Mamen Márquez, coach vocal del formato de Gestmusic y TVE, ha interrumpido la grabación semanal del disco con las canciones de la próxima gala y ha aparecido en la Academia para explicar a los concursantes que no pueden seguir así. Les reprocha que llegan al estudio sin saberse ni la letra, especialmente en el caso de la canción grupal que deben cantar todos. Les recrimina que, en muchos casos, ni siquiera conocen la melodía pero también, y esto es lo más grave, la desgana con la que afrontan la grabación de un disco destinado a que lo escuchen cientos de miles de personas.

Mamen se dirige a los chicos con un argumentación sólida y calmada, pero también afectada. Su cara es más de resignación que de enfado, porque se nota que le cuesta echarles la bronca pero que, al mismo tiempo, el comportamiento de los participantes le parece una constante falta de respeto, además de que no están valorando lo privilegiados que son. Y así se lo dice, pero, al final, intenta relajar el duro discurso acabando su “riña” con un aplauso de ánimo. Entonces, se produce un sutil gesto que define el problema de fondo que sufre el concurso en esta edición. No sólo no piden disculpas a Mamen, sino que tras marcharse esta, los concursantes se van a comer como si no hubiera pasado nada, entre risas, preguntándose si hay fideuá en el menú del día. Transmiten, una vez más, que no captan la importancia del asunto y que se olvidan al segundo de lo que les ha dicho su profesora, una de las maestras más reputadas que tienen. Lo que les ha dicho les ha entrado por un oído y les ha salido por otro. Corren a comer como si nada. No hay ni una breve pausa para meditar entre ellos.

En esta manera de actuar, en este tipo de gestos de los concursantes de OT 2018, se esconde la crisis sigilosa que vive el interés del concurso. El canal de Youtube del programa mantiene con vigor cientos de miles de visionados diarios gracias en gran parte a la inercia de la pasada temporada, donde se logró un excelente trabajo de fidelización de un perfil de espectadores. Sin embargo, el devenir del actual reality show todavía no genera momentazos ni demasiadas conversaciones en la calle, ni nutre de excesivos memes y gags a las redes sociales. Si no sigues el formato, en esta temporada es más difícil toparse con un vídeo de OT en Twitter.

Es inevitable: los concursantes y el espectador no son iguales que hace un año. Todos, concursantes y espectador, estamos más resabiados. Incluso el claustro de profesores también lo está. Y eso resta verdad. Pero esa verdad se podría conseguir con el conflicto que surge del esfuerzo diario de la academia. Lo que ocurre es que, salvo ramalazos puntuales, tampoco el esfuerzo de los concursantes consigue cobrar protagonismo. ¿Será porque no hay tal esfuerzo?

Claro que lo hay, pero la palabra clave la pronunció Mamen Márquez: desgana. En general, que no en particular, los concursantes de OT 2018 se están contagiando entre ellos de una pasividad que transmiten en pantalla. Más que apasionados, parecen apáticos. Algunos están tan seguros de sí mismos que incluso favorecen cierta percepción de que creen que han alcanzado ya el éxito. Y, lo que es fatal para el programa, esa seguridad hace que no evidencien apenas evolución semana tras semana. Ni a nivel artístico, ni a nivel personal. Y los vínculos en televisión se construyen a través de la emoción.

Da la sensación de que, por momentos, estos chicos no están disfrutando del proceso, que los tres meses de concurso son un mero trámite y que lo que quieren es verse ya fuera, con cientos de miles de seguidores en las redes, sus singles y conciertos en el Bernabéu (lo dijo el otro día Noelia cuando cantaban el himno de este año: "¿os imagináis cuando cantemos esto en el Bernabéu?"). La pregunta es si habrá singles y Bernabeu para estos concursantes... Y vale que las comparaciones son odiosas, pero lo que nos enganchó de OT 2017 fue precisamente el intenso disfrute de ese viaje de tres meses que llevaron a cabo los pasados concursantes. Amaia, Aitana, Ana y compañía no querían irse de esa Academia porque no había nada más enriquecedor que estar allí. Y ese disfrute nos lo transmitían tan vívidamente, que vivíamos el viaje a través de sus entusiastas ojos.

Se puede ser un gran cantante y nunca emocionar. Porque los artistas no surgen tanto de la solvencia vocal como de la carismática pasión con la que se diferencian de los demás. Esa que entremezcla talento, imperfección e ilusión. Es justo lo que falta en las galas, donde semana a semana se ven ciertos avances escénicos del equipo del programa pero no tanto de la evolución personal de las chicas y chicos. Cantan y ya. A veces, con una tranquilidad pasmosa a pesar de su inexperiencia, que debería contagiar, como mínimo, más nervio, mayor sensación de que se están jugando una trayectoria futura. Los fieles del programa lo disfrutan más o menos, debaten y viven el formato porque lo sienten suyo, pero la audiencia y el público no crece más allá de los casi dos millones de asiduos a OT porque las actuaciones no hacen vibrar ni son memorables. No son acontecimientos televisivos en donde se observan avances o evoluciones, como el pasado año. Son chicos y chicas cantando versiones con una aburrida y correcta linealidad, y ya.

La única forma de salir de este desaguisado es explicando a los propios concursantes que, aunque escuchen en las galas que se ha conseguido tal o cual récord de votos, lo van a tener muy difícil. Que la fama es más efímera que nunca. Que ni siquiera los concursantes de la exitosa pasada edición tienen nada asegurado. Y que el pasotismo de creerse con la sartén por el mango sólo jugará en su contra. No lo saben porque lo que se transmite es que ellos sienten que el programa está arrasando de nuevo. Y no es así. OT está padeciendo su falta de pasión, porque OT es evolución y emoción, ingredientes que están brillando por su ausencia.

Si 0T 2017 fue un inspirador viaje con una pandilla de amigos aprendiendo a ser artistas encima del escenario, aprendiendo a interpretar, aprendiendo a mirar a cámara, descubriendo cultura musical e incluso sabiendo echar de menos a las pérdidas o sabiendo relativizar éxito y fracaso, este OT 2018 parece más un encuentro con los listos de la clase, los que no escuchan lo suficiente a sus profesores y, al final, se quedan por el camino. Por eso el show está estancado y depende de asuntos externos como lo ocurrido con "mariconez" para hacernos hablar de él. Y eso complica que el programa crezca. Que ellos crezcan. OT necesita artistas que aprenden a la vez que la audiencia. Y eso aún falta en este OT 2018, que va a tener que esforzarse mucho más que sus concursantes para que recordemos los nombres de estos chicos en el futuro.

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