ANÁLISIS

La regla del éxito de Telecinco que no sirve para otras cadenas

Jorge Javier Vázquez en Telecinco
Jorge Javier Vázquez en Telecinco
Borja Terán

El éxito asentado de Telecinco procede desde la segunda mitad de los años noventa, cuando la cadena introdujo una estructura de programación con orden y claridad para que se quedara marcada en la rutina del espectador. Entonces, se articuló la emisora en dos citas diarias en directo: la mañana, con 'Día a día' de María Teresa Campos, y el late night, especialmente con 'Crónicas Marcianas' de Javier Sardá. Antes estuvo 'Esta noche cruzamos el Mississippi', pero no funcionaba con la misma fuerza como eje vertebrador. Pepe Navarro buscaba enganchar más con la entrevista o personaje en exclusiva, y esto alejaba el 'Mississippi" del devenir diario del canal y, por tanto, su aporte de fidelización de públicos a la emisora era menor.

Sin embargo, 'Día a día' (1996) y 'Crónicas Marcianas' (1997) no necesitaban exclusivas, ya que lo que atraía al público a estos espacios era la propia autoría de ambos formatos, tanto de Campos como de Sardá, trataran el tema que trataran. El valor especial lo ponía el intuitivo carisma de sus preescriptores a la hora de hacer televisión con su carácter propio y diferenciado de la competencia.

La intuición de ambos contribuyó al hecho de que, cuando nació 'Gran Hermano', entendieran que el arrastre de tal fenómeno rompe-audiencias debía aprovecharse en todos los programas de la emisora. 'Día a día' y 'Crónicas Marcianas' empezaron a comentar las vicisitudes del reality como si fuera lo más relevante de la actualidad. De hecho, en aquella primera edición casi lo fue. Era el comienzo del porvenir de Telecinco tal y como conocemos la cadena ahora. En aquellos años comenzó a encontrar su sello propio, basado en fomentar el reality show 24 horas, algo que, con el paso de las décadas, se ha convertido en su gran valor, ya que favorece el consumo en directo en tiempos de la llegada de la televisión bajo demanda.

De esta forma, Telecinco ha ido convirtiéndose en la cadena abanderada en la televisión de entretenimiento del culebrón en vivo y en directo. Acompaña a la audiencia, pues es fácil de visionar y no es prácticamente necesario seguir ningún hilo de trama, ya que habla un lenguaje basado en el lugar común, el enjuiciamiento clásico y la emoción de la imperfección. Lo creativo y lo comprometido con la sociedad de aquellos programas como 'Día a día' o 'Crónicas Marcianas' ha dado paso a menos calidad artística y más show guerrillero en donde las escenografías no importan: lo crucial es dejar claro al espectador que en cualquier instante va a ocurrir una morbosa acción inédita, que a menudo disfrazan de "histórica", que suena más rimbombante. Y la audiencia lo consume, aunque siempre sea lo mismo. Como un bucle del que muchos espectadores no quieren, o no pueden, escapar.

Como consecuencia, en Mediaset parece que han asumido que la repetición funciona. Su regla de oro está en que la constante emisión en directo aumenta el interés por el canal. Por eso su parrilla se estructura en programas en vivo aunque prácticamente repitan contenidos. De esta forma, con lo imprevisible como estandarte, mantienen la llama prendida del interés. Encima a un coste muy barato, pues no hay que invertir (casi) en series, en concursos o en formatos que requieren un mayor gasto en escenografía, guionistas y otros departamentos que crean la televisión más artística. Aquí un decorado y un diseño de iluminación puede durar años. O décadas. Y reusarse para varios espacios a lo largo del tiempo. Y cierto es que esto les funciona: el público sabe que ahí encuentra contenido de usar y tirar, espectáculo evasivo con personajes que no crean indiferencia. Algunos divierten, otros indignan y la mayoría despierta en el espectador la sensación de que su vida no es tan mala si la compara con la de algunos personajes que pululan por Mediaset vendiendo sus trapos más sucios.

Pero, claro, viendo Telecinco, a veces otras cadenas pueden intentan calcar el modelo. Lo tiene todo: es barato y da buen rendimiento. ¿Por qué no probarlo ellas? Pero la fórmula de Telecinco básicamente es fruto de años y años de especialización del canal en un tipo de contenido de dimes y diretes que no se puede extrapolar fácilmente a otras cadenas lineales. Menos aún llevándolo a la tertulia política, ya que eso puede propiciar un desgaste general. El directo en televisión es importante, pero, en otros géneros como información y política, repetir constantemente el debate sin nuevas certezas también produce un agotamiento de la audiencia que invita a cambiar de emisora. Más aún en las cadenas públicas, donde la repetición no es lo que la audiencia espera a nivel periodístico.

De ahí el actual éxito de los informativos de Antena 3, por ejemplo, que llegan con frescura a las horas en las que la mayor parte de la audiencia elige informarse. La cadena tiene antes de sus noticias dos concursos ('La ruleta de la suerte' y 'Pasapalabra' -que paradójicamente engrandeció su éxito en sus años en Telecinco) que arrastran audiencia y el canal no repite todo el día lo mismo. Lo mismo empieza a suceder con La Sexta. No es casual que destaque el matinal de Alfonso Arús. Ofrece un contenido de entretenimiento que no se parece a nadie de la mañana, y aporta otra perspectiva cuando el resto de sus competidores hablan del vaivén político. Sin olvidar 'Zapeando', con su humor desde la viralidad de las redes y la tele, pues el espectador que huye de Telecinco demanda también desengrasar la mente. De hecho, a la misma hora en Cuatro, 'Todo es Mentira', intenta reproducir el modelo de Telecinco sin excesiva relevancia porque se parece demasiado, aunque con un contenido más pegado a la crispación política. 

Una realidad que conocen bien en las televisiones públicas europeas que, en este tiempo de reinvención de la industria audiovisual, siguen intentando asentar la fidelidad de su audiencia con primeros canales con parrillas que atesoran variedad de citas de entretenimiento que no se parecen entre sí. De esta forma, también sus informativos son más fuertes, porque sus emisiones proyectan excepcionalidad y no 'llevan todo el día con lo mismo'. Porque, al final, el público no quiere pensar que se da rodeos sin certezas: espera de los espacios de noticias que nos ofrezcan certezas contrastadas y bien contadas para poder comprenderlas con perspectiva.

Por eso, la regla de Telecinco del directo de repetir y repetir para que el espectador se quede no funciona más allá de la tematización de Telecinco. Ni siquiera en Cuatro logra Mediaset repetir la fórmula del éxito. Las horas de directo que sirven para ordenar la programación con citas reconocibles son muy importantes en la televisión que viene para que vaya pegada a la rutina de la sociedad -ahí no pueden llegar todavía las plataformas bajo demanda-, pero las televisiones generalistas deben hallar su propia influencia en la diferenciación de sus voces. 

Si Telecinco ya tiene fidelizados a muchos espectadores con su bien definido modelo editorial de parrilla, hay que pensar en toda esa otra audiencia que no se siente representada por el reality y los cotilleos pero quiere seguir disfrutando de la pluralidad de la oferta de las televisiones generalistas. Ahí surge la oportunidad para ofrecer diferencia y creatividad desde todos los géneros, especialmente desde el entretenimiento. En este ámbito, por cierto, TVE, si quiere, como televisión pública, tiene grandes posibilidades para ganar repercusión donde otros no pueden arriesgar. Apostando, imaginando la tele del futuro, haciéndonos sentir que hay todo un mundo por explorar más allá de los dramas de Isabel Pantoja y los bailes chumineros de Lydia Lozano. 

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