OPINION

'La Resistencia' de Broncano que jamás se emitirá

Broncano y Buenafuente no emitido
Broncano y Buenafuente no emitido

Viernes noche. 2.000 personas esperan para ver 'La Resistencia' en Sant Feliu de Guíxols. El programa ha dejado por un día el teatro Arlequín de Madrid para acudir a la quinta edición del festival de comedia Singlot, capitaneado por Buenafuente

El escritorio de Broncano, el ya mítico sofá marrón, el púlpito de Castella y Grisom, las columnas industriales del decorado... Todos estos elementos del formato de Movistar Plus y El Terrat han salido de excursión para protagonizar un show que, en cambio, jamás se emitirá.

Por primera vez, 'La Resistencia' se realiza delante de tanto público, como si fuera un concierto que ha colgado el cartel de "entradas agotadas". Ya son como unas estrellas del rock, pero en cómicos. Casi como Bertín Osborne y Arévalo en su edad de oro.

Un bolo de 'La Resistencia' que no se emitirá, ni siquiera se grabó, pero que siguió la estructura habitual del programa. Monólogo, entrevista (con Aina Clotet), delirante juego con Jorge Ponce... Incluso con el preshow habitual de Jaime Caravaca, que anima al público antes de la grabación y crea esa atmósfera socarrona que necesita el programa. Previo que fue toda una revelación para los asistentes de Sant Feliu.

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En tiempos de 'influencers' e ídolos de usar y tirar, Broncano, Ponce y Ricardo Castella han asentado un público fiel que los convierte en los referentes reales de unas nuevas generaciones que ya no ven tele como antes.

Su programa no rompe las cuotas de audiencia tradicional, ni falta que le hace. Pero sí ha conectado con el espectador que no falla y que lleva el programa consigo: en el móvil, en la tablet, en la televisión, en Youtube, en Podcast o en Movistar.

Esa percepción se respiraba en la quinta edición del festival Singlot. Broncano era uno de los platos fuertes, logrando movilizar a una audiencia masiva más joven. Es la mejor medida para definir el éxito real en tiempos de audiencias fragmentadas, en donde a veces es más importante atinar con un perfil de seguidor determinado que con un televidente transversal, que abarca mucho pero aprieta poco.

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Es un hecho objetivo. Broncano ha trascendido y ya es uno de los rostros mediáticos con más influencia real. Una fidelidad que ha cimentado tras años de trabajo y gracias a su habilidad para hablar a su espectador con la corrosión que merece. Ha venido a jugar y juega con una despiadada rapidez de reflejos para retratar a la sociedad con ese humor que atesora un brillante trasfondo de cultura de lo cotidiano. Porque los buenos referentes suelen beber de muchos referentes, de renombre y anónimos. Broncano lo evidencia. Aprende de su entorno y lo incorpora a su vida mediática. Lo que propicia que sus ironías no sean vacías y aporten más 'chicha' a la experiencia de disfrutar del programa. No es baladí, es el gran sustento de la comedia clásica.

Al final, 'La Resistencia' es un fenómeno porque entremezcla la maldad de la adolescencia con la sensibilidad de la treintena. Así ha construido una complicidad emocional con un espectador que permite todo y no se indigna por muy bestia que sea el gag. Porque entiende su humor y el contexto en el que se produce. Por mucho que tensen el cable.

Y en Sant Feliú tensaron ese cable al máximo. Mucho. Más que en la tele.  Había que aprovechar que el show no quedaba grabado. Dijeron todo lo que a algún político no le gustaría escuchar. Tampoco a Vox. Y el público aplaudió. Vibró. Sintió que estaba viviendo algo único e irrepetible. 

La aparición estelar de Buenafuente

Pero entre tanto ingenioso dardo, de repente, "no estaba" parte del guion de la mesa de Broncano. Entonces, apareció Buenafuente en escena con tales documentos y el auditorio se levantó en una sincera ovación. Se palpaba un cariño especial hacia Andreu Buenafuente.

Fue como una especie de emocionante catarsis colectiva el poder ver juntos a Broncano y Buenafuente en un mismo escenario de un festival, casi como si se tratara del reencuentro de dos iconos de la música. O, en su defecto, de Bisbal y Chenoa.

Pero no. No son iconos de la música, son dos iconos de la comedia, que como hicieron hace décadas en Estados Unidos Carson y su pupilo Letterman, han vuelto a poner en nuestro país en valor la televisión artesanal de autor, que es la que siempre trasciende generaciones y generaciones aunque las cadenas generalistas no lo vean o no lo quieran ver.

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