ANÁLISIS

El comienzo del curso y cómo nos sugestionaba la televisión para engancharnos

Gala de presentación de temporada 1997
Gala de presentación de temporada 1997
Borja Terán

En un año raro, el curso televisivo ha arrancado discreto. Las cadenas empiezan a mover ficha y lanzar sus apuestas estrella de puntillas. Saben que la temporada será complicada, en todos los sentidos. Por eso mismo, ni siquiera hay demasiado margen para anunciar lo que viene con antelación. Mejor ir probando, sin más.

La premura de estos tiempos hace que queden como ya muy lejanas aquellas grandes galas que servían como puesta de largo de las nuevas programaciones de las grandes cadenas. Estas solemnes ceremonias eran todo un acontecimiento social y marcaban el comienzo irreversible de la temporada otoño-invierno.

En realidad, las galas de programación eran todo un truco de sugestión colectiva. Su cometido era contagiar al espectador esa ilusión por todo lo que estaba por venir. Es más, eran excitantes: hacían sentir al público que venía una temporada donde todo era posible, repleta de programas, series y estrellas que apetecían ser vistas.

Emilio Aragón, Concha Velasco, Jesús Vázquez, Ana Obregón, Ramón García, Rosá María Sardá fueron algunos de los presentadores de estas fiestas de estreno. Incluso, en ocasiones, estas ceremonias salían fuera de Madrid y se realizaban en espectaculares auditorios de provincia, como hizo Telecinco al trasladar a todos sus presentadores al Palacio de Festivales de Cantabria en Santander o la propia TVE con un sarao desde el impresionante auditorio, excavado en una cueva, de los Jameos del Agua en Lanzarote. Allí, en los Jameos, Amistades Peligrosas cantaron aquello de Estoy por ti, canción con la que La Primera (ahora La 1) promocionaba insistentemente sus apuestas estelares de la parrilla en 1992. Porque estas galas mejor si tenían una canción pegadiza. 

También en esa misma noche de apoteósica celebración para que el espectador se implicara con la cadena se solían estrenar los nuevos diseños de imagen corporativa del canal: los pasos a publicidad, las líneas gráficas de las promociones. Todo olía a renovado, todo buscaba que el público se sintiera partícipe e implicado en la inversión de un canal que lo cuidaba.

Pero las galas de presentación como truco para sugestionar a la audiencia masiva ya hace largo tiempo que no existen. Ni se las espera. Primero porque un evento de este tipo siempre supone una costosa inversión de producción, segundo porque el espectador ya no aguanta las dinámicas que sostenían estos formatos de desfile de presentaciones y discursos y tercero porque las cadenas ni siquiera se pueden comprometer a estrenar una cartera de programas y series en un trimestre. Todas las bazas se guardan con sigilo para ver cuál es el mejor instante para ganar la partida.

Sin embargo, de las galas de presentación de temporada se puede sacar un aprendizaje: la importancia de regalar socialmente un acontecimiento en el que el público se identifica con tu esfuerzo y se ilusiona con lo que viene. Para lograrlo, no es necesario hacer una gala al uso como antaño pero sí hay otros modelos creativos en los que indagar, más aún en la era de las redes y aplicaciones. Porque el espectador debe sentirse aliado, debe sentirse partícipe, debe sentirse excitado con los estrenos de la cadena.

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