Análisis formatos televisivos

La última de Buenafuente: entrevista a canciones

Los programas de entrevistas no han muerto, sólo necesitan aliarse con las buenas ideas.

La hoguera de las canciones, con Pancho Varona
La hoguera de las canciones, con Pancho Varona
Borja Terán

Los programas de entrevista han ido desapareciendo paulatinamente de la televisión en abierto. Hay que aderezar cada encuentro con una implosión de efectismo para retener la atención del espectador, ese espectador que siente que cuenta con tanto que ver y hacer que, al minuto, puede desconectar su vínculo de concentración con lo que sucede en pantalla.

La atención menguante a la que asistimos como audiencia se entremezcla con el miedo creciente de los entrevistados a abrirse con naturalidad. No vaya a ser que se extraiga del contexto en las redes sociales o en la prensa una declaración sincera hasta deformarse y transformarse en un problema para su trabajo o vida cotidiana. Así, a simple vista, las entrevistas han ido mutando en previsibles lugares comunes de promoción a los que animar con gags para que nadie cambie de canal

Tampoco ha ayudado la agresividad de los programas del corazón. En cierto sentido, se han quedado con el casi monopolio de la entrevista más sincera con convidados que comercializan todo sin escrúpulos. Lo que ha potenciado aún más la desconfianza de referentes de la cultura y sociedad a abrirse relajados en los platós.  

Lejos queda aquellos programas de José María Íñigo, Mercedes Milá, Julia Otero o Pedro Ruiz en los que había tiempo para hablar con tranquilidad en todos los sentidos. Como consecuencia, el charlar con tiempo se ha ido abriendo camino en formatos como los podcast, donde no hay que mirar curvas de audiencias, no hay que dar paso corriendo a una promoción y, por tanto, casi son los únicos oasis para la conversación en la que poder reflexionar sin la inseguridad de no tener margen para la seguridad.

Aunque la entrevista en televisión no ha muerto. Sólo hay que recuperar esa atmósfera de confianza del triángulo entre programa, invitado y audiencia a través de programas con premisa aplastante. Que la entrevista no recuerde a entrevista, incluso. De nuevo, como tantas veces hemos hablado en estas líneas diarias, la importancia está en definir bien el formato para crear un vínculo de complicidad aplastante entre espectador y creador.

Sin ir más lejos, es lo que ha logrado David Broncano con 'La Resistencia'. Allí todo vale, sus invitados se abren como en pocos lugares. Porque el tono del programa es rotundo. Lo mismo acontece, con un compromiso más fuerte aún entre invitado y comunicador, con Andreu Buenafuente en 'Late Motiv', el programa que está logrando grandes ambientes para grandes conversaciones desde Movistar Plus. 

La última de Andreu Buenafuente y su equipo ha sido invitar a Pancho Varona, el músico y compositor de la banda sonora de tantas vidas. Pero en vez de hacer una entrevista sin más, se ha creado un todopoderoso concepto escénico: una noche de canciones frente a una hoguera. Ahí, Buenafuente, junto a sus televidentes, escuchando cómo surgieron himnos sin saber de qué himnos se trataban. Porque también un buen formato de televisión siempre -menos el Telediario- debe tener un toque de suspense para retener mejor la energía de la emoción. 

Al final, tras explicar la historia, su historia, Varona desvelaba el tema. Y lo hacía cantando, claro. A su lado, arropando, el talento musical de Litus, de la banda del programa. Estimulante, acababan de crear una entrevista a canciones con mucho valor documental y mucho desarrollo icónico por delante.

Pero, además, un buen formato de televisión debe estar bien aderezado con un buen antagonista (en la inmensa amplitud de la palabra). Ahí entra Raúl Cimas, que también estaba sentado a la luz de la fogata. Su función es el contrapunto que desengrasa la intensidad con una desternillante cara B de cómo se germinaron temas como 'No me importa nada' o 'Quién me ha robado el mes de abril'. Cimas es uno de los cómicos más brillantes de nuestro tiempo, un maestro del surrealismo realista.

Es el valor de 'Late Motiv': un formato que experimenta consigo mismo, experimenta con los rincones de la creación sin pausa. Entendiendo que un buen formato televisivo no es una dinámica rígida, un buen formato televisivo es una premisa contundente que crece con el recorrido de los matices. Ahí está el futuro de la entrevista, volver a los matices, regresar a las atmósferas. Es una de las formas más consistentes de que el espectador se quede contigo en la rutina diaria porque confía en la riqueza de la experiencia que propones y no acude por la infiel necesidad de una dosis cada vez más feroz de impactos efectistas.

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