OPINION

'La Verdad': cuando una serie genera frustración en el público (y en sus protagonistas)

Elenco de La Verdad
Elenco de La Verdad

Nadie confía en La Verdad. No tanto por la calidad (o no) de la serie. Nadie confía en La Verdad por la imagen que ha desprendido Telecinco con su propia serie desde el origen de la campaña de promoción.

La Verdad ha sido una constante mentira para el espectador. Primero con meses y meses de promociones que anunciaban con intensidad que muy pronto llegaba una ficción que, en realidad, jamás aterrizaba en la programación. Incluso poniendo una fecha de estreno real para suspender, en el último momento, tal estreno.

Así, con este cacareado vaivén de auto-contra-programación, la cadena ha ido construyendo una percepción de descrédito en su producto, dando la sensación de que el propio Telecinco no confía en La Verdad. Mala carta de presentación para la serie. Pero, por fin, la serie vio la luz. Sus actores lo celebraron. Sin embargo, la cadena no ha estabilizado el producto en la parrilla. La proyección empezó en lunes, luego saltó al martes y, después, por el fútbol, desapareció. Las redes sociales ardieron. Algunos usuarios estaban esperando un nuevo capítulo, pero se quedaron compuestos y sin episodio nuevo. Nefasto. Más aún para una serie en la que es crucial seguir el hilo, a pesar de su propio canal.

Así el espectador se frustra pero, también, los propios actores, que ya no han podido disimular en las redes sociales su desencanto.

Los cambios constantes de emisión han ido salpicando al propio elenco de protagonistas de La Verdad, que han tenido que dar explicaciones a sus seguidores. De hecho, ya no sabían qué decir en sus redes sociales a su público. Como resultado, los propios actores han ido dejando de defender con pasión su ficción y han empezado a transmitir una sutil -y a veces irónica- incredulidad contra la cadena. Fatal para la imagen de Telecinco.

La Verdad ha venido, se ha ido y promete volver a marcharse para que el espectador termine olvidando su historia y, encima, acabe desconfiando en un Telecinco que, a la vez, con esta producción, también ha plasmado que desconfía del paladar seriéfilo de su audiencia.

Porque, al final, Mediaset ha  evidenciado tanta inseguridad con su no-táctica con La Verdad hasta dar la sensación de que no confía en que sus fieles sean capaces ya de seguir series a las que se deba prestar cierta atención. La gente que ve series ya no está en Telecinco. Por eso mismo, parece que el guion de La Verdad se simplificó hasta seguir una estructura más telenovelera. Mucha música de fondo, mucho club de alterne, mucha secuencia básica con protagonista sin camiseta...

Pero la audiencia ya no está en la época de Sin tetas no hay paraíso, aunque Telecinco quiera seguir ahí. Una cadena que está involucionando y alguien debe remediarlo. Alguien debe de decirlo, porque desde dentro no se están percatando. Telecinco ha sido muy moderna. No sólo en el mundo de la tele-realidad, también lo fue en la ficción y en su capacidad de organizar bien los horarios de su programación para consolidar un público extremadamente asiduo. Pero, en los últimos años, Telecinco se ha agarrado al liderazgo pegando un retroceso en intuición de las necesidades del espectador actual. El público ya no es tan importante para la cadena como antaño.

Telecinco se está convirtiendo en una cadena excesivamente conservadora en contenidos y eso se traduce en errores de programación que pueden transformar una posible serie de éxito en un fracaso: porque la propia cadena transmite inseguridad y contagia en el espectador esa incredulidad. Y lo que es peor: el público desconfía en la propia emisora y teme quedarse sin ver el desenlace del culebrón. Así que se marcha.

Telecinco debería meditar el problema que supone que se asocie su marca con desconfianza, con temer engancharte a una historia porque en cualquier instante cancelan la emisión de esa historia.

Un canal que debería aspirar a audiencias con targets más ambiciosos. No limitarse en el propio estereotipo de su público. Hay vida más allá de las señoras que ven Volverte a ver de Carlos Sobera. Más aún cuando la televisión se acerca a un tiempo en el que tan importante como liderar con el pensionista, que consume mucho directo, también será crucial afianzar los consumos en diferido que miden el potencial comercial del número real de espectadores. Pero, de momento, en Telecinco importa más la décima de las medias de la cuota de pantalla de la audiencia tradicional que ese espectador real. 

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