OPINION

'La Visita', la slow TV se atreve con el Museo del Prado en una valiente apuesta de TeleMadrid

La Visita, museo del prado
La Visita, museo del prado

En tiempos de televisión frenética, masticada y efectista, Telemadrid ha celebrado el 200 aniversario del Museo del Prado marcando la diferencia con un formato de slow TV, producido con visión por Factoría Plural. Así, la cadena autonómica madrileña ha convertido tres horas de su prime time en una silenciosa visita por la pinacoteca más importante de nuestro país.

A priori, puede parecer un riesgo una emisión de estas características. Se trata de un largo plano secuencia, que simula la mirada subjetiva del espectador caminando por las salas, galerías y más salas del Prado. Pero, en realidad, esta propuesta consigue crear un acontecimiento social de servicio público, que permite una experiencia única, especial y valiosa que sirve, además, para otorgar una relevancia extra a la cadena pública: por atrevida, por innovadora y por comprometida con la cultura. 

No obstante, 'La Visita' -así se ha llamado esta emisión- es una obra audiovisual deliciosa para descubrir el museo desde cualquier soporte, de la televisión tradicional al móvil. El programa simula con inteligencia una visita real con una cámara que se mueve como un visitante más por El Prado: el silencio de caminar entre los cuadros, el sutil murmullo colectivo de fondo, los guías que se cuelan a tu paso y a los que intentas escuchar con disimulo aquello que explican a otros o, de repente, la señora con un cardado que se pone delante e impide ver en toda su expresividad un retrato. Todo enriquecido con un grafismo que ordena las obras más relevantes, explica con sobreimpresiones lo más destacado de las mismas y pone una lupa digital para ampliar detalles destacados de cada obra. Hasta cuando la señora con el cardado se te pone delante.

Un programa-experiencia que atrapa porque sorprende. No estamos acostumbrados en la televisión en España a la slow TV, que muestra realidades sin demasiados edulcorantes. Existe un precedente: 'El Viaje', que el pasado dos de enero se instaló durante cuatro horas de la emisión de Aragón TV, justo las cuatro horas que dura un viaje en tren entre Zaragoza hasta Canfranc. 

'La Visita' al Museo del Prado es diferente. No cuenta con un objetivo claro -como era la icónica estación de Canfranc-, pero se sostiene en la intriga de cómo la cámara se va topando con los tesoros que cobija cada parte del museo. De hecho, engancha esperar a ver cuándo aparecen las Meninas. Un paseo que el programa ha enriquecido para que la propuesta descubra, a la vez,  datos que no siempre se entienden en una visita ordinaria al museo. Buena planificación para coordinar el silencioso paseo con detalles sonoros y visuales que dan luz a la visita.

Un programa que no es necesario ver al completo. Ni siquiera seguir de una manera ordenada. Es más, desprende un as en la manga: la slow TV es buen gancho para atraer a ese público furtivo que pasa por el canal de casualidad por el zaping cuando otra emisora está en publicidad y, entonces, se queda: porque ve que esto no se parece a nada.

La slow TV desafía al espectador y al propio tópico de las catarsis televisivas. Es más, descoloca al análisis de audiencia tradicional. Ya que no se puede medir tanto por el dato medio de cuota de pantalla del día después, como por el impacto de aceptación social de personas que han contactado con una grabación tan diáfana y con cierto grado inmersivo. 

Al final, 'La Visita' es la televisión que educa desde la experimentación. Y ahí está también la misión de una cadena pública como Telemadrid que, de nuevo, vuelven a sintonizar los bares porque vuelve a representar la personalidad de una autonomía que, en cambio, desde la mayoría de los medios se lee siempre en clave nacional.

Con atrevimientos como 'La Visita', la cadena no arrasará en audiencias medias, pero sí siembra el impagable poder de influencia social. Lo hace con un contenido que crea una cita a través de la creatividad divulgativa. Y esto no se mide sólo con las instantáneas audiencias tradicionales,  pues esta producción traspasa la emisión tradicional en un sólo canal. Se consume a tu gusto. Se puede ver por partes, entera, al revés, escuchar por la radio -en Onda Madrid- o hasta apagando la tele y volviendo dos horas después.  En directo, o dejándolo para el diferido. Todo vale. Un programa-evento apto para rebobinar porque sugiere, descubre y hasta permite orientarte en un museo tan conocido como desconocido. Eso consiste una televisión pública: sugerir, descubrir y hasta orientarte. Mejor si es retratando la sociedad, su cultura. También desde ópticas que desafían, que se emiten hoy pero que se seguirán viendo en el mañana ya que su valor trasciende el tiempo.

@borjateran

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