OPINION

'La Voz': por qué no funcionan los coaches en los directos

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Tras el fervor popular que despiertan las audiciones ciegas, 'La Voz' siempre suele disminuir su relevancia para, más tarde, recuperar cierto ímpetu gracias al nervio de las imprevisibles galas en directo. Sin embargo, los directos de la actual edición del programa no están destacando como deberían. No se ha generado con fuerza el vínculo del espectador con la aspiración de los concursantes y su relación con los coaches de esta temporada, Paulina Rubio, Antonio Orozco, Pablo Lopez y Luis Fonsi.

En realidad, el problema estriba en que es difícil creerse a los coaches. Repiten frases prefabricadas, no se salen del guion del aburrido protocolo de lo políticamente correcto y, sobre todo, no se pican entre ellos, a diferencia de otras etapas del talent show en las que el entretenimiento era pegadizo por el desparpajo incontrolable de, por ejemplo, Laura Pausini o Alejandro Sanz. Aquí parece que los coaches no van a jugar para ganar, van a intentar quedar aburridamente bien con todo el mundo. Casi no se mojan. Al contrario, repiten mismos cumplidos y lo hacen con una intensidad poco terrenal. Por tanto, el programa es monótono. 

Y lo que es peor, sin los trucos de posproducción que dibujan mejor la trama en los programas grabados, estas emisiones en directo proyectan la sensación de que los coaches no están implicados con los concursantes más allá del paripé televisivo de frase vacía y alguna que otra guasa metida con calzador. Excepto Orozco, la energía del resto de coaches está más apagada o, a veces, ausente.

Fatal para un formato de estas características, ya que en la televisión en directo la emoción no se fabrica, pues los concursantes no son actores. La única forma de que surja la sensibilidad en directo está en crear el envoltorio para que fluya. Un objetivo que se alcanza en 'La Voz' si los concursantes interiorizan que los coaches están implicados de verdad con ellos. Se echa de menos más veredictos con argumentación con 'chicha' de debilidades y aciertos de los aspirantes para que estos avancen y su talento amateur crezca hacia la profesionalidad ante un televidente que se queda enganchado a su aprendizaje. No todo puede ser narrado como idílico y redondo, cuando no lo es.

Pero no existe un apadrinamiento práctico de los coaches. O no se radia a través de la cámara. De hecho, una parte importante de los concursantes no evolucionan en sus actuaciones porque pinta que nadie les enseña actitud en un escenario de un plató de televisión. La mayoría salen a cantar sin saber mirar a cámara -incluso mirando en demasía al suelo-. No interpretan. Solo cantan, no cuentan al público. Y, claro, el resultado es que son más indiferentes para su clientela: el público generalista. Así 'La Voz' no traspasa la barrera de los dos millones de espectadores.

Tampoco ayudan las canciones con un repertorio muy conservador. La televisión ya no está en 2001. La música ha evolucionado y las canciones que protagonizan los directos de 'La Voz' están estancadas y muy manidas. El concurso no realiza un buen equilibrio de variedad de hits, necesita coquetear más con las tendencias actuales, para que no suene viejo, requetevisto y termine espantando a los espectadores más jóvenes.

En la parte positiva, esta noche, 'La Voz' ha acertado arrancando con una canción más movida como 'Uptown Funk' de Bruno Mars. Bien, hay que levantar el gran plató desde el arranque. También ha vuelto a destacar la escenografía, más efectiva que en Telecinco, y ha mejorado la realización, inteligente incorporar una ventana para ver la cara de los coaches durante los videos previos que presentan a los diferentes concursantes. 

Aunque el mayor salto de la noche lo ha pegado Eva González, que se ha soltado haciendo más suyo el programa. La presentadora ya incorpora su espontaneidad al guion y ha dotado al show de una muy agradecida naturalidad.

Pero el problema final de la pérdida de influencia de 'La Voz 2019' está en que falta show,  el programa no cuenta con empático conflicto. De ahí que no surjan ni siquiera 'memes' ni se despierte el interés de las redes sociales en el directo. Sus coaches no juegan. Han salido rana. Y sus concursantes tampoco se los creen demasiado.. Da igual que, como sucedió la semana pasada, Paulina Rubio diga a una artista eliminada que, no pasa nada, que quiere grabar un tema con ella en su estudio en Miami. Ante tal propuesta, esta chica ni saltó de alegría, evidenciando en el ojo del público que la brutal proposición no se la estaba tomando muy en serio, como si solo fuera un cumplido que jamás se haría realidad.  

Y si no existe esa unión, en la que el concursante interioriza que está apadrinado de verdad, el concursante no se sumerge en la realidad que promueve el tono del programa y, como consecuencia, tampoco su adrenalina traspasa en la competición en directo. Sólo cuando es eliminado. Así 'La Voz' no es el programa de emociones que debería ser, es otro karaoke con unos espectadores de lujo en plató -Paulina, Fonsi, Pablo y Orozco-, que intentan ser simpáticos pero que aparentan estar por compromiso. La motivación del público se desvanece, el relato del talent show este año es demasiado plano.

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