OPINION

Las 16 diferencias de la tele de hoy con la tele de los años noventa

Ana Obregón y Ramón García.
Ana Obregón y Ramón García.

Las cadenas de televisión privadas llegaron a nuestro país hace treinta años. ¿Cómo ha cambiado la televisión en este tiempo? Buscamos 16 diferencias. 

1. En la tele de los noventa, las cadenas anunciaban con margen de tiempo su programación. El público compraba revistas como 'Teleprograma' para saber qué ponían con una semana de antelación. Ahora la feroz contraprogramación de las cadenas propicia que existan pocos espacios con una cita estable en emisión y, por tanto, el público no ubica bien los contenidos. Fatal, pues para la televisión de siempre es crucial que la audiencia recuerde con cierta facilidad una rutina de emisión. 

2. En la tele de los noventa, las cadenas contaban con una rimbombante voz corporativa que narraba las autopromociones de estrenos, programas, series y películas. Esta voz, con tono adulto, masculino y experimentado, hablaba como un campechano Dios todopoderoso amante de las frases hechas 'su pantalla amiga'. Nada que ver con lo que sucede en la actualidad. En los últimos años, las identificables voces en off de cada canal buscan la empatía más próxima. Eso se intenta con entonaciones más susurrantes, menos engoladas y más jóvenes, que en cierto sentido imitan al buenrollismo de un estudiado anuncio de compañías como Apple. La voz ha perdido su superioridad omnipresente noventera para intentar abrazar complicidad con el espectador. 

3. En la tele de los noventa, el prime time no se estiraba hasta las tantas de la madrugada para inflar de forma artificial la cuota de pantalla. Es más, a principios de la década llegaron a compartir prime time hasta tres programas distintos. Primero una serie o un show de entretenimiento, después un formato más divulgativo y, más tarde, un late night. ¡Había series y programas que duraban sólo media hora! En esa época la televisión era un reflejo de la sociedad en sus horarios, sus hábitos y costumbres. Ya menos.

4. En la tele de los noventa, los Telediarios, que también duraban media hora, nos resumían la información dos veces. Había titulares de sumario al principio y al final del informativo. En 2020, el espectador ya no necesita resúmenes, puede clicar en el móvil aquello que se ha perdido.

5. En la tele de los noventa, todo programa que se preciara tenía su orquesta y se veía. Del magacine matinal al prime time. De 'Pasa la vida' con María Teresa Campos a 'Hola Raffaella'. Incluso el público conocía el nombre de tal orquesta. La 'Alcatraz', muy popular en la primera etapa del show de Raffaella Carrá o a su director, como el Maestro Leiva en '¿Qué apostamos?' o 'El Grand Prix'. Ahora basta con un DJ que pincha rápido canciones o pone soniquetes. Y si hay orquesta se suele esconder, como sucede en 'La Voz'. Por suerte, 'Late Motiv' de Andreu Buenafuente atesora una gran banda, que no orquesta. Lo de Buenafuente son palabras musicales mayores y, además, estos músicos le sirven como personajes-contrapunto que enriquecen también los gags del show.

6. En la tele de los noventa, los decorados televisivos intentaban crear un universo propio que impulsara la autenticidad de cada programa. Eran recurrentes los telones para tapar partes de la escenografía cuando había que cambiar algún elemento de atrezo y, también, ¡las fuentes!. Chorros ornamentales de agua que se utilizaban para dar movilidad al fondo de la imagen. Hasta hubo una fuente en Prado del Rey que fue pasando de programa a programa durante más de dos décadas. De 'Superstar' en los ochenta a 'Abierto por vacaciones' de Cruz y Raya. Hoy, los fondos se componen de grandes pantallas clónicas de 'led' en las que se proyectan grafismos intercambiables. Es difícil diferenciar un programa de otro. Error, pues la escenografía potencia el ADN que distingue cada formato y puede ayudar a jugar con tramas que otorguen más entidad al show. 

7. En la tele de los noventa, las cabeceras de presentación de cada programa duraban más de un minuto. Y mejor si tenían una reconocible canción... con pegadiza letra. Así se creaba la atmósfera que necesitaba el programa en cuestión. En cambio, en la actualidad aparece el logo que titular el show de una manera rápida. No vaya a ser que el impaciente espectador cambie de canal. Aunque 'las cabeceras' volverán a cobrar importancia porque en tiempos de gran oferta de contenidos sirven como carta de presentación que genera el nervio del acontecimiento, favorece un clímax emocional y diferencia con brío en el recuerdo colectivo un producto del resto. Vamos, como siempre.

8. En la tele de los noventa, cuando los chavales estaban en casa se paraba la programación adulta para abrir paso a espacios infantiles. Ellos tenían el poder del mando y las cadenas tenían que hacerles caso. En cambio, los pequeños de 2020 nunca han peleado por el mando a distancia. Ven con sólo un clic en el móvil, tablet u ordenador los contenidos que les interesan. No saben lo que es esperar a un contenido audiovisual, aunque siguen necesitando programas que reflejen su realidad. Y en eso nadie cuenta con ellos. En los noventa, sí. 

9. En la tele de los noventa, las sobremesas se llenaban de una buena dosis de culebrón. Doña Adelaida hacía spoilers de 'Cristal'. Era la antesala 'boca chancla' del usuario que destripa todo lo que ve a través de Twitter. Las tardes siguen teniendo culebrones, sí, pero ahora somos nosotros los que los producimos y exportamos a otros países. Véase 'El secreto de Puente Viejo'. 

10. En la tele de los noventa, disfrutábamos con maratones mañaneros de telecomedias que disimulaban poco que no salían jamás de un plató de paredes de cartón-piedra. Nadie criticaba que cuando daba un portazo Steve Urkel se moviera todo el decorado. 

11. En la tele de los noventa, las series empezaron a aprender eso de crear tramas para que se sintieran reflejados todos los perfiles de las familias españolas. 'Médico de Familia' supo crear un puzle de personajes en los que se representaban niños, abuelos... y hasta el cuñado pesado. Todos bajo el paraguas protector y reconfortante de un protagonista pretendidamente y exageradamente buena gente.

12. En la tele de los noventa, la gente enviaba cartas a los programas. Para concursar, tenías que meter códigos de barra, ya fuera de Avecrem o un tomate frito, en los sobres. Ahora ya es hasta viejo mandar un sms.

13. En la tele de los noventa, esperabas con la cinta VHS metida en el vídeo para grabar el videoclip del artista que te gustaba... cuando fuera que lo emitieran. Había que estar siempre preparado para llegar a tiempo. Claro, entonces no estaba esperándote siempre el vídeo colgado en Youtube. 

14. En la tele de los noventa, no se nos anunciaba el programa del día siguiente sobreimpresionado todo el rato en la esquina superior de la pantalla. Ni se inundaba la imagen con mil rótulos intentando llamar la atención del ojo del público. Se priorizaba que la imagen estuviera más limpia, acogedora... sin obstáculos visuales. 

15. En la tele de los noventa, los programas se iban a publi y no te decían lo de "volvemos en 1 minuto", en seis o en los que sean. Se decía simplemente aquello de "no se vayan, regresamos enseguida".

16. En la tele de los noventa, las cadenas no competían con mil bombardeos por segundo: de plataformas, de Youtube, de redes sociales... Imaginar un futuro en el que ver completa una temporada de una serie en una tarde resultaba una utopía. El espectador veía con más calma.

Al final, en la tele de los noventa, si te perdías algo, quizá no tenías ninguna otra posibilidad de verlo. Perderte un capítulo de tu serie favorita era un drama. Era irrecuperable. Ahora ya sabes que todo estará después bajo demanda. Y esa seguridad, unida a la percepción de sentir que contamos con mucha oferta, nos ha hecho más impacientes, más ansiosos, quizá hasta con menos tolerancia a dar margen a la imprevisibilidad de la emisión para descubrir, para dejarte sorprender.

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