OPINION

Las asignaturas pendientes de los debates electorales de la TV en España

limpiadora debate RTVE
limpiadora debate RTVE

La relevancia de la televisión tradicional sigue y seguirá intacta, pues se adapta como un guante a la actualidad. Lo han demostrado los dos debates electorales que han organizado TVE y Atresmedia y han reunido frente a la pantalla a un audiencia transversal. También joven, lo que denota que las nuevas generaciones no se han ido de los consumos televisivos clásicos y vuelven cuando hay un producto que les interesa. Y el futuro del mapa político les interesa. Mucho.

Aunque España no es un país con larga tradición en este tipo de eventos políticos en prime time, la televisión y los votantes han hecho un máster rápido en unos debates electorales que se han ido quitando corsés y han ganado en narrativa audiovisual. Pero quedan asignaturas pendientes para dar un paso más allá en la producción televisiva de estos choques cruciales en las campañas electorales.

1. El deber de debatir en campaña

Es el momento de desarrollar una normativa que proteja el desarrollo de los debates con un margen de tiempo en su organización y sin que los candidatos intenten esquivarlos o caigan en la tentación de imponer criterios para acudir o no.

Los dos debates en esta campaña se han producido más por las particularidades del incierto momento electoral en el que vivimos, con un alto índice de indecisos, que en un interés real por enfrentar ideas de los candidatos ante sus potenciales votantes. Pero TVE y Atresmedia han aprovechado bien su oportunidad para desplegar su relevancia informativa.

2. Menos 'está usted nervioso'

La actual generación de candidatos ha crecido con los clásicos trucos del juego de debate universitario en el colegio mayor. Ese debate en el que el cada oponente busca armas dialécticas para hacer creer que el rival está desestabilizado. De hecho, Albert Rivera participó en un programa de Cuatro, 'El Comecocos' (2011), en el que hacía de juez que analizaba la capacidad de convicción de unos concursantes que debían seducir al personal aunque no se creyeran lo que estaban diciendo.

Pero la táctica del debate en televisión ha evolucionado mucho desde entonces. El espectador está resabiado de trucos y no sirve tanto como antes repetir 'déjeme terminar' o sobre todo el clásico 'está usted nervioso' para intentar hacer sentir al público que el adversario está inquieto aunque no lo esté.

Ahora, la audiencia premia la sencillez de la honestidad que relativiza, explica errores propios y no intenta provocar ajenos. Al contrario, estas artimañas en el ojo del espectador se ven viejas y artificiosas, provocando una percepción de antipático listillo en el candidato que juzga como defensa. Táctica desfasada. El público valora la naturalidad que no es incompatible con la pasión. Pero en los últimos debates ha faltado pasión y ha sobrado interpretación exagerada e impostada, que es la antítesis.

3. Más periodismo

En la época en la que existe tanto acceso a la información e incluso los candidatos son habituales en programas de información y, también, de entretenimiento, el género del debate electoral ganará si se centra más en el periodismo que en dar barra libre a las proclamas simplistas que buscan calar la memoria del público por repetición.

Pero el espectador necesita el periodismo que contextualiza, con la pregunta del periodista y con la buena realización de imagen televisiva. Necesita contexto, pues, salir del atolladero de crispación que polariza la opinión pero que invisibiliza lo relevante.

El interés de la audiencia se multiplica si los políticos salen de su área de confort y se ven obligados a divulgar su programa. Mejor aún si se aporta perspectiva del periodismo de análisis, que se debería incorporar para enriquecer este tipo de formatos de debate. Hay que enfrentar también a los líderes con el periodismo para que el espectador tenga más armas.

4. El decorado ya no es inerte

Los dos debates electorales de este año han incorporado, por primera vez, dos grandes pantallas de fondo. Ambas con una animación en movimiento para dar cierto ritmo al fondo del plano. Pero una gran pantalla se desaprovecha si hace la misma función de un decorado pintado de antaño. Vamos, una pared pintada con una proyección de luz.

Las grandes pantallas del fondo de los decorados en los debates electorales deberían servir para aportar más datos a la emisión. Ya sea integrando en los fondos con planos de reacción en directo del resto de los candidatos y moderadores o, más importante, resaltando mejor lo que están hablando los líderes en ese instante con imágenes que representen cada temática de la conversación.

Al igual que ya hacen los informativos, se puede crear una línea de diseño que aporte más contexto al espectador a través de las grandes pantallas que presiden la escenografía. Si existe un gran panel de led, hay que intentar encontrar fórmulas para alimentarlo de contenido que optimice la experiencia del público, más aún si es una larga emisión.

5. Paticipación ciudadana

La sociedad cree estar más conectada que nunca a través de las redes sociales, pero la televisión no aprovecha el potencial de las redes para dotar de más relevancia al relato de sus programas. Los debates electorales también deberían crecer dando voz a los votantes, enfrentando a los políticos a la realidad social. Es el otro paso real para amplificar el interés televisivo de estas citas electoralistas y, así, acercar más a la audiencia una política que no siempre tiene los pies en la realidad del día a día de la calle.

Mostrar comentarios