OPINION

Las debilidades de OT 2018: el examen que no puede suspender la Academia en su crucial tercera gala

Natalia y Damion, OT
Natalia y Damion, OT

El tercer capítulo es un punto de inflexión clásico en televisión, que define la tendencia de mayor o menor éxito de una serie o un programa en la emisión tradicional de horario de máxima audiencia. El tercer episodio sentencia si el público se ha quedado enganchado o ha perdido el interés tras la expectación inicial y la resaca de la segunda emisión.

Sucede en series, pero también en programas de entretenimiento. Y, este miércoles, OT pasa el examen de su tercera entrega, pues afronta la gala oficialmente número tres del concurso, sin contar el estreno que fue casting final o programa cero.

Como en las series tradicionales, comprobaremos si la gala tres de este OT muestra la fuerza del resultado del trabajo de la Academia en este curso de 2018 o si, por el contrario, continúa el progresivo descenso de share.

Tenemos un contundente precedente como referencia: en la pasada edición, esta gala tres resultó decisiva. El formato vivió la revelación de Aitana con Issues pero, sobre todo, la actuación de City of Stars con Amaia y Alfred. Por un lado, el público fiel, el que ya seguía el canal 24 horas en Youtube, asistía al primer gran chispazo de una talentosa relación profesional y amorosa en la convivencia de la Academia. Pero lo más importante es que el espectador no asiduo y escéptico al formato empezó a descubrirlo y a querer darle una gran oportunidad.

A la mañana siguiente de la gala 3 de OT 2017, el vídeo en YouTube de Amaia y Alfred cantando City of stars corría como la pólvora en muros de Facebook y Twitter, viralizándose rápidamente, también fuera de nuestras fronteras. Y quienes hasta ese momento no tenían ni idea de quiénes eran Alfred y Amaia comenzaron a preguntarse de dónde salían estos chicos, porque ya era obvio que había algo especial en este show: había jóvenes artistas con un carisma auténtico que trasmitía una verdad poco habitual en la televisión de hoy. Y la conversación social se disparó. En las redes pero, también, en las cafeterías y puestos de trabajo. En la vida real.

La gala 3 de OT 2017 acertó en el repertorio y el programa ya tenía unas atractivas tramas en desarrollo que eran fáciles de entender y con las que empatizar aunque no siguieras el canal 24 horas. Todo estaba sembrado para que OT volviera a convertirse en un fenómeno.

Esta noche, en su gala tres, OT 2018 debe definir si su interés es creciente o decreciente. A priori, todo es más turbio y menos entrañable que el año pasado. El prisma de reality inspirador, por su enfoque siempre en positivo, se está tambaleando. Incluso las redes del formato han amenazado con bloquear a los "fans" más radicales y tóxicos. Pero ¿debe bloquear en redes sociales a alguien un formato de una tele pública? Probablemente no, porque este OT debe hacer oídos sordos a lo negativo, pues su éxito estuvo en que potenció lo positivo y lo aspiracional.

Este OT 2018 tiene muy buenas voces, pero debe emocionar con esas voces y generar actuaciones icónicas que deslumbren y se viralicen y lleguen a ese público que no se ha enganchado este año. ¿Lo conseguirán esta noche de miércoles con Natalia y Damion? ¿Quizá Julia?

Repetir lo del año pasado es imposible, y hay que asumirlo. Porque ni nosotros somos los mismos espectadores que éramos. Pero obviamente se puede trabajar potenciando vínculos de los concursantes con unas canciones bien elegidas. Que los concursantes entiendan lo que cantan y que interioricen que deben contar una historia cantando.

OT no es un karaoke. Y las últimas galas lo han sido. Y verdaderamente hay un problema si, para bien o para mal, de lo que más se habla es de las actuaciones de Mimi o Aitana, concursantes del año pasado, o de los fallos de sonido.

Falta interpretación y motivación para estos nuevos concursantes. Que les planteen un objetivo en el escenario que también suponga un esfuerzo, un crecer, un descoloque, una sensibilidad extra. Que el espectador quede cautivado y además aprenda. Porque si estos concursantes están resabiados, el espectador lo está mucho más.

Pero lo que no ayuda es contemplar un karaoke con fondos cogidos de una galería de imágenes prototípica que no representa los valores del programa, como ocurrió la primera semana con el cliché machista de mujeres contoneándose en las pantallas, algo que no iba con la historia de las canciones y que además es la antítesis del triunfo del talent show a la hora de representar los valores de su tiempo. 

Un karaoke que, encima, no acaba de escucharse bien.  Y OT no puede ser un karaoke que suena mal. O, entonces, aburrirá, espantará y hará que el público tire la toalla.

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