ANÁLISIS

Las galas de premios hechas para la televisión que se olvidan del espectador

El programa se quedó en un paupérrimo 4.9 por ciento de audiencia. 

Aitana Sánchez Gijón y Miguel Angel Muñoz, presentadores Premios Forqué
Aitana Sánchez Gijón y Miguel Angel Muñoz, presentadores Premios Forqué
RTVE

Es curioso como existe una determinada televisión que ha ido ganando rígidos protocolos con el paso de los años. Es la televisión que parece que no se puede salir del guion de la inercia, cuando siempre aprendimos que la televisión era la reinvención de la imaginación. Es lo que ha sucedido esta noche en los 'Premios Forqué', la primera gala de entrega de premios del cine español después del año de restricciones en el que estamos inmersos. 

Una ceremonia emitida por Televisión Española en horario de máxima audiencia que ha supuesto el regreso de las alfombra rojas. Aunque sea con mascarilla. Gran oportunidad para divulgar la cultura. De eso va este acontecimiento. Y lo intenta. Pero no funciona. El motivo: la escaleta del espectáculo prioriza los compromisos tanto que se termina olvidando de la relevancia de captar el interés del espectador, ese espectador que quiere ver lo que la actualidad informativa no siempre le permite descubrir. Pero, nada, la gala se ha quedado en la actualidad informativa con tono de 'Diario de Patricia'.

Así el show ha empezado con un interesante monólogo con el que Imanol Arias, mientras se levantaba desde el patio de butacas y caminaba hacia el escenario, ponía en valor a la cultura y lo vital que es para acompañar a la sociedad en tiempos de oscuridad. Pero, después, comenzó la gala y todo fue un ir y venir de 'gracias' de acto institucional más que televisivo.

Obviamente, es importante visibilizar a aquellas instituciones que hacen posible la entrega de este premio. Sin embargo, hay que plasmarlo de una manera creativamente orgánica para que esta labor sea realmente útil y trascienda más allá de los que están sentados en el auditorio. Esta circunstancia esconde el principal problema de las ceremonias de entrega de premios: en ocasiones, proyectan que se miran más al ombligo que al público.

¿Cómo reinventar esta circunstancia? Toca desaprender el tópico interiorizado de cómo debe ser una gala de premios. Que si un discurso inicial, que si una actuación musical, que si otro discurso de reivindicación, que si otra actuación, que si un discurso más... 

En este año, lo más original ha sido la idea de que los actores que entregaban los premios fueran acompañados por profesionales que están en primera línea de la pandemia. Lo malo, estas personas no están habituados a los focos. Y, como es normal, tragaban saliva, titubeaban... Los que nos han dado seguridad estos meses, mostraban su inseguridad. Y eso es bonito, pues esa ingenuidad del nervio del directo transmitía cierta verdad en una gala de premios muy estática y previsible en concepto. 

Pero a la hora de comunicar la ficción una gala de premios no puede ser un desfile de un cliché tan institucional. La ficción quedaba escondida en un programa que más que los 'Premios Forqué' por momentos parecía un homenaje del gobierno al pueblo que, quizá ,no es lo más atractivo para conectar con La 1 un sábado noche y, después, quedarte con ganas de ir al cine. . Y es que la mejor divulgación no se consigue con discursos leídos, basta ya, como si todos emuláramos a los políticos, la mejor divulgación es a través del entretenimiento en acción. En las galas de Hollywood, esas que intentamos imitar, lo saben bien. Galas que son combativas, pero siempre teniendo claro los lenguajes de la televisión donde funciona compartir desde la naturalidad y hasta desde la mordacidad pero no desde el parlamento rígido en el que todo suena a memorizado.  

No siempre es así. En España se producen grandes galas de premios. De las de Buenafuente a las de Rosa María Sardá, que protagonizó unas ceremonias maravillosas de entrega de los Goya donde se hizo virtud de la necesidad. El secreto: un buen guion impulsado con su talento para jugar con los asistentes con una pizca de maldad con la que el espectador conectaba rápido desde su casa. El público se quedaba pegado al programa, pues quería escuchar más a Rosa María porque se estaba interpretando una autocrítica colectiva del país, su cine y sus mitos. Es más, la actriz iba interpretando un guion con hasta dardos sobre la propia duración del evento: "¿sigue siendo de noche en la calle?", "Son las 3 de la madrugada, seguimos en Los Goya". El poder de la comedia siempre es infalible en cualquier gala, ya sea en Estados Unidos o en España. 

Pero, sobre todo, si quieres comunicar la ficción desde un prime time televisivo sólo hay una vía: huir de la palabrería para ir a la práctica del espectáculo. Hacer cultura, vamos, no explicar lo que es la cultura. Es lo que ha pasado en los Premios Forqué, de esta noche, cuando Elena Irureta ha roto el protocolo para compartir su premio por 'Patria' con su querida compañera Ane Gabarain. "O no nos lo dan a las dos, o no nos lo dan", dijo con unos ojos que transmitían sonrisa. Que frío todo con la mascarilla y la narradora del acto, Yolanda Flores, recordando que no se debían acercar ambas por las medidas de seguridad, pero qué cálido porque se permitieron ser. Es más, representando ese trabajo en equipo que es la ficción, representando ese trabajo en equipo que es la sociedad. Al fin y al cabo, eso es lo que intentaba homenajear la gala. No lo consiguió, Elena Irureta sí. 

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