Loles León, Belinda Washington, Rosa Benito e Irma Soriano son las grandes triunfadoras del verano. La culpa la tiene la versión gourmet de 'Ven a cenar conmigo', que se ha instalado en Telecinco con una edición 'vip' perfecta para despertar la carcajada desternillante de la audiencia.
Porque juntar a Loles, Belinda, Rosa e Irma es mezclar a cuatro expertas en dejarse llevar delante de las cámaras. No se coartan, cuentan con intuición en directo o en diferido, hablan sin filtros y, cuando aceptan un proyecto de prime time, salen a jugar con todas las consecuencias.
Y en jugar son las cuatro expertas, pero especialmente Loles. Con una autenticidad que nunca falla en la pequeña pantalla, haga lo que haga. No es nada nuevo. De hecho, cuando fue de invitada a 'Hola Raffaella' en el año 92, brilló tanto que se quedó fija como contrapunto clave del show de TVE. En cada gala, León lograba lo más difícil: pillar por sorpresa a la risa espontánea de la propia presentadora, la gran Raffaella Carrá.
Y Loles, como no, lo ha vuelto a hacer esta noche en su cena televisada en Telecinco. Una comida en la que se han contado anécdotas con una transparencia en estado de gracia. Difícil cambiar de canal con el disfrute de colarse en una reunión de conocidas que no caen en el corsé de la dictadura de lo políticamente correcto y son tremendamente generosas con el show. Es más, desprenden una intuición curtida y talentosa para el espectáculo. Así se están convirtiendo en las protagonistas del verano que recordaremos cuando haya concluido este estío.
La lección televisiva que deja 'Ven a cenar conmigo'
Pero cualquier buen show debe tener un buen guion. Y 'Ven a cenar contigo' es una lección de buen guion del que tendrían que tomar nota todos los creadores de 'docushows', ya sean cómicos o muy serios. Este programa evidencia que va a la grabación con los deberes hechos. Se tiene claro el relato a contar antes de grabar. Hay una base de historia preparada para que, después, manen circunstancias imprevisibles.
Es habitual que se resalte la maestría del montaje en este tipo de programas, en los que la manipuladora edición de las imágenes crea estampas surrealistas dignas de la mejor telecomedia, pero para entremezclar con tal destreza esos brutos de grabación también es fundamental crear el clímax para provocar épicos instantes.. En este sentido, 'Ven a cenar conmigo' articula con ingenio sus artes para que no pare de brotar contenido con chicha durante el proceso de rodaje.
Tanto que en 'Ven a cenar conmigo' se aprovecha todo. Hasta los comentarios o salidas de tono que surgen durante las pausas de la grabación de, por ejemplo, las entrevistas y que se introducen fuera de su contexto para dinamizar la historia con más gracejo. Vamos, que la cámara no deja de grabar nunca. Todo puede utilizarse a favor o en contra de los protagonistas del programa. Todo sea por el show. Así el programa no tiene complejos a la hora de emitir los prolegómenos de la grabación de un vídeo con Loles caminando en el que antes de empezar la secuencia ella se queja. Mejor, así lo meten en la trama y pintan mejor su personaje.
En eso consiste la televisión, en perfilar bien el desarrollo del enredo. Y si algo no se entiende bien, la voz en off de Luis Larrodera remata con una entonación cargada de texturas e ironías.
Pero nada fluiría en el resultado final sin el oficio de las cuatro protagonistas, pues atesoran una magnetismo en peligro de tele-extinción: la naturalidad hecha a base de una explosión de detalles que entierran poses y relegan sentidos del ridículo. La generosidad de la verdad sin demasiados filtros.
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