OPINION

Las lecciones que debe aprender 'Gran Hermano' de 'Operación Triunfo 2017'

Operación Triunfo 2017
Operación Triunfo 2017
Operación Triunfo 2017
Es la hora del tele-shippeo.

"Veo cosas que no me gustan entre vosotros, os habláis mal. Y eso, si no lo controlamos, va a ir degenerando. Somos mucha gente. Muchas horas juntos, muchas horas trabajando y, si no tenemos un poquito de cuidado, se nos va a ir de las manos. Vosotros sois una familia y, a veces, veo cosas que me dan mucha penita. Estoy detectando que no sé si os ha ido bien la firma de discos. Os ha ido bien a algunos, para daros una inyección de ánimo, pero a otros se os está yendo la pinza. Lo del otro día es un espejismo, no os va a volver a pasar, amigos, no se venden discos como hace 16 años. Volved a la Tierra, volved al trabajo, volved a la Academia de verdad, no de postureo".

Son las palabras a los alumnos de Operación Triunfo de Noemí Galera, intentando frenar cierto mal rollo surgido esta semana en la convivencia de la escuela de TVE, donde empiezan a surgir los conflictos.

Se trata de un discurso para apaciguar las aguas y aportar razones constructivas que sería impensable en Gran Hermano, un formato en el que, en vez de frenar la situación, se intentaría empujar a las disputas para generar un imparable caudal de conflicto.

Pero la televisión ya no es tan evidente como hace diez años. La audiencia busca un contenido televisivo menos obvio. Justo lo contrario que ha ofrecido la última edición de Gran Hermano, que dice adiós por la puerta de atrás. Sin repercusión. Sin que casi nadie hable de las vivencias de sus concursantes, sin que la audiencia mayoritaria conozca a esos concursantes y lo que es aún peor sin dar la posibilidad de que la audiencia se sienta identificada con los concursantes.

Los 4 principales aciertos de 'Operación Triunfo' que deberá aplicar Telecinco cuando recupere 'Gran Hermano'

Fotografía de Jorge Javier Vázquez
Jorge Javier, quizá rezando para que GH vuelva a conectar con su público potencial.

1. Retratar la sociedad de su tiempo. No quedarse en los mismos clichés 

El casting de Gran Hermano se ha convertido en un elenco de personas que no reflejan a la sociedad mayoritaria. En el reality de Telecinco no existen perfiles fácilmente reconocibles y con valores que permitan cierta evolución durante la convivencia.

Las personas que se presentan a las audiciones del formato creen sabérselas todas de GH y priorizan una experiencia vacía, que les sirva de trampolín directo a una fama fácil. Todo lo contrario de OT, que consigue un casting de referentes sociales que promueven ideales en los que es más fácil sentirse reconocido: estudian, como la mayor parte del público en su vida cotidiana, evolucionan cada semana, como la mayor parte del público en su vida cotidiana, y representan una realidad diversa.

No todos están cortados por el mismo patrón: ni son guapas de manual, ni cachas imitadores de gogó de discoteca poligonera. A diferencia de GH, la mayoría de las chicas y los chicos de OT podrían ser del barrio de casi cualquier espectador y sus diferencias se muestran desde un prisma integrador, mientras que GH se suele plasmar 'lo distinto' a través de estereotipos tan sobreactuados como desfasados. Por ejemplo, una persona homosexual tiene que parecer homosexual, como si existieran patrones cuadriculados. Pero la televisión que asombra es justo la contraria: la que se deja sorprender sin ir al perfil exageradamente previsible.

2. Ponérselo fácil al espectador. La audiencia debe sentirse partícipe

Telecinco desconfía de las nuevas plataformas sociales. Mientras que OT crece en seguimiento cada semana gracias al debate que se genera en las redes y en la emisión en Youtube, Gran Hermano se ha quedado encerrado en los canales de Mediaset. Así pierde la oportunidad de hacerse más grande gracias a los nuevos lenguajes audiovisuales, que permiten que el espectador se sienta partícipe del show.

OT ha permitido que la audiencia haga suyo el programa, permitiendo que los usuarios (y fans del show) trasteen en su redes con fragmentos que se cogen del programa. Incluso haciendo parodias con videos que hasta entremezclan a los triunfitos con instantes memorables de personajes icónicos de Telecinco, como Belén Esteban.

De esta forma, el interés por el show se multiplica. Ya que, aunque la cadena pierde el poder de gestionar los derechos de esas imágenes en las redes, al mismo tiempo consigue que los usuarios realicen gratis una campaña de publicidad impagable del programa estrella del canal. El grupo propietario de Telecinco, Mediaset, no ha permitido que Gran Hermano aproveche la oportunidad de exprimir las posibilidades de las nuevas tecnologías para que la gente se sienta tan involucrada en la convivencia del reality que sean los principales abanderados del reality, generando en las redes especulaciones y expectaciones que impulsan el interés por las tramas del formato.

3. Tomarse un descanso

Telecinco ha abusado de la fórmula de la tele-realidad hasta desvirtuar la esencia de Gran Hermano, un programa que no está agotado del todo. Pero que sí necesita un parón. Esta es otra de las claves de la aceptación social de Operación Triunfo. El concurso de Gestmusic ha desaparecido el tiempo suficiente para volver descansado y, sobre todo, con la posibilidad de encontrar un casting de personas que no están contaminados de otras ediciones del reality y, como consecuencia, intentan imitar perfiles de concursantes o crean tácticas calculadas según lo que han visto en otras ediciones con el objetivo de escalar posiciones y ganar empatías de forma artificial. Así, la espontaneidad se desvanece.

La mayoría de los integrantes del joven casting de OT están vírgenes de televisión y su ingenua ilusión se contagia, mientras que los de GH creen que por enfadarse ya están dando audiencia a Telecinco. Y no, el enfado por si solo no da audiencia.

4. Shippear. Un nuevo término, pero clave en el tele-éxito de siempre

La trama de la casa de Gran Hermano está demasiado viciada. Todo se presenta masticado al espectador siguiendo los cánones de lo que se supone interesa al espectador. Fallo, pues el paladar del público también agradece que se de margen a su elucubración. Eso OT lo tiene. Y todo el rato. De hecho, el público imagina las relaciones entre los concursantes. En OT es tan importante lo que se ve, como lo que no se ve.

La pelea vende, el morbo también, pero el público quiere concursantes que dejen volar más y mejor su fantasía, eso que se llama ahora 'shippear'. Un objetivo que se consigue mejor si el casting cuenta con personas que desprenden ilusiones terrenales, esfuerzos cotidianos y  una convivencia que evolucione -más allá del grito básico- hacia identificables tramas, que entremezclen humor, sensibilidad y referencias inspiradoras. Pero claro, para eso, hay que introducir en la casa gente con inquietudes.

Gran Hermano debería aprender de OT que los concursantes son personas, no son sólo personajes. Y, como personas, si en la convivencia del día a día se les aporta contenidos positivos y que fomenten experiencias vitales reales -más allá de fiestas de alcohol o pruebas físicas que agotan para generar conflicto elemental- se fomentará la creación de vínculos interesantes, que dejen atrapado a un espectador que quiere que la tele-realidad vuelva a ser, de verdad, realidad. Porque, en este último GH, todo daba la sensación de tan visto y previsible, que la realidad no superó la ficción. Al contrario, cualquier parecido con la realidad desprendía ser una pura coincidencia.

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