OPINION

Las polémicas de 'OT 2020': sus consecuencias más allá de la tele

Estrella Morente OT
Estrella Morente OT

Nia había sido la favorita. Y la dirección de 'OT 2020' pensó que, como recompensa, era buena idea que hiciera un dueto con Estrella Morente. Una veterana artista amadrinando y haciendo brillar a una joven promesa. Iban a cantar 'Volver'. La mítica 'Volver' que la cantante ya interpretó para la película de Pedro Almodóvar del mismo nombre. Pero, de repente, Morente se arrancó cambiando la letra.

"Ni el torero mata al toro, ni el toro mata al torero: los dos se juegan la vida al mismo azaroso juego. No trafiquéis con su alma. No le perdonéis la vida al toro bravo en la plaza. Que es humana cobardía robarle al toro su muerte a solas con su agonía", cantó.

No fue un arrebato improvisado por Estrella Morente. De hecho, el guitarrista cambió los acordes en consonancia con la cantante. Morente sabía que iba a cantar estos versos de José Bergamín, pero no avisó a nadie del programa. Ni siquiera lo ensayó previamente. Así confundió libertad de expresión con poca profesionalidad, ya que cuando participas en un formato de estas características, sustentado en el trabajo en equipo, también debe existir una responsabilidad con tus compañeros. Las canciones están minutadas para que realización, iluminación, sonido, los fondos de pantalla y la dirección de la estructura del programa funcionen al unísono y, como resultado, lo que pasa en escena se entienda y se disfrute desde casa. Para eso se ensaya, por respeto al espectador.

Estrella Morente acudía para hacer brillar a una concursante con su arte y, al final, decidió aprovechar esa confianza que le había brindado 'Operación Triunfo' para ser ella la protagonista y hacer una defensa de los toros en el prime time de TVE con estos versos que nadie esperaba y que dejaron con cara de susto y desconcierto a la novata Nia durante unos largos segundos.

Pero lo que olvidaba Estrella Morente es que, para ejercer la libertad de expresión, es importante que se entienda lo que comunica esa libertad de expresión. Y tanto los concursantes, a los que iba dirigida tal defensa -apuntando con el dedo- como la audiencia no comprendió nada de lo que estaba sucediendo. En directo, la cantante sólo quedó como una irresponsable que nublaba a Nia en un formato en el que su audiencia potencial quiere ver cómo lo hacen los concursantes.

Morente podía aprovechar tal instante para darse a conocer a nuevas generaciones, pues el público de OT es muy joven, pero decidió jugar a un apasionado revanchismo por unas declaraciones de una concursante, Maialen, que, mientras comía hace más de un mes en la academia explicó que no entendía los toros, reivindicándose antitaurina. Estas imágenes no se vieron por TVE, sólo se colaron en el directo que se emite a través del canal de Youtube. La propia Maialen está ajena a la polémica que se ha magnificado por una ruidosa minoría en el exterior y ni siquiera se percató de que este desplante de Morente iba por ella.

Morente, en cambio, utilizó el prime time de TVE para realizar su proclama taurina. Momento representativo del momento en el que vivimos, donde la intensidad de la pasión de la trinchera engulle a la profesionalidad que relativiza y diferencia los contextos. No obstante, la cadena pública debe retratar todas las realidades e incluso abrir bien los micrófonos del vivo y del directo. Así lo hizo con la ruptura del guion de una indignada Estrella Morente. Pero el problema es que nadie entendió nada en directo. Porque no era el lugar y, como consecuencia, nadie explicó los matices que otorgaban contexto para comprender que esa situación significaba una reivindicación por una historia que sucedió hace un mes en otro lugar. Quedó, por tanto, fuera de lugar, perjudicando incluso al debate sobre la tauromaquia que, con estas formas sibilinas, lo tiene más fácil para generar rechazo y detractores sobre todo entre las generaciones jóvenes.

Sólo aquellos usuarios más activos en las redes sociales y más puestos en todo lo que ocurre en torno al talent show pudieron cotejar qué había sucedido. Y, al día siguiente, llegaron los titulares. Y de nuevo 'OT' como diana de polémicas. Porque, al final, 'OT' también es muy valioso por las polémicas que provoca. Y esta edición está resultando especialmente propensa a ellas. Al fin y al cabo, las controversias que surgen en la convivencia del programa nos definen y radiografían en 2020. Hablan de lo que nos preocupa y separa y coloca esos temas en la palestra, agitando la conversación social. Bullying, machismo, homofobia, transfobia, hasta la tauromaquia...

'OT' es un espejo de la diversidad de España a través de la mirada de unos jóvenes a los que el programa les hace pensar, cuestionarse sus posicionamientos y llegar a enriquecedores puntos de encuentro que permiten prosperar. Ese es el otro valor del formato y que TVE debe valorar: mostrar lo que nos diferencia desde la ingenua rebeldía joven e incluso desde la insensatez adulta puede ser sano en este contexto, pues cuenta con una aplastante consecuencia: la discrepancia nos ayuda a reflexionar, nos permite aprender cómo somos y hasta, como país, ser más empáticos unos con otros. Y luego ya que canten y graben singles.

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