ANÁLISIS

Las preguntas prohibidas en un concurso de televisión (que se saltó 'El Cazador')

Ha existido polémica por una pregunta sobre Pablo Casado en el concurso de La 1.

Pregunta polémica de 'El Cazador' sobre Pablo Casado.
Pregunta polémica de 'El Cazador' sobre Pablo Casado.
TVE

"Si Pablo Casado ha hecho 6 másteres de 40 horas presenciales y 2 online, ¿cuál es el total de horas que ha hecho?", es una pregunta que ha desatado la polémica en tiempos de susceptibilidades. La cuestión realizada en el concurso 'El Cazador' simplemente era un juego de cálculo sin más, pero hubo aludidos que vieron suspicacias en la cuestión. El problema: se eligió como protagonista a un político en el que sus másteres han sido noticia.

Una pregunta así no la veríamos jamás en 'Pasapalabra', 'Saber y Ganar', 'Boom' o 'Ahora Caigo'. Y es que esta controvertida cuestión se salta una de las reglas clásicas de los concursos culturales: evitar preguntas de tinte político, pues este tipo de programas buscan ser de todos y para todos. Deben ser un respiro para el choque de ideologías. Mejor intentar fijarse siempre en otros matices cotidianos, aquellos detalles que nos unen. Ahí está el protocolo que 'El Cazador' ha intentado dejar atrás y  ha observado que ha ido en contra de la propia imagen del formato.

Entonces, ¿cómo deben de ser las preguntas para asegurar el éxito de aceptación de un concurso de televisión? Lo primero es que la audiencia pueda jugar desde casa. Nada de pensar en desafiar al erudito y, como consecuencia, frustrar al público masivo. Al contrario, son cruciales las preguntas que se sustentan en curiosidades. Esa curiosidad que despierta la atención del espectador, suscita inquietudes y sorprende a la vez que enseña. Además, las curiosidades tampoco las suelen tener empolladas los concursantes más cultos, con lo que todo el mundo se siente al mismo nivel en cuanto a la dificultad.

En esa búsqueda de estas curiosidades, a la hora de desarrollar el guion de cualquier formato televisivo casi siempre es importante ponerse en la posición de la imaginativa e ilusionada mirada de cuando éramos niños. Los mejores "hacedores de preguntas" de los concursos de TV se fijan en esas peculiaridades vitales que nos rodean en nuestro día a día y, en cambio, pasan desapercibidas en los ojos de un adulto. En cierto sentido, también ahí está el éxito de David Broncano: sus referentes culturales no son los obvios pero cuando los suelta en 'La Resistencia' la audiencia los ubica rápidamente. Los reconoce, aunque no se hubiera parado en ellos. Se trata de la capacidad de ver lo que está, vemos, sentimos y hasta nos afecta en lo cotidiano, pero no todos siempre subrayan.

Si esa pregunta, además de curiosa, es divertida mucho mejor. Este tipo de cuestiones-gag sirven para que los concursantes se relajen y se suelten. El humor es perfecto para desengrasar el programa en un momento tenso o hacer más divertido el inicio del show, cuando el concursante está nervioso y la comedia sirve para romper el hielo. También es una buena táctica jugar con confusiones históricas. El imaginario colectivo está lleno de ideas que, en realidad, nunca sucedieron. Al final, los concursos también sirven para desmontar mitos falsos. Romper con ideas preestablecidas genera asombro y, al mismo tiempo, el espectador se siente realizado: aprende viendo la tele. No está perdiendo el tiempo y, además, de mejorar sus conocimientos generales puede presumir de ello en otros contextos.

También es vital en los concursos en particular, y en cualquier tipo de programa de entretenimiento en general (véase 'Los Goya'), sintetizar al máximo. Las preguntas más breves son más sencillas de entender y, como consecuencia directa, el participante las procesa más rápido. Sin olvidar, que se pueda jugar desde casa intentando un lenguaje válido para todos los públicos sin necesidad que el público esté altamente concentrado frente al televisor.

En un concurso de una cadena generalista se evitan temas que puedan dividir socialmente o ser políticamente incorrectos, que puedan incomodar al espectador. Y es que los aciertos de los concursantes suelen ir seguidos de una celebración y esa celebración no puede ir detrás de un dato macabro, triste o demasiado escatológico. 

Y mucha delicadeza con los temas infantiles. Alerta roja a la hora de tratar el Ratoncito Perez, los Reyes Magos o Papá Noel. Pasa un poco como con la política. Se puede resquebrajar la magia del juego. Porque, al final, esa es la esencia de un buen concurso de televisión: participar con la ingenuidad de un niño. Cuando no conocíamos la indignación, el desencanto y la resignación y celebrábamos cada nuevo descubrimiento. Incluso sobre nosotros mismos.

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