EN PERSPECTIVA

Las tele-noticias no son para el verano

Con la H.
El concurso 'Pasapaabra' es uno de los programas más fuertes de la programación. El entretenimiento aupa los informativos posteriores. 
Antena 3

Llegó el calor, aparecieron aires de verano tras un año y medio raro, de pandemia. La audiencia quiere salir, escapar, evadirse. Y la televisión lo sufre. Pero no toda la televisión, sobre todo aquella que se ha atado a la intensidad de la actualidad como eje vertebrador de su programación. El público quiere desconectar del vaivén político. Aunque sea unas semanas.

Sin noticias realmente relevantes, ya no funcionan las 'últimas horas' que en realidad no son 'últimas horas'. Por tanto, las cadenas que mejor sobreviven son aquellas que han sabido complementar su parrilla con espacios de entretenimiento que acompañan a un televidente que se ha asustado mucho viendo la tele y, ahora, quiere una tregua con hilos de esperanza.

Así se observa como el interés baja por espacios de actualidad o infotainment, mientras que se mantienen fuertes, muy fuertes, los luminosos 'Pasapalabra' o los náufragos de 'Supervivientes'. Lo que apunta maneras de las vacaciones estivales que le esperan a las cadenas tradicionales. La estructura de Telecinco soportará mejor el periodo estival pues sus magacines pueden tirar de la materia prima del reality show de los personajes de Mediaset y huir del impacto de la actualidad que pueda o no devenir.

Pero el resto de canales deberían aprovechar las vacaciones para ir probando espacios que ayuden a romper con la rutina. El público lo necesita y a los propios grupos de televisión les vendría bien para probar ideas y dar un empujón a unas parrillas de programación muy estancadas en unos últimos años en el que asumir riesgos da vértigo en épocas de tanta incertidumbre. Como consecuencia, en estos últimos veranos las cadenas han mantenido su programación prácticamente como si fuera invierno. Sin dar un respiro a un espectador, sin romper con la monotonía, sin adaptarse con fuerza a la estación que marca el paso. Solo se nota el cambio en presentadores suplentes como mucho.

El espectador se refugia en las plataformas. Allí lanzan producciones que nos extraen de lo asfixiante del día a día, que nos animan hasta a soñar, a alejarnos de una realidad que, en ocasiones, la televisión clásica ha sobreactuado con una intensidad que ha olvidado que periodismo no es contarlo todo en trepidante directo. Al contrario, es tener la capacidad de contextualizar y narrar lo realmente relevante en directo. No todo. Porque no todo es relevante porque se pueda conectar con ello en tiempo real.

Pero queremos, incluso necesitamos, asistir los primeros a todo. Incluso cuando no hay certezas. Lo que provoca que se termine muchas veces vendiendo especulación como información. Al final, quizá, simplemente habrá que explicar que, a veces, no hay certezas. Que, a veces, hay que esperar. Incluso esperar al informativo de las tres. O la audiencia apagará por completo la tele el verano para descansar de un tono de trascendentalidad de todo que, a estas alturas del curso y de la pandemia, se hace indigesto.

Mostrar comentarios