OPINION

'Lo de Évole', la televisión que desafía

'Lo de Évole' desde casa.
'Lo de Évole' desde casa.

Menos los 'Telediarios', cualquier programa de televisión debe mantener cierto suspense. También los documentales informativos. Esta cualidad en la narración es aliada para el entendimiento del relato. No significa convertir lo noticioso en un thriller, pero sí dotar de interés y claridad a lo denso a través de esa sensibilidad que sabes que te está llevando hacia algún lugar.

'Lo de Évole' entiende la importancia de narrar por encima de contar. Su realización visual es clave en este sentido, cuidando la grabación y edición hasta alcanzar una experiencia que fusiona estética e información. Siempre con la destreza para no caer en el camino de lo obvio. Incluso desafiando el esfuerzo mental del espectador. Esto último, base en cualquier buen trabajo periodístico y cultural. 

Pero, ¿qué pasa cuando no puedes salir a tocar la realidad y decides realizar el programa a golpe de conexiones con webcam? ¿Cómo seguir manteniendo la esencia sensitiva de un documental de prime time desde casa? La respuesta es tan sencilla como difícil: atreviéndose a las ideas.

'Lo de Évole' ha abrazado el equilibrio entre riesgo e información pura y dura. El programa de La Sexta abraza el testimonio relevante que aporta a la vez que reta a los ojos del espectador.  Hace pensar. Sin necesidad de recalcar palabras.

A pesar de la complejidad de intentar enfocar lo desenfocado de una crisis que nos asfixia de miedos e incertidumbre, el equipo de Jordi Évole no ha desvirtuado su esencia de programa muy elaborado. Aunque en la actualidad se grabe más pegado a la actualidad y se realice por Skype, es coherente con la premisa del formato original que es la antítesis de la claustrofobia de un confinamiento. 

Nada de caer en las pantallas partidas. El hilo narrativo se construye, como siempre, a través de la cotidianidad. Ahora la cotidianidad de las conexiones interactivas. Sin descuidar los matices como los silencios o los sonidos del ambiente. Que están, aunque no te fijes. Incluso escuchamos el ruido de las teclas o el 'clic' del ratón. Todos estamos en el ordenador de Évole. 

El detalle por encima de lo superficial. Es lo que distingue a un buen o mal programa. Y los detalles siempre existen, también en una cuarentena. Así, como siempre, el programa no necesita presentaciones verbales. Osa a introducirnos en el tema enfrentándonos a la imagen del virus al ritmo de una sugerente base musical que encuentra la belleza en lo que nos aterra para pasar, de repente, por ejemplo, a unos simpáticos murciélagos tratados como bebés. Esto es maestría a la hora de encararnos a la realidad.

Una realidad que aún es pronto para entender con perspectiva, seguimos en shock, pero estos capítulos especiales de 'Lo de Évole' servirán como fondo documental para entender lo que paralizó al mundo y cómo lo paralizó en un desolador año 2020 que los cerebros intentarán olvidar. Pero aún queda mucho sufrimiento para eso.

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