OPINION

Lo que Ellen DeGeneres está aprendiendo de Pablo Motos

Ellen DeGeneres y experimentos
Ellen DeGeneres y experimentos

El show de Ellen DeGeneres empezó a grabarse, sin demasiada pompa, desde los estudios de la NBC en Los Ángeles en septiembre de 2003. Llegó sigiloso. Pero, poco a poco, fue redefiniendo el tono de los magazines de la televisión norteamericana.

DeGeneres restó relevancia a tres décadas de liderazgo en audiencias de los lacrimógenos y condescendientes programas de testimonios. Su formato modernizó los programas “de día”, tradicionalmente considerados como “femeninos”, para igualarlos a la primera liga de los reputados late night clásicos.

Así Ellen DeGeneres, y su equipo, instaló en la programación un avispado y luminoso show con monólogo inicial y entrevistas de primer nivel desde un amplio plató, que nada tenía que envidiar a los programas nocturnos. Hasta Obama hizo escala durante su campaña electoral en 'The Ellen DeGeneres Show'. Un formato que, además, rompía con el tono sensacionalista de sus predecesores. 

Sin plantearlo, DeGeneres logró acabar con el reinado de la gran dama de la televisión norteamericana, Oprah Winfrey, experta en salir ilesa moviéndose por las peliagudas arenas movedizas del morboso espacio de testimonios de anónimos y famosos en el que tampoco faltaban los condescendientes discursos de telepredicadora de la propia maestra de ceremonias.

Nada que ver con DeGeneres, que apostó por un show comprometido con su audiencia, con la sociedad y con la tolerancia, sin mirar a nadie por encima del hombro y en el que siempre, sobre todo, ha dado protagonismo a constructivas conversaciones sin escarbar en el sentimentalismo de usar y tirar. El humor consigue que los invitados se abran en las entrevistas por completo. No hace falta poner música de emoción de fondo para arañar lágrimas. 

También DeGeneres ha sido pionera a la hora de conectar la televisión con las redes sociales como forma de acercarse al espectador y establecer complicidad con él, siempre con comedia y creatividad (no paran de hacer memes en los que Ellen es insertada en cualquier tipo de situación ridícula). 

Y en el show, además, las celebrities de Hollywood no son las únicas estrellas a las que entrevistar. Ellen siempre ha estado atenta a las celebridades anónimas que surgen en el universo viral, siendo también pionera a la hora de crear un nuevo star system del que se nutre su programa. El equipo del espacio es rápido de reflejos en llevar al plató a aquellas personas que destacan en Internet. Si funcionan, sus apariciones se pueden estirar durante semanas, como ha sido el caso de la niña superdotada Brielle, experta en ciencia.

Y lo mejor es que todo en el programa está narrado desde una óptica positiva y natural, sin los púlpitos del viejo programa de testimonios. Pero comprometiéndose con su tiempo sin caer en la sobreactuación del show para subir audiencia. Impagable ha resultado la labor de Ellen en la lucha de la comunidad LGBTI o en la proliferación de campañas anti-bullyng.

Casi dos décadas de éxito de Ellen DeGeneres porque ha establecido un vínculo de complicidad poderoso con la audiencia. La presentadora está al mismo nivel del espectador, habla de tú a tú e incluso se atreve a hacer travesuras con su audiencia. De hecho, otra de las claves del éxito del formato es el de recuperar coloristas juegos de la televisión clásica de los setenta y ochenta en los que participan los espectadores que acuden como público. Con trompazos incluidos, que eso siempre da mucha risa. Estas pruebas son elementos dinamizadores del show y, al mismo tiempo, sirven como eficaz emplazamiento publicitario, ya que el premio viene de un patrocinador que no necesita cortar el programa con un antipático spot invasivo.

Estos juegos, a veces casi dignos de programa infantil, hacen al público implicarse con el formato. Tanto ha sido el éxito que los juegos se han terminado independizando con el programa 'Juego de Juegos', que en España presentó Silvia Abril. Aunque aquí pasó desapercibido.

La audiencia se siente parte del espectáculo de Ellen DeGeneres, un especáculo hábil que sabe, asimismo, crear historias transversales, que se perpetúan en el tiempo. Por ejemplo, Sofía Vergara pasó como invitada y terminó convirtiendo en una habitual por su complicidad con la presentadora. 

Pero el programa, ahora, sufre cierto desgaste por su veteranía. Necesita una nueva vuelta de tuerca. Y ahí parece que están siguiendo la estela de Pablo Motos y 'El Hormiguero' ¿Cómo? Intentando recuperar la capacidad de asombro del público a través de la ciencia más espectacular. En Estados Unidos, el efectismo de los experimentos se ha colado en mayor o menor medida en la televisión, pero nunca con  el frenesí del programa de Trancas y Barrancas.

Con la excusa de la promoción de un libro -su programa es un escaparate publicitario sin tregua-, Ellen esta semana ha probado este tono, más sorpresivo, dando más presencia a la espectacularidad de los experimentos en un plató, como hace el programa de Antena 3 desde sus inicios. Ahí hay una materia prima que los formatos norteamericanos no han probado con toda su intensidad en talk shows. Y esto encaja muy bien en un show creativo que ha inspirado tanto a la televisión internacional, también a la española, y que siempre ha recordado que consigue mucho más una sonrisa cómplice puede ser mucho más adictiva que una lágrima fácil.

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