OPINION

Lo que las facultades de Periodismo deben enseñar de Lorenzo Milá y sus crónicas del coronavirus

Lorenzo Milá, coronavirus
Lorenzo Milá, coronavirus

En el tratamiento del coranovirus, la televisión -y otros medios- está cayendo en la trampa del alarmismo como treta para subir la audiencia. Así, de repente, aparecen reporteros con mascarilla sin estar en una circunstancia de riesgo de contagio. Da igual, esos reporteros probablemente confunden información con caer en la imagen efectista como reclamo. Pero eso no es periodismo, es espectáculo. 

Lorenzo Milá, en cambio, como enviado especial de TVE en Milán -y sin mascarilla, claro-, está haciendo un ejercicio maestro de periodismo. Como acostumbra, también con el coronavirus: da contexto, explica y desmiente. De hecho, comienza desmintiendo. Justo lo contrario que sucede en otras compañías televisivas que se zambullen en la especulación apocalíptica. Si desmienten, el relato tiene menos duración e incluso interés.

Primero hay que desmentir lo incierto o inflado. No al revés, como empieza a ser habitual en los medios de comunicación para enganchar al espectador o lector con peligrosas técnicas para sumar audiencia que, al final, están poniéndoselo fácil a la propagación de los bulos en los que se agarran agentes tóxicos de la sociedad.

Pero, además, en esta crónica en directo desde Milán, Lorenzo Milá esconde otra estimulante lección para los estudiantes de periodismo. En la conexión en directo no está recitando un texto de memoria, como se estila. En la televisión de hoy se ve más a periodistas que hablan como bustos parlantes que han automatizado un relato y lo sueltan con una entonación clónica. Todos siguen el mismo estilo imperante con la pretensión de una narración supuestamente impecable.  

Sin embargo, Lorenzo Milá no recita un discurso memorizado. Ni siquiera busca una entonación impecable. No hace falta. No es necesario. Porque prioriza explicar con naturalidad una información que se ha trabajado previamente. Lo sabe y lo cuenta. No tiene que memorizarlo con un robot que, en el fondo, ni asimila lo que dice.

Milá divulga desde su personalidad, lo que consigue una conexión más entendible por parte del espectador. Es pedagógica. Eso es el buen periodismo, que prima traducir la realidad para ser comprendida y no se queda en la 'fastnews' de la estampa de impacto emocional. 

Milá es maestro del periodismo de autor. Tranquilo, ilustrativo, creíble. El espectador entiende porque le están explicando desde una honestidad contrastada que, aunque no se le vea en pantalla, es reconocible en sus crónicas que entremezclan intuición pedagógica y perspectiva cotejada. No busca la exclusiva, busca el aporte divulgativo de una realidad que plasma como ese fotógrafo que no sólo caza el grueso conjunto y enfoca bien los detalles que matizan cada historia. 

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