ANÁLISIS

Lo que nos ha enseñado la imitación de Flosie en 'MasterChef Celebrity'

Flosie, el pavor y la risa detrás.
Flosie, el pavor y la risa detrás.
Borja Terán

Televisión Española y Florentino Fernández han pedido disculpas por la parodia de Flosie, un personaje que no falla cada semana en esta edición de 'Masterchef Celebrity' y que, sin embargo, ha generado más indignación que carcajada hacia la tele pública. Pero ¿por qué ha decepcionado y perturbado tanto esta imitación ante buena parte de la sociedad actual?

El personaje de Flosie no aporta nada. De hecho, probablemente tampoco es comedia en pleno 2020. Porque la comedia es contestataria, mordaz, rebelde, y también debe estar en consonancia con el tiempo en el que nace. En cambio, Flosie representa un humor ya retrógrado y cruel. Que se ha hecho durante décadas, sí, pero no porque antes estuviera bien, sino porque antes no éramos lo suficientemente conscientes de lo que retrataba y fomentaba.

Este personaje se ríe "de", no se ríe "con". Y se ríe del diferente, del discriminado, del que es amanerado y tiene pluma, representándolo como alguien que da grima, que acosa a otros chicos que huyen de él porque, claro, nadie quiere estar con Flosie. Por eso Flosie corre para perseguir al chico que le gusta, Pepe Rodríguez. Pero a Pepe parece que le da asco siquiera que Flosie le dé un beso, no sea que le vaya quizá a pegar algo, y corre despavorido. Y, mientras tanto, todos ríen, a carcajadas, en dantescos primeros planos. Y así es Flosie, que debe aspirar a migajas de cariño y conformarse si un día, por fin, consigue besar a un chico aunque sea a la fuerza, sacando la lengua mientras el otro se aparta.

Esta es la perturbadora estampa cada semana. Y ahí sigue el running gag homófobo presente, pues se cree que funciona como desengrasante del show, a pesar de la unanimidad social en contra que ha generado. Y, al mismo tiempo, convivimos con noticias de niños que sufren bullying en el patio del colegio por otros compañeros que les agreden por su condición sexual, por ser diferentes. Se sienten superiores al reírse de ellos, como ese espectador que durante décadas también se ha reído del chiste del diferente.

He aquí el problema, que no radica tanto en el trabajo de Florentino Fernández, uno de los grandes de la historia de nuestra TV. El problema está sobre todo en la forma y el tono en el que se ríe el resto de integrantes del programa, especialmente los jueces del concurso. Ese tono de los que tratan con desdén lo que es diferente porque no lo entienden ni lo quieren entender. Y así se legitima una trágica realidad social desde la tele. Porque la televisión crea referentes, y hay contextos, como el bullying escolar, que empiezan como esta parodia.

Flo no tiene la culpa de Flosie. Su instinto televisivo es un valor, como ese cercano payaso de barrio que siempre ha sido. Incluso tiene derecho a equivocarse y aprender, a tomar nota, como dice en su comunicado de disculpa. Porque seguro que él mismo no se ha parado a analizar quién es Flosie y lo que simboliza. De ahí que haya pedido disculpas, porque probablemente él está desaprendiendo ahora la cultura social que nos impedía ver lo que escondía una determinada mofa. Porque, en el caso de este personaje, todos somos culpables como sociedad, pues representa de dónde venimos y lo que durante años hemos visto como aceptable. Clichés tóxicos que hemos tenido todos interiorizados, hasta independientemente de la sexualidad que tengas.

Una vez más, TVE nos retrata como somos y los prejuicios que tenemos en muchos asuntos cruciales para vivir y dejar vivir. Y la propia TVE, a pesar de tener una editora de igualdad, cae en ellos no entendiendo, con la perspectiva suficiente, lo que suponen cuando la cadena pública debe mirar estos ya rancios y dañinos estereotipos con espíritu crítico. Y enseñarnos también a mirarlos así, a no quedarnos en la superficie del cliché e indagar en el trasfondo. Ahí siempre se encuentra el límite del buen humor: en la condescendencia que nos aleja, en lugar de intentar aprender de la diversidad que nos hace más ricos como sociedad.

Los que NO han sufrido discriminación de ningún tipo, e incluso son nostálgicos de otros tiempos, dicen que 'qué piel fina' tiene la sociedad de hoy. Y sí, hay que reivindicar la piel fina, esa piel fina que antes se tenía que hacer la dura para que no le pegaran en la clase y que ahora intenta vivir su vida, sin esconderse, sin que le rehúyan, sin que nadie se mofe desde ningún desdén moral.

Por eso, lo inconcebible es que el prime time de nuestra televisión siga reproduciendo esa mofa, señalando a "los raritos" y mostrándonos a hombres heterosexuales que deben correr y escapar de un hombre gay porque si no, su masculinidad se resiente. Así, el gag deja de ser parodia y se revela como lo que en realidad es: una estigmatización de la diferencia. Y lo terrible es darnos cuenta, todos, de que llevamos años y años riéndonos de ello como si nada.

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