Lo que retrata la imagen más compartida de Ana Obregón y Anne Igartiburu en las campanadas de 2021

Cuando lo ensordecedor impide en muchas ocasiones contar y escuchar lo importante.

Anne Igartiburu y Ana Obregón durante la emisión de las campanadas.
Anne Igartiburu y Ana Obregón durante la emisión de las campanadas.
RTVE

La imagen más compartida de las campanadas es esta. La provocó la emoción del momento pero, también, los abusones fuegos artificiales que salían de detrás del reloj de la Puerta del Sol para celebrar a lo grande la llegada de 2021.

La pirotecnia explosionó como nunca. Aunque no existiera nadie en la plaza. Lo importante en esta ocasión era, tal vez, que se colaran bien los fuegos de artificio por la televisión y los altavoces y los viera y escuchara todo el mundo en España. Porque Madrid es España. El ruido, los cohetes y los petardos no permitían escuchar nada más ni continuar con la emisión. Y más que proyectar celebración, al final, lograron la más metafórica estampa de la Nochevieja. Una imagen que también en cierto sentido nos representa a todos: la de dos mujeres, de más de cincuenta años, solas y sin poder abrazarse en una noche gélida, pero a la vez unidas en una especie de mundo en guerra, donde lo ensordecedor impide en muchas ocasiones contar y escuchar lo importante.

No estamos en guerra, pero la luz de los fuegos explosionando en el cielo y las manos de Anne y Ana agarrándose fuerte ante el ruido, en cierto sentido, crearon una simbología poderosa que retrata esa solidaridad de la sociedad que existe en la calle pero que no siempre destaca los suficiente en los medios de comunicación y en las redes ante el bullicio de un enfrentamiento teatralizado que distrae. A veces, es difícil no picar el anzuelo. Pero, en el día a día y fuera de la trinchera de gallos en el corral de Twitter, la población sigue caminando intentando fijarse en lo realmente esencial de la vida y no incidiendo en odios o miedos que se instrumentalizan.

Ana García Obregón y Anne Igartiburu sabían que su mensaje en esa hora de televisión no podía ser de plástico, ni gratuito ni superficial. Había que celebrar, pero también había que ser responsables de verdad. Y ambas entendieron perfectamente cuál es el límite. La gran protagonista era Obregón pero la labor de Anne resultó trascendental: dio cobijo y calidez a su compañera en su compleja reaparición pública. La arropó y cuidó con la tranquilidad de no acelerarse hasta cuando todo parecía que se sobrevenía: una actuación esponsorizada de Nacho Cano que ya había comenzado, unas campanadas o unos fuegos de artificio más concebidos para abrumar que para compartir jolgorio.

Anne supo manejar incluso los elocuentes silencios, dando margen en una televisión que ya no suele dar mucho margen, pues todo pasa rápido y a veces ni siquiera se puede escuchar a tu compañero. No sucedió. Anne y Ana se escucharon, se miraron, se emocionaron juntas. No se podían abrazar pero se dieron calor de otra forma. Y hablaron de las ilusiones de lo cotidiano, de pasar tiempo con quienes queremos y de trabajar en equipo. Porque la vida es un trabajo en equipo.

Al final, esa imagen tan compartida, que tantas emociones ha generado, es ejemplo de empatía y sororidad frente al ruido que nos ensordece. Surgió de verdad, sin prefabricarla, por eso es tan poderosa en un año en el que las campanadas necesitaban estar cargadas de profundidad y significado. Al menos las de la televisión pública.

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