OPINION

Lo que TVE debe aprender de La Sexta (y lo que no)

Ferreras en el corazón de la noticia.
Ferreras en el corazón de la noticia.
Ferreras en el corazón de la noticia.
Conexión de 'Al Rojo Vivo' desde el Parlament.

Históricamente, TVE ha sido la televisión referente en información. Si un acontecimiento relevante acontecía, la audiencia acudía en masa a la primera cadena de Televisión Española. El público sabía que la emisora pública contaba (y cuenta) con más medios para llegar allá donde otros no alcanzaban. Sin embargo, en los últimos años, la credibilidad de TVE ha perdido fuelle por un creciente control político de sus Telediarios. Una crisis de credibilidad que ha aprovechado La Sexta, que ha encontrado su nicho como frecuencia pegada a la actualidad.

La Sexta se ha hecho con la imagen de marca de periodismo combativo. Una identidad que ha logrado gracias a una estrategia de programación constante, que no ha bajado la guardia en los grandes vaivenes políticos y sociales de los últimos tiempos.

Como consecuencia, sin necesidad de promociones o anuncios, el espectador ya sabía que sí quería seguir en vivo el referéndum del 1-O sólo debía conectar con La Sexta. De esta forma, el pasado domingo, la cadena verde ha obtenido su máximo histórico de share con un 17,5 por ciento de cuota, doblando prácticamente a la segunda opción, Antena 3.

TVE, en cambio, optó por no modificar la programación de su cadena principal, La 1, y relegar su oferta informativa al Canal 24 Horas, con una retransmisión que estaba más pendiente de gustar a Moncloa que de retratar la realidad con todas sus aristas. Lo que se ha traducido en una movilización de los propios trabajadores de la cadena.

Los informativos de TVE tienen que quitarse complejos políticos y, también, romper con prejuicios de lo que supone una vieja TV pública. Es la única forma de adaptarse a los nuevos tiempos. Y, en nuevas narrativas, La Sexta da varias lecciones para llegar a todos los públicos.

Lo que debe aprender

TVE debe aprender de la capacidad de La Sexta para movilizar toda su programación si un suceso de calado lo requiere. Tradicionalmente, la cadena pública ya lo hacía pero, en la actualidad, la tecnología permite llegar aún más lejos.

La Sexta ha demostrado inteligencia al sacar la televisión del monótono estudio al epicentro de la noticia. Situar el plató en un edificio reconocible del centro de Barcelona (la Fundació Tàpies) e incluso trasladar los informativos a pie de calle de forma literal. Sin necesidad de los viejos y elevados buses-plató,con balcones acristalados, que son como un púlpito alejado de la ciudadanía. El plató de La Sexta es la propia acera, con todo lo que eso conlleva.

En este sentido, La Sexta desplaza a casi todos sus periodistas de cabecera. Y a todos se les permite mirada propia. Hilario Pino, Ana Pastor, Cristina Pardo... No son simples bustos parlantes que leen guion. Al contrario, otorgan una textura editorial a su trabajo periodístico, lo que propicia una credibilidad extra: el comunicador no sólo comunica. también da perspectiva a los hechos con su experiencia personal. Hace preguntas y repreguntas, sin es necesario.

Se acabó el tiempo de la dictadura del presentador solvente y, al mismo tiempo, olvidable. Ese tiempo en el que prevalecían los reporteros con el mismo tono a la hora de recitar un texto de memoria. La esencia del periodismo es narrar la crónica con mirada propia para que el espectador, inteligente, extraiga sus propias conclusiones.

Y para ayudar a la hora de que el público extraiga esas conclusiones propias, La Sexta no se queda en el enfrentamiento de contertulios de previsible trinchera política y también incorpora expertos de los que es difícil adivinar ideología. Por ejemplo, Pablo Simón de Politikon.

Todo mostrado con una realización viva, que incorpora multipantalla para que el público sienta que no se pierde nada: tiene conexión en directo con los puntos álgidos. Así La Sexta consigue una radiografía con un ritmo trepidante, que supera la tradicional pieza de vídeo al uso para apostar por el reporterismo con tinte documental. De nuevo, la mirada propia prevalece sobre la noticia anodina, contada con tono indiferente.

LO QUE NO DEBE APRENDER

La Sexta no ejerce función de televisión pública. Cuenta con programas que sí podrían ser ejemplo de televisión pública, como Salvados o El Objetivo, pero la línea editorial de la emisora es de una compañía comercial que ha acotado su personalidad con una marca contundente para diferenciarse de sus rivales. En este caso, el periodismo crítico.

De esta forma, programas como Al Rojo Vivo, con Ferreras al frente, son un trepidante maratón de apasionados impactos que pueden provocar que se magnifiquen determinados acontecimientos.

El día del referéndum, la música épica que marcó el compás de las 17 horas de la emisión fue crucial a nivel de espectáculo televisivo. Aunque no era necesaria en lo que a informativo servicio se refiere. Un poco de ritmo musical en las transiciones y titulares de sumario, también en las cadenas públicas, pero sin caer en el efectismo sin tregua que convierte la noticia en una película trepidante. La Sexta, como empresa comercial, introduce elementos del show business para enganchar con más nervio al espectador.

Al final, en determinados momentos, La Sexta convierte el referéndum en una especie de reality. De ahí que también Ferreras editorialice con comentarios, que van a tono con la línea del canal e incluso se atreven a valorar el trabajo de otras cadenas. Todo este ir y venir de vehemencias crea más fervor en un público que sigue la retransmisión casi con la misma fogosidad que se escuchaban los carruseles deportivos de las emisoras de radio de antaño. Es el juego que permite la televisión comercial. Aunque, al final, existan muchos fuegos de artificio.

La televisión puede magnificar todo con sus efectos especiales (músicas, rótulos en movimiento, coreografía de diferentes señales en directo, cámaras en grúa...) para atrapar al espectador y, así, no perder cuota de pantalla. Pero, también, la historia de nuestras cadenas, públicas y privadas, ha demostrado que para traspasar la pantalla con información no se necesita más que entremezclar con intuición tres cualidades principales: rapidez de reflejos, mirada propia y, la más importante, periodismo basado en la honestidad crítica. 

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