ANÁLISIS

Los aprendizajes que deja la segunda temporada de 'Mask Singer'

Isabel Preysler en 'Mask Singer'
Isabel Preysler en 'Mask Singer'
Antena 3

'Mask Singer' es una gran idea televisiva. En su segunda temporada, Antena 3 se ha superado con un casting lleno de celebridades de primer nivel. De Bertín Osborne a Isabel Preysler, pasando por María Zurita, La Toya Jackson o la Spice Girl Mel B. Ahí la cadena ha aprobado con nota. Matrícula de honor. Sin embargo, a pesar del elenco, el programa no ha cosechado las audiencias de la primera edición. Ha perdido el efecto sorpresa y los personajes no han enganchado tanto. Lo que deja varias lecciones para que la tercera temporada vuelva a arrasar en las audiencias de una televisión en la que es complicado guisar en el punto exacto la receta del éxito.

1. No es un programa veraniego

La dinámica de 'Mask Singer' apetece más en otras épocas menos cálidas del año. El estudio es demasiado oscuro y la parafernalia de los disfraces da un calor quizá no demasiado apto con el frescor que el espectador agradece cuando enciende la tele en el mes de julio. Este curso ha sido extraño por la pandemia y se ha alargado demasiado la temporada. 'Mask Singer' debería haber terminado antes de un periodo estival en el que baja el consumo de audiencias y el público celebra platós más luminosos, coloristas y refrescantes. 

2. Voces demasiado retocadas

La gracia inicial de 'Mask Singer' es intentar adivinar quién se esconde debajo del disfraz con ayuda de la voz. Pero las voces están tan retocadas que muchas veces no parecen ni siquiera las del personaje. La idea original estaba en descubrir el chorro vocal de celebridades que nadie imaginaba que cantaban así. Con tanta producción del playback, eso queda desvirtuado y se quita mérito al casting. Se siente por la tele el programa demasiado fácil para los concursantes. No se saben ni las canciones. En muchos casos, no hacen no el esfuerzo de intentar sentirse cantantes y dar vida de verdad al muñeco que les acoge. Esa falta de implicación no es baladí, favorece una desconexión paulatina de un público que tampoco puede votar desde casa.

3. Famosos de andar por casa

El efecto sorpresa de fichaje estelar que parecía imposible ver en 'Mask Singer' es crucial. Esta temporada, el programa ha tenido grandes golpes sorpresa con gente de la alta sociedad. Muy alta sociedad. Pero 'Mask Singer' en un país como España necesita más Terelus y menos Esperanzas Aguirres para motivar al público y que sienta el programa como más cercano. En este sentido, fue un acierto contar con una profesional de la comedia como Eva Hache, pues dio una fantástica vida a su disfraz o la participación en el jurado de Ana Obregón y su forma de entender constantemente que debe hablar al espectador. Hasta con la mirada. La propia Obregón adivinó que Eva Hache estaba dentro del cactus. Tampoco es una casualidad, Obregón ha crecido en una televisión que hasta un invitado puntual debe tener una evolución en la gala en la que participa. Ella la tuvo, hasta ejercer conscientemente un colofón en el adiós del programa. Siempre pendiente de la cámara, del control de su sonrisa, de sus ojos, de no olvidarse de comunicar al público. Porque la tele sin evolución de todos sus personajes es menos tele.

4. Pistas más fáciles 

En Antena 3, como gran factoría de concursos y talents shows, tienen más que controlando la importancia de que el público pueda adivinar. No todo tiene que ser complicadísimo o el personal se desmotiva. En 'Mask Singer', hay que pretender el equilibrio entre artistas más difíciles que mantengan el suspense y otros más fáciles que generen gancho diario por ver cómo se desenvuelven. Si tienes a Isabel Preysler, quizá mejor que el espectador empiece a conspirar con que es ella pronto para que, así, disfrute más el momento de juzgar cómo canta y cómo se desenvuelve dentro del muñeco. En este caso, una gata. O de lo contrario el poder del fichaje inesperado se esfumará sólo en unos segundos, cuando se quita la máscara.

5. Escenografía

Una de las grandes quejas de 'Mask Singer' es que termina muy tarde. Se hace largo el programa y se complica llegar al momento en el que se desenmascara a la figura. No tiene sentido descubrir las máscaras siempre al final. Si se desenmascaran dos, mejor que una sea descubierta a mitad de la noche para generar un repunte de interés en el ojo del público y la gala se sienta más fluida. Pero el otro factor decisivo es la puesta en escena, que no está al nivel de 'La Voz' o 'Tu cara me suena'. Falta plasmar luminosas y vistosas historias en el escenario que den más vida emocional al inerte muñeco. Querer ver la actuación, al fin y al cabo, y disfrutar del todo el recorrido porque el show está jugando contigo y no sólo aguantar simplemente para esperar quién está debajo sin importarte el espectáculo.

Mostrar comentarios