OPINION

Los Lobos ganan el mayor premio de la historia, pero ¿cuál ha sido el peor que ha dado la TV?

Los Lobos
Los Lobos

Es un secreto a voces. Esta noche, en horario estelar (22.45h), Los Lobos se llevan el mayor bote de la historia de la televisión: 4,1 millones de euros. Pero cuál ha sido el peor premio que ha entregado un concurso en nuestro país.

Es difícil computar todas las  variables para consensuar el galardón más nefasto de todos los tiempos catódicos, pero sí hubo un desenlace del 'Un, dos, tres.. responda otra vez' que dejó en shock al país con diferencia.

España se quedó atónita. No sólo por el fatal premio, sino por cómo jugó el guion del concurso con la psicología de los concursantes. Era el arte de Chicho Ibáñez Serrador para impregnar de suspense un programa de entretenimiento. Incluso hasta que pareciera que se iban a ir millonarios cuando, en realidad, iban a protagonizar el más funesto de los agasajos.

Todo funciona en este colofón del 'Un, dos, tres' y, por eso mismo, impactó tanto socialmente. Sobre todo porque Mayra Gómez Kemp, como buena intérprete del guion, leyó con la intensidad exacta el galardón para propiciar la apoteosis de celebración para, de repente, hacer una maquiavélica pausa en el punto perfecto del texto, en el instante que decía la tarjetita "les ha correspondido una cifra mareante que nunca se ha llegado a mencionar en este programa, 2 millones de...". Así los participantes se pusieron a celebrar -pobres- y la realización mostró su alegría al mismo tiempo que cazaba el contraste de sus caras ante el giro que les esperaba. No eran dos millones y medio de pesetas, eran dos millones y medio de cerillas.

Un final sonrojante para los concursantes, pero perfecto para la televisión: en guion y en realización. A Chicho, como realizador y autor, no se le escapó ningún plano. Todas las imágenes, con comunicación verbal y no verbal incluida, narraban una historia poderosa: la del perdedor que por un segundo se sintió ganador.

Era un habitual de Serrador en las subastas del 'Un, dos, tres...' dignas de análisis e inspiradoras para la televisión del futuro. El maestro de la pequeña gran pantalla huía de planos generales para centrarse en los primeros planos de los concursantes que eran sus personajes protagonistas de la trama. Incluso repetía tales planos a cámara lenta si necesitaba incentivar la sensación de gran celebración en el ojo del espectador.

Narraba como nadie la expresividad de participantes, público y presentadores porque sabía que la emoción se transmite mejor en ese primer plano que no tiene prisa para acabar. Al contrario, disfruta escuchando lo que sucede en imagen y, así, contagia al público la efervescencia del momento.

En tiempos en los que la televisión se obsesiona con la prisa porque confunde ritmo con velocidad. Y no es lo mismo.  Estos finales del 'Un, dos, tres... responda otra vez' lo demuestran. No tienen prisa. Hasta se regodean en los silencios, expresividad y reacciones. Es la manera de dejar pegado al espectador. Porque dejar enganchado al público no depende de que la historia sea más corta, depende de la fuerza narrativa que se plasma y el vínculo de complicidad que genera. 

Mostrar comentarios