ANÁLISIS

'Maestros de la costura' y el reto del buen casting en TV

Un momento del estreno de 'Maestros de la costura'
Un momento del estreno de 'Maestros de la costura'
RTVE

Descolocar los prejuicios del espectador es uno de los grandes logros que atesora un buen casting de cualquier talent show, ya sea grande o pequeño. Una meta que 'Maestros de la costura' intenta abrazar cada año y lo más difícil: la cumple en gran medida. En el programa de TVE y la productora Shine Iberia los estereotipos sobre diseñadores saltan por los aires. El programa abre la mente de la audiencia y muestra una realidad más amplia de la que el cliché reduce, en la vida de los protagonistas y en el propio mundo de la moda. 

Ahí está lo interesante de formatos como 'Maestros de la costura' que hacen el equilibrio entre lo exagerado que el espectador ya sabe y lo que puede descubrir. El problema de este talent está en que todos hemos cantado o cocinado alguna vez, pero coser es más abstracto para un horario de máxima audiencia. Y esto no puede ser un documental explicativo de sobremesa. No obstante, 'Maestros' sabe tejer este complejo retal con los puntos fuertes que tan bien funcionan al mismo equipo en 'MasterChef'. Lo malo es que, a veces, esto propicia que se vean las costuras al formato. La dinámica suele ser repetitiva: en forma y fondo, del primer reto a la excursión a exteriores del territorio nacional. 

Por suerte, la imprevisibilidad del contrapunto de Lorenzo Caprile, como ingobernable y cada vez más cascarrabias juez -junto a Palomo Spain y María Escoté-, da brío tenso a un ir y venir de pruebas que van hilando los personajes y sus contradicciones. Tan humano, tan identificable. Hasta cuando la audiencia no se quiere identificar. En el primer capítulo de esta cuarta temporada ha destacado el sonriente descaro de Lluis, un concursante con un carácter especial que ya apunta como revelación. ¿Será el malo de la edición? Porque todo reality tiene que tener un malo entrañable que movilice la historia que pretende relatar el capítulo.

En este caso, una historia sustentada en ese toque aspiracional que despierta en la audiencia el romanticismo de la elegancia entre costuras. Más de una serie ha triunfado por este mimbre... Romanticismo que se crece aún más si hay concursantes que reproducen nostálgicas estéticas de tiempos pasados que parecen mejores. Aunque tal vez ni siquiera lo fueron. Véase el cliché manoseado del bello Titanic que no fue nada bello. 

Pero, sobre todo, la fuerza de esta competición televisiva está en que recuerda que el show de entretenimiento es el mejor trampolín para inspirar. El entretenimiento inspira mucho más que cualquier 'Telediario'. Detalle del que aún no se han enterado los políticos, menos mal. Así, 'Maestros de la costura' divierte a la vez que divulga la trastienda de la moda, poniendo en valor el talento, esfuerzo y complejidad de una industria que entremezcla artesanía y glamour. Porque los realities son una buena herramienta para aportar referentes y culturas más allá de los enfados, pullas, Pantojas y la cansina búsqueda de líderes, ganadores y perdedores. Hasta propiciando que una audiencia generalista sienta cierta curiosidad por la diversidad de tejidos. Para que luego digan que no todo se puede hacer en televisión. Todo se puede hacer, claro que sí, sólo depende de la creatividad de cómo se haga. 

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