LA REVISTA SIN LINA MORGAN

María Patiño y Lydia Lozano, vedettes por sorpresa

Aunque no tengan nada que contar, su instinto lúdico atrae la atención del prime time.

María Patiño descubre una croqueta.
María Patiño descubre una croqueta.
Borja Terán

Croqueta deconstruida, solomillo wellington con puré de patata y churros estrellados con mouse de chocolate ha sido la receta que se ha realizado esta semana en 'La última cena' de Telecinco. En esta ocasión, Jorge Javier Vázquez y Belén Esteban han sido los concursantes elegidos. Porque, ya se sabe, en Mediaset no desaprovechan una oportunidad. Si hace seis días protagonizaban una aireada polémica en 'Deluxe', ahora se exprime la resaca del tirón del lío poniendo a ambos a guisar en otro prime time. Eso sí, ya pacificados. Nuevo giro dramático a la trama.

Y ahí han estado, juntos, a la sartén, peleándose con el molde de los churros y sirviendo el resultado a sus compañeros como buenos anfitriones. Aunque en 'La última cena', como en todos los realities de saldo de Telecinco, lo que menos importa son las pruebas. Lo relevante es entretener con la viveza (o histerismo) de que el espectador se sienta colándose en la locura de vida de un abanico de personajes para todos los gustos que ya son como de la familia. Hay de todos los perfiles: la señora resabiada, el tío que apunta a la extrema derecha, la joven que ha tenido que retrasar un año su boda... y la fiestera. Ahí es cuando entra al estudio Lydia Lozano. Ella aparece, suena la música de 'Fiebre del Sábado Noche' y se pone a danzar como si estuviera en la pista de baile. Es habitual en ella. Es su seña de identidad.

Pero lo importante no es que baila, es cómo baila. Incluso mira a cámara con habilidad de vedette. Y la dirección del programa no tiene prisa en finiquitar el clímax, entiende que debe regodearse en un momento como este. Eso es la televisión: saber relamerse cuando toca, decisivo en televisión. Así se deja un buen rato a Lozano con su particular coreografía. Lo que otros pensarían que podía romper con el ritmo del programa, en realidad, lo dinamiza. Da más fuerza al espectáculo de la nada.

Porque eso es 'La última cena': un espectáculo muy vacío pero que funciona, pues lo protagonizan personajes expertos en rellenar horas y horas con sus ya personalidades marcadas. Aunque no tengan nada que contar, a su instinto lúdico no les gana (casi) nadie.

Y, claro, llega el turno de que María Patiño deguste la croqueta deconstruída por Belén Esteban y Jorge Javier Vázquez. Pero no sólo cata. Porque Patiño, como Lydia Lozano, también ha interiorizado su papel. La periodista directamente cierra los ojos, saborea un buen rato como poseída para mantener unos minutos de suspense -mientras de fondo suena la banda sonora de 'Tiburón'-.  De repente, tras un buen silencio, Patiño vuelve en sí, se levanta y grita: ¡sabe a croqueta! Fiesta, celebración y, de nuevo, música. Suena 'No dejes de soñar', himno de Patiño. Otra vez el show se regodea en la canción de marras y todos los colaboradores vibrándola. 

Por momentos, 'La última cena' parece una especie de (mal) musical. O mejor dicho: una reivención libre de 'La Revista'. Aunque sin Lina Morgan. Pero con casi la misma destreza de aquellos sainetes a la hora de reflejar un país que existe.  

En estos años, Lydia Lozano y María Patiño son las que más claramente han dejado atrás su papel de resabiadas cronistas rosa para asimilar que, en cierto sentido, son unas vedettes del reality show.  Y funciona, y da risa dentro del ecosistema de 'Sálvame' en el que tanto el equipo técnico, principales colaboradores y presentadores no se acomplejan en lo que hacen y se redimen en su propio meme para no dejar a medias al espectador. No son actrices, pero se han terminado alzando en las vedettes burlescas de la España lowcostUna involución para el teatro, un avance para la prensa rosa.

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