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'Mask Singer': debilidades y fortalezas de la gran apuesta de Antena 3

El programa recupera un superpoder perdido en la televisión actual, aunque cuenta con una edición brusca y silenciosa que corta alas a la espontaneidad. 

Leoncio.
Leoncio.
Borja Terán

'Mask Singer: adivina quién canta' ha llegado justo en el mejor día de la semana para brillar, un miércoles sin grandes alardes de competencia entre cadenas. La habilidad de este formato es que recupera uno de los superpoderes de la televisión y que se estaba perdiendo: la sorpresa. En tiempos en lo que todo se destripa en la pantalla a la caza de intentar captar la atención de un espectador sin paciencia -porque siente que cuenta con muchos impactos audiovisuales que disfrutar- , este programa atrapa la curiosidad al proponer la experiencia de jugar a descubrir qué personaje popular está detrás de diferentes disfraces. Cada celebrity está escondida en un personaje que es un muñeco. Por tanto, la gran fortaleza del show es recuperar lo inesperado en una tele que cada vez parece más pronosticable. Así 'Mask Singer' engancha. Vamos que si engancha.

Otro de los valores del espacio está en que no hay jurado. Bien. Se ha buscado otro término para distinguirlo del aluvión de talent shows clónicos y dotar de personalidad más propia a los antagonistas del espectáculo. De esta manera, los jueces son denominados como 'investigadores'. Y de primer nivel. El caché de José Mota, Malú, Javier Calvo y Javier Ambrossi. Este último consiguiendo realizar predicciones de quién se esconde con una explicación con una cadencia narrativa que ríete tú de Jessica Fletcher. 

La debilidad del programa es que sigue la estela norteamericana de talent show enlatado a través de una edición de imágenes radical, que no disimula que todo está grabado y remontado. De hecho, los primeros minutos han sido bruscos. Es más, la dinámica de insertos de sonrisas de público, reacciones de jurado y explicaciones de presentación del gran Arturo Valls a menudo se sienten forzadas porque van metidas con cortes tan drásticos y artificiales que restan esa naturalidad del falso directo imprevisible que suele premiar la cultura de visionado del espectador español. Estos cortes pretenden un ritmo trepidante, que es importante y en eso este talent funciona porque fluye rápido, pero 'Mask Singer' ganará más puntos en su evolución si es más espontáneo. Lo enlatado puede frenar su interés con el paso de las semanas. Y, en esta primera gala, hemos visto insertos que proyectaban más silencio incómodo que la alegría de acontecimiento inaudito y festivo. 

El otro punto débil del show es que como no se puede ver la expresividad de los artistas -que deberían asombrar porque no te imaginas que el popular oculto debajo de la máscara tiene un talento vocal brutal-, es el propio disfraz el que tiene que suplir esa carencia y dotar de vistosidad a la interpretación musical. Y el programa no siempre lo consigue. Esta circunstancia podría engrandecerse aportando a cada canción la travesura de un relato que dote de historia a la actuación. Vamos, que no sólo salga el concursante a cantar al escenario a lo loco. Un escenario que tampoco es muy grande. El decorado no está a la altura de 'La Voz' o 'Tu cara me suena'. Esta vez, es un plató bastante corriente con una gran pantalla de leds prototípica y una escenografía pobre. Lo que demanda más interpretación para que el carisma del muñeco y la intriga que esconde llene ese reducido escenario.

Pero, en términos generales, 'Mask Singer' funciona. Porque no se pierde en rodeos, va al grano y, sobre todo, pone al espectador a jugar a adivinar en una televisión que ya nos estaba acostumbrando a spoilear todo. Y la televisión siempre es mejor si desafía con gracia al espectador. Este talent lo consigue y ha elegido a unos buenos investigadores identificables con una audiencia tan diversa como masiva. Aunque se echa en falta más vibración real de público en el estudio -que no parezca que están interpretando de forma sobreactuadamente falsa cuando la cámara les enfoca-.  Incluso el desenlace ha sido como gélido. La edición de imágenes es fría y necesita más energía de la épica de la emoción para que el show crezca con las semanas y no decrezca hasta parecer un programa infantil demasiado blanco. Con un monstruo, un girasol con gafas y un unicornio. 

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