OPINION

´MasterChef Celebrity' arrasa en audiencia: esta es la receta de un producto redondo

Las celebridades viven intensamente 'MasterChef'
Las celebridades viven intensamente 'MasterChef'
Las celebridades viven intensamente 'MasterChef'
Las celebridades viven intensamente 'MasterChef'

Triunfó en su primera edición y parecía que iba a ser complicado repetir el éxito. Pero MasterChef Celebrity lo ha conseguido: ya es el formato de entretenimiento más seguido del nuevo curso televisivo, pulverizando audiencias. La última emisión reunió a 2.720.000 espectadores y un alto 22,1 por ciento de share. Parece que la mezcla de fogones y un buen casting de personajes populares, todos con oficio y beneficio y fuera de su área de confort, es un guiso adictivo.

El secreto del programa radica en su minucioso cocinado, con un montaje repleto de detalles. MasterChef es un talent culinario que presenta lo que ocurre a sus concursantes como si fuera una película épica, incluso recurriendo a las bandas sonoras de esas películas épicas, que se usan constantemente. Y se graba todo lo que sucede para, después, ordenar lo relevante hasta montar un puzle de imágenes que, con las piezas bien encajadas, se convierte en una vertiginosa historia que no da tregua al espectador, a pesar de tener que rellenar por obligación tres eternas horas de televisión.

Este puzle se arma no quedándose sólo en el conflicto de manual e incorporando un enriquecedor abanico de recursos: desde los susurros de los concursantes a las apostillas del jurado o las muecas sutiles ante el error de un compañero. Todo cuece y enriquece mejor un show en el que también es esencial la tensión, pero la tensión de verdad. El formato no funcionaría tan bien si no palpáramos de forma tan tangible esos momentos en los que los concursantes son examinados por un jurado duro e implacable, que sabe ser entrañable cuando debe pero que no baja la guardia en ningún momento ni permite que nadie se pitorree de los retos que hacen que avance el formato.

"Esto es peor que un casting para Spielberg", dijo hace poco Anabel Alonso, segundos antes de mostrar su plato al jurado y de romperse en lágrimas por la tensión. Luego, reconoció que era la primera vez que lloraba en televisión sin estar interpretando un personaje. Y esa verdad que desprendió el momento resultó muy poderosa. Silvia Abril también lloró al ver llorar a Anabel Alonso. Y, de pronto, las dos cómicas del programa, que tanto nos hacen reír siempre, se volvieron apabullantemente humanas y empáticas.

Es este sólo uno de los muchos momentos memorables que nos deja cada entrega de MasterChef Celebrity. Junto con lo identificable del entorno -los fogones son un ámbito reconocible, pues todos comemos y algunos incluso cocinan-, la versión Celebrity suma la poderosa pócima de que son artistas fuera de su ámbito laboral. La mayoría, está acostumbrados a manejarse en un plató pero aquí terminan compitiendo bajo una presión que les descoloca, pues tampoco quieren defraudar a su público y se lo toman muy en serio. Incluso estudiando trucos gastronómicos horas y horas fuera de la grabación.

Silvia Abril juega en 'MasterChef Celebrity'
Silvia Abril, maestra en instinto televisivo.

Muestran otra cara de sí mismos. Se les ven interesados en superarse en cada prueba de verdad y, encima, al ser profesionales de la tele, tienen las tablas para llenar los vacíos de silencio que se producen en la grabación, ya sea mientras están cocinando contrarreloj o entre prueba y prueba, Jose Corbacho, Silvia Abril o Anabel Alonso amenizan la situación y también desafían con su gracia a un jurado que, pinganillo en oído, sabe que no pueden saltarse demasiado su papel de tipos duros o se les desmadrarán los concursantes y el público no viviría el concurso con la misma tensión. Tensión que no impide que los aspirantes irradien igualmente un buen rollo de trabajo en equipo y compañerismo, algo que también gusta y reconforta al espectador.

En general, el acierto de MasterChef España está en que ha definido muy bien sus personajes desde el principio. El jurado juzga y, por otro lado, Eva González ha establecido su figura como guía complice, que sirve de unión entre concursantes y espectador, logrando una característica que sólo transmiten los grandes presentadores: comunicar con sólo una mirada. Porque en MasterChef es habitual entender a González incluso sin necesidad que diga absolutamente nada.

Un formato redondo que, en España, se ha producido con una artesanía televisiva prodigiosa para hacerlo sostenible de cara al interés de la audiencia y, también, de su rentabilidad. TVE financia el programa con ayuda del patrocinio cultural de El Corte inglés (el supermercado del decorado no disimula el logotipo del hiper de los famosos grandes almacenes) y electrodomésticos Bosch. Aunque, además, la marca culinaria MasterChef se ha convertido en un influyente paragüas, atractivo para los anunciantes, que acoge multitud de productos, desde libros de recetas hasta clases de cocina o campamentos gastronómicos para niños. Ser 'producto oficial de MasterChef' es el atajo de colarse como 'publicidad' en una RTVE sin publicidad. Ya se sabe, la cocina tiene mucho tirón. Más aún cuando está envuelta en un trepidante show en el que a las soñadas e idolatradas celebridades se les quema el guiso como a cualquier terrenal televidente de a pie.

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