OPINION

'MasterChef', el escaparate publicitario perfecto que marca el paso hacia el futuro

Jurado 'MasterChef'
Jurado 'MasterChef'

¿Está todo inventado en la publicidad a través de la televisión? La televisión ha perdido ingenuidad. También el consumo de su publicidad. El público está más inmune que nunca frente a unos ‘anuncios’ que intentan sorprender sin demasiados riesgos. La publicidad ha ido aprendiendo límites por delimitar. 

En televisión, las pausas publicitarias siguen y seguirán siendo importantes, pero hay que indagar en otras estrategias publicitarias para hacer más sostenible la relación entre espectador, anunciantes, programas y la sostenibilidad del negocio audiovisual.

Al final, la mejor publicidad televisiva es la que cuenta una historia dentro de esa serie o programa. O lo que es lo mismo: está dentro de la esencia del formato televisivo, sin ser una acción invasiva y sin engañar a nadie.

En este sentido, programas concurso como 'MasterChef', 'Maestros de la Costura' o 'Masters de la reforma' son el escaparate perfecto para marcas publicitarias que aparecen de manera orgánica durante la competición.

En 'MasterChef' no sólo es recurrente el nombramiento del proveedor de alimentos, la marca de los electrodomésticos o las materias primas que utilizan los concursantes, también el concurso da visibilidad a las localizaciones en las que se realizan las pruebas. Siendo una vitrina publicitaria inmejorable que paradójicamente emite desde una cadena pública sin publicidad.

Pero las cadenas comerciales irán avanzando en este camino de la publicidad integrada en la historia que narra el programa para sobrevivir a los nuevos consumos, donde los cortes publicitarios diluyen su poder. La legislación también debe facilitarlo. 

En Estados Unidos, los guionistas de Ellen DeGeneres o Jimmy Kimmel son maestros en convertir anuncios en delirantes gags que, además, cuentan con un increíble valor añadido para las marcas: no sólo están pensados para su consumo instantáneo y caduco en la emisión tradicional de televisión clásica, también están ideados para pervivir en las nuevas plataformas sociales.

Sin miedo a una segunda vida en Youtube que potencia la viralidad a través de todas las redes y multiplica la acción de la campaña. Es la publicidad que el espectador comparte en sus perfiles o muros porque no es sólo publicidad. Es un golpe de guion.

Así, por ejemplo, Jimmy Kimmel llegó a vender zapatos jugando con los transeúntes, en pleno Paseo de la Fama. No queda atrás Ellen DeGeneres, pionera en estas lides, que lo mismo planea pruebas, por sorpresa, entre clientes de unos centros comerciales de carretera o te crea un espectacular sketch junto a Sofía Vergara, como esta campaña de publicidad que terminó convertida en una gamberrada de colegio mayor:

Es la anticampaña para las empresas más conservadoras pues la artista, en este caso Sofía Vergara, no sale perfecta, acaba manchada y el producto termina embadurnado y feo, justo lo contrario que busca la vieja publi. Sin embargo, es una perfecta idea para que esta marca, a través del chispeante (y pringoso) humor, conquiste la complicidad de la millonaria legión de seguidores de Ellen que se desternillan, una y otra vez, con tal spot.

Es la publicidad que no es una incómoda y previsible interrupción. Al contrario, es infalible porque se integra en el tono e historia que narra el programa. El espectador sabe que es publicidad, pero no la ve como un obstáculo antipático del visionado porque está justificada en el relato, lo que hace a la mención publicitaria más poderosa, más infalible, más empática.

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