Una edición muy competitiva

'MasterChef' y en qué nos iba a cambiar el confinamiento

El programa de TVE ha emitido la primera grabación de la competición tras dos meses de confinamiento.

Andy, en su papel de malo de 'MasterChef'
Andy, en su papel de malo de 'MasterChef'
Borja Terán

No parece que la sociedad haya cambiado mucho después del tiempo de confinamiento. Al menos, en sus trazos gruesos. Los ruidos del odio siguen sonando igual. Los ecos de la toxicidad hasta se escuchan con más fuerza. Incluso los depredadores se intentan aprovechar de la incertidumbre y la urgencia. Como siempre.

Somos menos en conjunto, pero el individualismo sigue asomando en una época en la que la sociedad ha evidenciado justamente lo contrario: la importancia del trabajo en equipo, de la solidaridad colectiva para que la humanidad prospere.

La pregunta repetida estos meses de "¿Nos cambiará todo esto?" aparenta tener respuesta: parece que no. Somos demasiado olvidadizos, especialmente para lo malo. Pero ojalá esta percepción que proyectan las trincheras, sobre todo políticas e ideológicas, no sean del todo ciertas. La vida no va de bandos. La realidad social cotidiana no los tiene.

Y, como la televisión es un retrato de lo que somos, permítame la frivolidad, ver 'MasterChef' puede ser una especie de termómetro para observar si el confinamiento ha cambiado en algo o no a sus participantes. Un poquito, al menos. Los aspirantes han tenido que convivir aislados durante los dos meses que el programa ha paralizado las grabaciones por la crisis sanitaria. Dos meses más de lo previsto en el plan de rodaje: encerrados, cuando no se llevaban precisamente bien. O eso parecía por la tele. Complicada situación.

Este lunes, 'MasterChef' ya ha emitido la primera gala grabada tras la cuarentena. Las novedades: guantes, cierta distancia de seguridad y unos participantes con unos personajes, a priori, más dulcificados. Lo que necesitaba el programa para generar vínculos más empáticos entre los aspirantes y su audiencia. En estas semanas, han estado en contacto con la familia -no físicamente- y han podido replanificar su estrategia. Saben o intuyen la reacción del público y han podido disminuir la intensidad de sus caracteres exagerados. En los primeros momentos, de hecho, ha dado la sensación de que han retornado como intentando ser más queribles en un programa que la competición tan agresiva estaba fagocitando cualquier ápice de compasión del espectador, a diferencia de otras temporadas.

Y este clima de cierto positivismo también ha sido jugado por el talent con un entrañable reencuentro con sus seres queridos (sin tocarse, claro) tras meses separados de ellos. Esta aparición sorpresa ha servido al talent para ganar tiempo con testimonios en primera persona (dignos de 'El diario de Patricia') sobre cómo ha sido  la vida de los participantes. Hasta se ha visto un vídeo casero que mostraba su confinamiento con un tono de hermandad, concordia y hasta un punto festivo.

Pero rápido, en la prueba en equipos en exteriores, todo ha saltado por los aires: de nuevo el choque del ego sin piedad ha regresado al talent. El show de la disputa ha adelantado al provechoso todos a una. Y, lo que es peor, parece que el programa lo premia. Es un reality, dirán; no es una ONG, añadirán: Andy, José Mari y Juana pinta que esto lo tienen claro.

Aunque, en otras etapas, 'MasterChef' era más un ejercicio de colectividad, colectividad apasionada, pero colectividad. Con sus personajes con un buen aliño de culebrón, aunque siempre con un punto de inspiración reconfortante para el público. Sin embargo, en esta última edición, pesa menos el talento para la gastronomía (no asombran por sus artes culinarias) y destaca más la egolatría de estrategas con moral cuestionable con los que es complicado, por no decir imposible, identificarse. Y en eso, al final, parece que el confinamiento no les ha cambiado. 

Claro que 'MasterChef' triunfa por su épica de la competición y sus disputas pero, también, porque como audiencia necesitamos referentes constructivos a los que querer parecernos en la televisión. Existen, claro que existen, pero qué difícil es encontrarlos.

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