OPINION

'Masters de la Reforma': por qué ha fracasado el 'MasterChef' de bricolaje

El jurado de 'Masters de la Reforma'
El jurado de 'Masters de la Reforma'

Masters de la Reforma' no ha funcionado, el talent show que pretendía fusionar la esencia del éxito de  'MasterChef' con el mundo del bricolaje no ha trascendido ni en audiencias ni en influencia social.

Su principal error es que se apostó por una espectacular dinámica de show gigante que, al final, hacía más complicado seguir el hilo del relato. Porque había demasiados concursantes a los que conocer, porque había una extensa duración de cada emisión y porque, como consecuencia, había pruebas inmensas en las que era fácil perderse. Y ahí ha estado el  fallo decisivo: un programa de reformas fracasa si el espectador no ve de un golpe de vista el contraste entre el antes y el después de la obra.

En 'Masters de la Reforma' había efectistas pruebas para rehabilitar localizaciones en hermosos exteriores reales. Incluso han viajado a París en la final, pero no se ha proyectado bien esa postal de ensueño a la hora de plasmar la emoción del resultado de la obra.  Es más, el desenlace parece hasta cutre. 

Tampoco ha ayudado la anomalía del largo prime time español. Se ha repetido la estructura de un 'MasterChef' sin anuncios en TVE. Error, Antena 3 sí cuenta con publicidad y, por tanto, era más fácil desligarse de una historia que, encima, trata un tema más hueso para la audiencia que cocinar o cantar. Porque todo el mundo, quien más quien menos, ha cocinado o cantado alguna vez. Otra cosa es tirar tabiques. 'Masters de la Reforma' intentaba remediar esta circunstancia de su materia prima de cemento y manitas con algunas pruebas más sencillas, como colgar un cuadro o decorar una estancia.

Sin embargo, tanto juego ha diluido el interés por un talent show que se hacía largo porque no ha dibujado con rotundidad el proceso de la competición en el ojo de la audiencia. Sobraban pruebas, de hecho.

Aunque el formato se ha esmerado en plantear bien las personalidades de sus concursantes, no ha cuidado la empatía que genera la superación de ver a congéneres alcanzar sus objetivos y hacerlo cada vez mejor. Menos aún si no se difunde por la tele el asombro del choque que supone cómo un lugar desastroso muta en un paraíso fotogénico tras la artesanal obra.

Otro fallo es que las pruebas de plató no lucen. No dejan de ser decorados. Obras en cubículos que no favorecen el ensueño de querer una casa así. Da la sensación que es un concurso para ser el mejor escaparatista de Ikea o Leroy Merlin. Y eso no es la vida real que propicia que el espectador se indentifique con el cometido de los masters de la reforma porque alguien vivirá en el proyecto que están ejecutando. 

Final Masters de la reforma
Habitaciones que parecen escaparates de Ikea, lo que resta posibilidad de identificación

Las reformas no parece que casen con el estirado prime time español donde, un programa de estas características, debe rellenar de tramas accesorias que despistan más que enganchan. Y, por tanto, pierde el sustento de su éxito: que el público sienta que mientras sigue el show se va inspirando ideas realistas y accesibles para redecorar él mismo su casa... e incluso su vida.

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