OPINION

Adiós a Lolo Rico, la creadora que nos hizo más libres a través de la imaginación televisiva

Lolo Rico
Lolo Rico

Hubo un tiempo en el que los programas infantiles fueron el resquicio por el que se colaba la libertad a través de la televisión del sistema. Lolo Rico aprovechó esa oportunidad para hacer su propia revolución con la imaginación.

Curtida como escritora de cuentos infantiles y después de trabajar en Radio Nacional de España, Lolo dio el salto a la televisión como guionista de espacios para niños como La casa del reloj, donde coincidió con Gloria Fuertes. Entonces, las mujeres creadoras eran relegadas, con cierta condescendencia, a la programación infantil que, en una sociedad machista, era "una perfecta cosa de chicas". Y ahí empezó a crecer una nueva tele. Ya no había marcha atrás y, en 1981, TVE dio a Rico la dirección del brillante La cometa blanca. Era el germen de La Bola de Cristal, que estaba a la vuelta de la esquina y que se convertiría en uno de los grandes formatos de la historia de la televisión. Un programa que fue posible con la excusa de ser un proyecto "infantil" aunque, en realidad, era todo un retrato de una sociedad que pretendía ser libre.

Fue el 6 de octubre de 1984 cuando la primera cadena de Televisión Española estrenaba aquel programa infantil que no caía en el estigma de lo infantil. Nacía un hito de la televisión al grito de “¡Viva el mal, viva el capital!”, una afirmación, de una caricaturesca bruja llamada Avería, que parece imposible a día de hoy en la pequeña pantalla.

Y es que La Bola de Cristal aterrizó en TVE para transgredir y romper esquemas a través de algo tan sencillo y fascinante como… la inteligencia. Dividido en cuatro segmentos ideales para consumir juntos o separados (Los electroduendes, El librovisor, La Banda Magnética y La Cuarta Parte), el formato desmontaba el tipo de televisión que hasta entonces se había hecho para los niños, con un programa que, como cualquier crío, era travieso y contagiaba una ilusión genuina.

La Bola de Cristal tenía muñecos, sí, pero no eran los muñecos ñoños y pizpiretos de siempre. Aquí se invitaba a aprender a vivir una sociedad más crítica, más inquieta y más libre. Tan valioso y tan olvidado.

Políticos (el primer invitado del programa fue el alcalde de Madrid Enrique Tierno Galván), periodistas (como Pedro J. Ramirez) escritores (como Fernando Savater) o músicos (como Bernardo Bonezzi, que se autoentrevistó) eran convidados al espacio. La propia Lolo Rico, directora y alma de este programa, realizaba alguna de estas hoy míticas entrevistas. Lo hacía junto a su pato, al que pretendía instruir y que resultó clave durante los cuatro años de emisión de La Bola. Y, en semejante contexto, con pato inclusive, los entrevistados divagaban de forma distendida sobre los engranajes de la sociedad y hablaban a los niños con la sabiduría que merecían.

Pero La Bola de Cristal no era un programa solo para niños. Era mucho más que eso: era un brújula que buscaba, con inusitada pasión, el norte de un país que ya pasaba la “edad del pavo” de la democracia. Así Rico realizó una radiografía autocrítica de su tiempo (y del futuro que se dibujaba a la vuelta de la esquina). Es más, muchos de sus vídeos de crítica a la credibilidad de la política y la economía siguen vigentes.

Cada programa era un cajón desastre apasionante: personalidades del campo de la cultura, política o sociedad, temas musicales con “sonido pregrabado” (que Lolo Rico descubría gracias a su peluquero apasionado de la música de 'la movida'), ácidas situaciones teatrales protagonizadas por actores sin complejos para enseñar grandes clásicos de la literatura, píldoras ilustradas con sabios consejos (“¿Por qué ni lo intentas?” / “Si no quieres ser como ellos, lee“), ContraTelediarios con mordaces informaciones cotidianas sobre parados o episodios de series ya por entonces míticas como La Pandilla, La familia Monster o Embrujada.

Todo aderezado por la mirada contestataria de los Electroduendes. Porque el programa no temía lo políticamente incorrecto, concienciando sobre cuestiones cívicas, ecológicas y hasta sobre la propia televisión. “Tienes quince segundos para imaginar; si no se te ha ocurrido nada, a lo mejor deberías ver menos la tele”, sentenciaban sin miedo a tirar piedras contra sus propios televisivos tejados. 

Sin grandes presupuestos, los decorados se transformaban a diario, se experimentaba con la tecnología de la época y sobre todo se jugaba con las ideas. Se pensaba en grande.

Era televisión de autor, que Lolo Rico ejemplificó con su osada capacidad de tomar el pulso a su sociedad e incluso adelantarse a su tiempo con una mirada feminista que supuso la modernización de la televisión en España. Una televisión que no se quedaba en lo obvio.

Decía Lolo Rico que se le ocurrió la mítica frase del programa "solo no puedes, con amigos sí" porque a la hora de trabajar en televisión se percató de que La Bola era la unión del trabajo de un equipo de dispares profesionales. Y que, al final, todo era mejor, todo era posible, unidos. Todo era mejor juntos, en nuestra pluralidad.

Así, en equipo, juntos, La Bola de Cristal logró una televisión pública que reseteó moldes predeterminados y, al mismo tiempo, se atrevió a promover valores sobre la amistad, la solidaridad y la importancia de soñar con los pies en la tierra. "¡Viaja con la imaginación, lee libros!" Y eso, a algunos, daba mucho susto.

Era la televisión comprometida, a su manera, con su sociedad a la que supo entretener mirando a lo importante de su esencia: de lo cotidiano a lo artístico, abriendo la televisión a la música que se empezaba a escuchar en la calle, sabiendo encontrar el talento emergente (el programa no sólo contó con artistas como Alaska, Pedro Reyes, Santiago Auserón o Gurruchaga, también fue una de las primeras oportunidades de Anabel Alonso en TV, por ejemplo) y entendiendo que para crecer había que atreverse. E incluso equivocarse. 

Lolo Rico siempre representará a la creación que entretiene pero, a la vez, despierta inquietudes, potencia la curiosidad, inyecta imaginación y, encima, consigue que reflexionemos sobre que no tenemos que creernos todo lo que nos cuenten por la tele. Porque, con La Bola de Cristal, también entendimos que no siempre ganan los buenos.

Mostrar comentarios