OPINION

Nicolás Maduro, experto en el arte del espectáculo televisivo

Nicolás Maduro Jordi Évole
Nicolás Maduro Jordi Évole
Nicolás Maduro Jordi Évole
Nicolás Maduro intentando seducir a Jordi Évole.

Lo consiguió. Jordi Évole ha logrado entrevistar a Nicolás Maduro en el propio Palacio de Miraflores. Una entrevista que se emitirá por fascículos. Será en dos programas especiales. Y la primera entrega ya ha llegado esta pasada noche de domingo a La Sexta. 

Una vez más, el acierto de Salvados es que es hábil a la hora de trazar, sólo a través de las imágenes y sin necesidad de locución alguna, el perfil del invitado. En este caso, plasma con astucia y un pelín de silenciosa ironía la larga espera de Évole, aburrido, mirando al móvil, en una larga jornada en la que el Presidente de Venezuela no aparecía.

Évole, Maduro, Salvados.
Évole esperando a Maduro.

Évole aparece sentado en una sala-plató, presidida por Simón Bolívar y preparada ya para la grabación con dos grandes focos. Un rodaje en el que el programa no oculta que existe una especie de overbooking de más gente de lo normal. No sé sabe muy bien la función de los convidados vigías. Pero, por momentos y por la multitud, parece que todo está listo para el arranque de un concierto de un festival de música indi

Maduro, Évole
La cámara sigue a Maduro de camino a la sala donde se realizará la entrevista.

Y, como en un buen concierto, el paso siguiente es "conectar" con los pasillos, el llamado backstage, donde el artista realiza su camino del camerino hasta el escenario. En este caso, el artista es Maduro, claro.

Salvados muestra el recorrido de Presidente de Venezuela por la trastienda del Palacio hasta llegar al set donde se realizará la entrevista. Por supuesto, ya allí, in situ, el líder se permite opinar de la poca iluminación de la mesa colocada para la grabación. Un gesto que también recuerda a las grandes folclóricas de la historia de la televisión. Sara Montiel, por ejemplo, no dudaba en opinar de los focos. Ella no se cortaba con tal de salir espléndida en pantalla.

Salvados, Maduro, decorado
Mesa para dos.

Tampoco se ha cortado Maduro, que no ha disimulado la adrenalina de sentarse delante de una cámara de La Sexta y, especialmente, de Jordi Évole. El líder venezolano, curtido en televisión -donde tiene púlpito fijo-, ha intentado controlar los tiempos e incluso ha interrumpido la charla para un café. Todo a su campechano ritmo. Y, todo, lo ha ido mostrando el programa con la naturalidad en la que ha sucedido. 

Es el superpoder de Salvados: un programa que se adapta como un guante a las necesidades de cada circunstancia o temática y que, en la edición protagonizada por Maduro, ha  entendido la importancia de dibujar un minucioso perfil de este controvertido protagonista. Un político acostumbrado a la televisión, rodeado de su séquito, intentando contestar con una gran sonrisa las preguntas de un periodista que ha hecho los deberes y está bien documentado.

Nicolás Maduro en Salvados
La importancia de los encuadres (que hablan mucho) en Salvados.

Salvados, además, acierta al introducir determinadas píldoras de contexto, que aderezan la charla y que otorgan mayores armas para la compresión posterior de un espectador que se va a enfrentar a un político que controla demasiado los compases televisivos.

Así el programa alcanza su cometido, ya que entrega a la audiencia un valioso documental de imágenes, preguntas, silencios y sonidos del encuentro entre Maduro y Évole. Todo hilado con un consistencia suficiente para que el espectador extraiga sus propias conclusiones. El espacio no necesita ningún aderezo extra. Salvados desmonta las trampas populistas del "show" de Maduro con el vigor de la imagen, su imagen.

Évole, Maduro, Salvados
Évole pensando "esta sala está más llena de soldados de lo que parece".

Nicolás Maduro no sufre un interrogatorio, como él mismo creyó. Eso tal vez era demasiado obvio para el formato de Évole, Salvados ha hecho algo más brillante: que su personalidad traspase la pantalla casi como si el propio espectador estuviera colándose en el Palacio de Miraflores. Y ese es el valor añadido de una entrevista que emitirá su apoteosis final la próxima semana y donde volverá a verse a Maduro encuadrado por cámaras que desvelan con el primer plano de la transparencia, la verdad y la mentira, de su caracter.

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