OPINION

'OT 2017', el triunfo de una generación de padres

Amaia de OT y su madre
Amaia de OT y su madre
Amaia de OT y su madre
La madre de Amaia poniendo orden al equipaje de su hija en la academia.

A pocos minutos de terminar la final gala, justo cuando Amaia se corona como ganadora de OT 2017, el padre de Alfred saca una videocámara de algún lugar de su privilegiado asiento en la grada de público del decorado del programa. Nada de grabar con un discreto móvil o realizar una Instagram Storie, no. Él directamente apunta con una videocámara casera, bien grande, como las de antes. Y se pone a grabar. Todo. Quiere tener su propio recuerdo y rodarlo a su manera, aunque lo estén emitiendo en alta definición por la televisión. Sabe que su grabación tendrá algo especial, su propio punto de vista.

El padre de Alfred inmortalizando con su videocámara cada instante de la rueda de prensa.
El padre de Alfred inmortalizando con su videocámara cada instante de la rueda de prensa.

Minutos antes de arrancar la gala, Roberto Leal se acerca a su madre. También, como los familiares de los finalistas, ha acudido para ver la final que presenta su hijo. El animador de público, Mateo Vergara, observa el encuentro entre presentador y mamá. Rápido de reflejos, coge a la madre de Leal y dice, venga, cruza la pasarela. Y la madre corre hacia el escenario. Y la madre cruza la pasarela. Y la madre va saludando a los espectadores situados en los fosos a los pies del escenario, dándoles la mano, feliz, como fuera un concursante más.

Dos días antes de la final, la madre de Amaia acude de visita a la academia, como el resto de los familiares de los finalistas. Al abrir el armario de su hija, la querida y magnética ganadora de esta edición, no puede disimular el desorden que cobija dicha leonera. Como buena madre, le da igual que todo lo estén emitiendo, en directo y por Youtube, un buen puñado de cámaras. Así que organiza el armario e incluso pide a la buena de Amaia que, por favor, ponga la lavadora ya mismo. Es como la madre de todos. Es auténtica. Y Amaia, también como cualquier hijo, se sonroja. No sabe dónde meterse. 

El día después de la final, en la rueda de prensa con los finalistas y la ganadora, los familiares observan desde una grada del plató como sus hijos atienden a más 100 medios de comunicación. Ahí sigue el papá de Alfred, con su videocámara. No se le escapa ni un encuadre. Todos, juntos, observan en segundo plano, con una discreción apabullante, pero que al mismo tiempo evidencia que están ilusionados con el éxito del conjunto de los miembros de la pandilla de OT y no con el triunfo de cada uno de sus pupilos en particular.

Antes los periodistas, cuando Roberto Leal recupera la actuación de Amaia en la final, versionando Miedo, a la madre de Aitana se le escapa un gesto de emoción ante el colofón de tal interpretación. Dos filas más abajo, el propio hermano de Amaia sonríe con gran luminosidad, pues su hermana acaba de decir a los medios que siempre le pedirá consejo. Confía en él y en su forma de entender la música. Porque ella es fruto de él, y probablemente también él es muy fruto de ella.

Porque el éxito de OT 2017 también es el triunfo de una generación de padres y familias muy estructuradas, que han educado a sus hijos en un ambiente de creatividad, responsabilidad y curiosidad. Los finalistas de OT son claro reflejo de sus padres. De hecho, son tan auténticos como sus padres y han crecido en una sociedad con familias comprometidas con la formación y la importancia de despertar inquietudes desde pequeños.

El casting también representa esa realidad de familias con objetivos claros y emociones ordenadas. Y sus hijos suponen perfiles muy valiosos en televisión, ya que crean referentes interesantes, por lo aspiracional y por lo estimulante que supone para las audiencias jóvenes que congrega este tipo de programa.

Un casting de la Academia que representa una realidad social pero, sin olvidar, que no es representativo del panorama de las escuelas, donde no todos los alumnos han crecido en enriquecedores contextos contextos y donde no todos cuentan con núcleos familiares inspiradores.

Los concursantes de Operación Triunfo venían ya de casa con un talante aprendido que ha supuesto un éxito televisivo porque, además, ha tomado el pulso a la diversidad social de un país tolerante. Incluso produciendo un interesante y crucial recambio generacional. Porque estos padres también aprenden de sus hijos, unos hijos con una mochila más vacía de prejuicios que las generaciones que les precedieron. Unos jóvenes donde se intenta aprender de la diferencia y no menospreciar o tratar con condescendencia al diferente. 

Y sus padres no parecen ansiosos por ver triunfar a sus hijos. Ni necesitan vender historias de superación o dar pena. Al contrario, al ver la forma en la que observaban a sus hijos durante toda la emisión de la última gala o en plena rueda de prensa final del programa, da la sensación de que estos papás y mamás disfrutar del talento de sus hijos de una forma luminosamente constructiva. Son, en definitiva, un reflejo de sus hijos. Son inspiradoramente auténticos. De tal palo, tal sociedad. 

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