OPINION

Por qué es tan importante Rosa María Sardá para la historia de la televisión

Rosa María Sardá en 'Ahí te quiero ver'
Rosa María Sardá en 'Ahí te quiero ver'

"Mi sentido del humor no se acaba de entender en este estrambótico país", dice Rosa María Sardá a Jordi Évole. La reflexión surge porque el periodista de La Sexta desvela que empezó a tener interés por la tele gracias al programa 'Ahí te quiero ver'. Ella sonríe, pero a la vez con una cara de cierta sorpresa. No le suelen recordar este espacio que presentó en TVE. Quizá porque determinada televisión de entretenimiento se sigue considerando menor.

Pero no. 'Ahí te quiero ver' es uno de los grandes formatos de la historia audiovisual española que demuestra que nuestra tele no siempre ha llegado tarde. En ocasiones, incluso ha ido por delante de los norteamericanos, atascados en la rigidez de sus masculinos late nights.

'Ahí te quiero ver' representaba lo contrario: el gran show de comedia en prime time que entretiene mientras aporta. Rodado en los estudios de Sant Cugat -y lo repetían todo el rato con orgullo-, este formato se atrevía a jugar con las ideas con una destreza aplastante. Y sin miedo a la corrosión de la ironía. Cada semana, el formato se adaptaba a una temática. Es más, se customizaba el decorado a tono. Lo mismo se montaba una selva con un avión caído a lo 'Lost' que una sala de cine con barra de bar o una casa del terror con armadura y chimenea. Los atmosféricos ambientes, que eran una explosión de atrezo, acogían sketches cómicos, actuaciones musicales y a los propios entrevistados que eran referentes sociales. De hecho, las entrevistas vistas hoy cuentan con un gran valor documental.

Pedro Almodóvar, Ernest Lluch, Terenci Moix, José Manuel Lara, Emilio Aragón, Camilo José Cela, Lina Morgan, Luis García Berlanga, Pedro Ruiz... grandes nombres pasaron por un plató en el que Rosa María Sardá lo mismo conversaba con un científico que interpretaba carismática a multitud de personajes que radiografiaban a la sociedad con espíritu crítico. También a la propia presentadora, que aguantaba las críticas de un monigote virtual que dejaba caer lo que no salía del todo bien durante la grabación... como cuando en el primer programa Sardá miraba en exceso los folios con las preguntas. La imperfección es parte de la perfección del personaje.

Rosa María Sardá, todoterreno. No han existido más presentadoras con su arte hecho carácter, que transformaba con tanta astucia el guion en admiración. 'Ahí te quiero ver' era orfebrería de atrevimiento televisivo. Un formato pionero incluso a la hora de utilizar los rótulos. Pero no con la obviedad de sólo poner el nombre del invitado. Los letreros se usaban sobre todo para describir al público en la grada del estudio -o a la propia Sardá- con alguna maldad. Se enriquecía de esta manera la experiencia cómica.

Rótulos ahí te quiero ver
Rótulo al público de 'Ahí te quiero ver´
Rótulos 'Ahí te quiero ver'
Rótulos 'Ahí te quiero ver'

Al final, el programa se sustentaba en la travesura, tan importante siempre para generar vínculos con el espectador. Así, 'Ahí te quiero ver' era un ir y venir de tramas, algunas se mantenían durante semanas. La generación de los ochenta recuerda especialmente al amargado personaje, sacado de la España gris, que repetía aquello de "Honorato enciende la tele un rato", pero existieron muchos más. Casi tantos como la diversidad social del país.

Y siempre, en la sintonía inicial de 'Ahí te quiero ver', Rosa María Sardá descendía la icónica escalera que presidía el plató, emblema del espectáculo, mientras una rimbombante voz recalcaba: "con todos ustedes, la presentadora más excitante de la televisión mundial". Eso sí, cada semana pisaba los escalones de una manera diferente, consiguiendo que la audiencia esperara con ganas a ver cómo bajaba la escalinata en el arranque del show.  Se creaba una cita y, de paso, se desmontaba el 'postureo' de la fama antes de que se acuñara el término 'postureo', lo que era una carta de presentación redonda para definir la esencia de este programa.

Tampoco se confundía ritmo con prisa durante la emisión. El formato se tomaba su tiempo para crear un clima en cada historia. Jamás descuidaba las liturgias televisivas, de principio a final, del silencio al expresivo primer plano de reacción. Y, por supuesto, se cerraban las tramas con un buen giro en el desenlace del show. Es más, el programa intentaba guardar la coherencia y cerrar el círculo del arco 'vital' de los personajes. Prácticamente nada se quedaba a medio gas. Como consecuencia, el espectador esperaba hasta el último minuto, ya que sabía que existiría alguna perspicacia ingeniosa como colofón. El relato de todo buen formato debe caminar hacia algún objetivo narrativo. 

Por ejemplo, el final de la primera temporada fue esclarecedor. Rosa María subiendo la escalera, su escalera, para que le cortaran literalmente la cabeza después de no renovar contrato.  Sentido del humor valiente que entendimos. Aunque ahora tal vez Rosa María Sardá crea que no le entendieron. Pero esa es la tele más brillante y que más cala socialmente, la que lo evidente se entremezcla con toneladas de mensajes entre líneas.

'Ahí te quiero ver' -que se puede ver en el archivo de rtve.es- duró entre 1984 y 1987. Después, como presentadora, vendrían unas inolvidables galas de 'Los Goya' que lograron un magistral homenaje al cine español gracias a la habilidad de transformar la debilidad en virtud. No imitaba a los Oscars, no le hacía falta: es Rosa María Sardá. Una gran actriz de cine, teatro, series pero, también, una comunicadora clave en la modernización mordaz del prime time. Aquella particular televisión animó a muchos a fascinarse por el medios, algunos de esos a los que inspiró son los que salvan ahora la televisión de hoy. Véase Jordi Évole. Véase tantos. Porque se fijaron en la osadía que rompe con lo preestablecido y hasta apuesta por la ironía que confía en una sociedad imaginativamente libre. Que los tiempos de la simplificación de la realidad no la anulen.

¿Cuál será nuestro futuro, Rosa María? Lo sabe:

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