OPINION

Por qué la versión de Camina en los Premios Forqué pareció 'Noche de Fiesta' y no 'OT'

Camina en los Premios Forqué
Camina en los Premios Forqué
Camina en los Premios Forqué
Caballeros y princesas.

Una gala sobre el cine español debe brillar con el cine español. Sin embargo, los últimos Premios Forqué no se diferenciaba muy bien si se trataba de una entrega de reconocimientos o una especie de retorno puntual del Diario de Patricia, con rótulos constantes que cebaban que los concursantes de Operación Triunfo iban a actuar en una ceremonia que se supone que es un homenaje al cine. Incluso cuando se estaban agradeciendo los galardones, ahí estaba el rótulo como diciendo al espectador "no se marche, que el premiado está soltando un discurso cansino, sí, pero ahora, en nada, vienen los triunfitos".

Parecía que los chicos de Operación Triunfo eran los grandes protagonistas de la ceremonia. De hecho, al presentarlos, el propio Boris Izaguirre, presentador del acto, insinuó que era lo más esperado de la velada. Y lo decía serio. En plan cateto, alguien debió pensar que esta gala podría tener más interés con los protagonistas del fenómeno viral de TVE. Así que se les invitó y se les puso a cantar su tema Camina. Eso sí, disfrazados de gala de premios y rodeados de un cuerpo de baile con una pomposa y cargante coreografía. Había bailarinas que se ponían delante cual animadoras de público y bailarines que aparecían como doblando las sábanas de casa... Todo muy coherente con la letra del tema. Como consecuencia, con esta puesta en escena, más que OT, aquello remitía directamente a la resurrección de Noche de Fiesta de José Luis Moreno. 

Los concursantes de OT podían actuar en los Forqué, claro que sí. Pero, sin medida, se les dotó de un excesivo protagonismo que resultó incómodo para el espectador y para ellos mismos. Además, quizá para que desprendieran la elegancia que se supone a estas ceremonias, se les plantó una vestimenta que es la antítesis de lo que ha supuesto Operación Triunfo 2017: ellos de elegantes caballeros, ellas de bellas princesas. Parecía que estaban actuando en el banquete de un enlace matrimonial de los salones Bodas París en 1990. De nuevo, una puesta en escena muy José Luis Moreno. Pero la gente joven ya no viste así. Tampoco en galas así. 

Y, claro, todo chirrió en los Premios Forqué. Faltó naturalidad, sobró glamour de cartón piedra. Un evento que nació para ser una alternativa de divulgación del cine, con menos ataduras que Los Goya, y que ha terminado siendo un deslucido show de variedades, con presentaciones arcaicas que intentan quedar bien con todo el mundo y, como consecuencia, terminan haciendo desconectar a todo el mundo.

Una gala de premios de cine subirá su cuota de pantalla si propicia un espectáculo interesante. Sólo basta con crear un guion que, entremezclando corrosión y emoción, convierta en atractiva la emisión de una reunión de profesionales del cine -actores, directores, productores...- que acuden ilusionados a recoger unos premios y que pretenden disfrutar del momento.  Pero se vuelve a caer en el estereotipo de los protocolos de la elegancia de los dorados de galas de otra época que, tal vez, en España ni existieron jamás. Dejemos de reproducir clichés y abramos camino a la creatividad que no se queda en lo manido.

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