OPINION

¿Por qué 'La Voz' causa tanto furor? Claves del éxito del formato revelación de Telecinco

LA VOZ PLATO
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Ayer, por fin, cambió de ropa el jurado de La Voz. El motivo: comenzaron Las Batallas, la nueva fase del talent show de Telecinco que sigue imparable en audiencia, se mantuvo anoche en un 33,2 por ciento de share y 5.143.000 fieles.

Todo un fenómeno que ni su propia cadena se esperaba, pues este formato estuvo a punto de ser desechado por Mediaset, tras el fiasco del último OT. No obstante, el éxito de Tu cara me suena y la creación de El Número Uno en Antena 3 sacaron del cajón a este espacio que se ha convertido en el último gran emblema de Telecinco. Pero, ¿por qué ha causado tanta sensación La Voz? Analizamos nueve causas del estratosférico furor por este formato:

Uno. Televisión que no se pierde en rodeos.

Las actuaciones son cortas. Y cuando termina de cantar cada concursante dices: “venga, uno más”. Engancha ver si giran, no giran o cómo se giran los miembros del jurado. Además, en la nueva etapa del show, denominada Las Batallas, donde ya no está el morbo de la silla móvil,  se incorpora una nueva tensión: saber a quién de sus “apadrinados” desecha cada coach.

Dos. Televisión con carga emocional.

La Voz es un formato que viene ya engrasado internacionalmente. Los creadores, Talpa, conocen bien sus debilidades y fortalezas. Y, en nuestro país, han sabido adaptarse a las peculiaridades del público español. La productora Boomerang y Telecinco han aprendido de los errores del programa en otros territorios. De hecho, han logrado incorporar más emoción en cada programa. Aquí tiene más peso la emoción, que la propia música. La Voz española juega muy bien sus cartas catódicas para que el espectador no cambie de canal.

Tres. Televisión para todos los públicos.

La Voz elige canciones reconocibles. El formato no quiere ser sibarita musicalmente, los concursantes interpretan  éxitos muy populares entre la audiencia. El espectador puede cantar desde casa para, también, poder criticar desde casa. Además, el cásting intenta ser variado con talentos dispares para llegar a un amplio perfil de público comercial.

Cuatro. Televisión con sentimiento.

La Voz no se queda en eternos veredictos del jurado, prefiere mostrarnos con transparencia las dudas más humanas y los sentimientos  más cercanos de cuatro famosos que tienen el difícil reto de decidir quién es el mejor concursante del talent. Para ello, el programa sabe contextualizar con atino a cada participante: su vida, su experiencia, sus frustraciones y su familia. Y nos lo muestra: antes, durante y después de la actuación. El público empatiza rápido, para bien o para mal, con cada cantante.

Cinco. Televisión que se polariza.

La Voz ha sido el  formato que ha estrenado el nuevo mapa de competencia entre los canales: la televisión polarizada en dos grandes empresas. Ésta es otra clave de las grandes cifras de audiencia de La Voz: hemos estrenado un nuevo panorama televisivo con una TVE que está fuera de juego y dos grandes grupos fusionados. De esta forma, la noche de los miércoles sólo compiten, en realidad, dos canales fuertes. Y Telecinco hizo muy bien en adelantarse con el estreno de La Voz a Antena 3. El primer programa estuvo muy medido para enganchar a la audiencia con un producto atractivo.

Seis. Televisión sin miedo a ser popular y populista.

La Voz tiene un jurado de andar por casa. Para qué nos vamos a engañar, los coaches no son magistrales genios de la música, ni cantantes inaccesibles: son, simplemente, artistas muy queridos por el público, sobre todo Rosario y David Bisbal. Mientras, que Malú aporta un contrapunto interesante y Melendi, que ha sido la revelación del show, ha añadido un necesario criterio musical, ya que el resto del jurado son más expertos en repetir argumentos peregrinos en sus veredicto. Ole. Ole. Ole. Eres un "mostruo". Pero esto da igual, porque es televisión: funcionan las reacciones en primer plano de unas estrellas que son casi como de nuestra familia.

Siete. Televisión con presentador de nombre propio.

Jesús Vázquez ha regresado al terreno que mejor se le ha dado. Aunque en este programa, al ser grabado, recae menos peso en la figura del presentador que en un show en directo. Se notan las tablas de Vázquez: conoce bien lo que interesa a la audiencia y, también, intuye rápido cuando algo está funcionando a nivel televisivo. Tiene un protagonismo merecido en el programa. Y lo aprovecha. Y lo exprime. Y las señoras le ven como el sobrino ideal.

Ocho. Televisión que llega a la gente.

La Voz no tiene grandes alardes escénicos, ni espectaculares juegos de luces, ni piruetas de atractivos cuerpos de baile: el combate amable entre el jurado, los cantantes y sus familiares o amigos ha bastado para crear historias que despiertan el interés en la audiencia. Un formato ideal para ver y comentar desde el salón de casa. Nos contagiamos, los unos a los otros, del interés por el formato o no tendremos de qué hablar en las redes sociales o al día siguiente en el trabajo. Esa es una clave importante: es fácil apostillar todo lo que allí pasa con nuestra gente.

Nueve. Televisión sencilla de seguir.

La mecánica de La Voz es extremadamente sencilla. Te puedes incorporar en cualquier momento al programa y es imposible perderte. Ahora habrá que ver cómo funcionan las últimas galas en directo, cuando el formato deja de ser tan fácil y a nivel internacional siempre sufre un desgaste de audiencia. Aunque en España nos quedaremos hasta el final. Fijo.

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@borjateran

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