EN PERSPECTIVA

Por qué no se va a adelantar el horario del prime time en España... todavía

Mask Singer
Mask Singer, el prime time revelación de la temporada.
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El prime time español obliga a su audiencia a trasnochar. Y mucho. Los horarios de la televisión en España no concilian con los ritmos vitales del espectador. Y, de momento, parece que este anómalo modelo de televisión no va a cambiar... ¿Por qué?

La historia comenzó en los años de 'Médico de Familia'. El gran éxito de la serie de Emilio Aragón hizo que Telecinco decidiera estirar unos minutos la duración de cada capítulo para ganar una pausa publicitaria más a precio de prime time, el horario de máxima audiencia. Con esta táctica, no sólo consiguieron más publicidad: también se percataron de que la cuota de pantalla crecía al alargarse la ficción a franjas de ofertas menos competitivas en los canales rivales. Por tanto, ese tramo final hacía crecer la media de gente sentada frente al televisor que conecta con tu emisora. Jugada redonda.

Años más tarde, la desaparición de los programas de late night en abierto por la anterior crisis económica (la publicidad más floja en ese horario tardío hace supuestamente menos rentable un 'Crónicas Marcianas', por ejemplo) favoreció un cambio de modelo más radical. Se optó por llenar toda la franja de noche con prácticamente el mismo formato de televisión. Así las cadenas de televisión alcanzan tres objetivos: rentabilizar mejor sus apuestas de prime time (con más anuncios al durar más), rellenar el prime time y el posterior late night con el mismo contenido estirado (y, por tanto, a mismo coste) y, además, amplificar el share del formato en cuestión, al colarse la emisión de esta ficción o formato de entretenimiento a franjas donde hay menos competencia. 

Al mismo tiempo, esta estrategia ha obligado también a retrasar el comienzo de los programas estelares. Cada vez más tarde. De arrancar a las 9 de la noche en los comienzos de los noventa a empezar prácticamente a las once de la noche en 2020. Lejos quedan aquellos tiempos en los que TVE, por ejemplo, invertía en tres espacios diferentes para sus noches. Primero, un programa de entretenimiento, después un divulgativo y más tarde un late night. De esta forma, en los noventa y en la misma jornada se emitían tres productos complementarios. Aquí un ejemplo de La 1 de Televisión Española en los lunes de 1990: a las 21.05h, el show 'Pero, esto qué es'; a las 22.40h, 'Hablemos de Sexo'; a las 23.10,  'Documentos TV' y, finalmente, a las 12 el 'Telediario' de la medianoche. Uno detrás de otro.

Aprender de la esencia de esta dinámica de programación ayudaría a recuperar otros públicos a la televisión. Primero porque los programas son más fáciles de consumir cuando son más cortos. Como consecuencia, también son más competitivos en contenidos y, no menos importante, vuelan mejor en su segunda vida en las plataformas 'en línea'. Además, así se frenaría una fuga constante de espectadores de la televisión tradicional, ya que el público pierde interés de los espacios con mayor carga de desarrollo dramático. Porque la audiencia pierde el hilo de la historia que narra la serie, el talent o el reality, pues existe una gran parte de los espectadores que se queda dormido antes del final y luego tiene más dificultades para reengancharse, tirando la toalla y abandonando la serie o programa.

Series o shows ven como su audiencia va menguando tras el estreno. Son muchas las circunstancias que pueden afectar a esta tendencia, aunque hay un factor latente que está en el horario en el que acaba cada emisión.El comienzo de los formatos se retrasa y su duración se alarga forzosamente. Por tanto, el programa se hace más hueso, da más rodeos y existe una parte de los espectadores que desconectan. Y no vuelven. Alargamos el programa para tener más share por una cuestión matemática pero reduces la calidad del ritmo natural del show. Hasta perder fuerza. No sucede lo mismo con los grandes realities de Telecinco, que aguantan el tipo a pesar de terminar a las dos y media de la madrugada. Pero, en este caso, la diferencia estriba en que estos espectáculos fomentan una estructura de temática intercambiable. Suceden conflictos, como en el más maquiavélico culebrón, pero la audiencia no se pierde porque lo de menos es el objetivo narrativo. Todo ahora está centrado en el bucle de la crispación al que es fácil volver en cualquier instante.

En cambio, en una serie o un programa sustentado en tramas narrativas más marcadas, esta anomalía de desorden en la programación termina siendo un lastre al dificultar la fidelización a través de los hábitos y rutinas de la audiencia, detalle decisivo a la hora de cimentar la marca de cualquier canal. Más aún en los tiempos que vienen con una audiencia que se siente en posesión de tantos contenidos audiovisuales que tiene menos paciencia para esperar y quizá perder tiempo en productos que dan rodeos. Y hasta llegan tarde a su cita en la programación. 

Sin embargo, este trasnochado modelo del prime time español seguirá todavía vigente un buen tiempo. La reivindicación de los espectadores aún no será escuchada. El motivo: la crisis sanitaria a la que asistimos propicia un momento de incertidumbre que también se traslada a la estrategia de programación de las cadenas. Toca ajustar los gastos y minimizar sustos. Los grandes grupos televisivos privados no pueden afrontar una reinvención a fondo de la táctica de programación del prime time actual: supondría un riesgo en inversión y en imagen, pues incluso el titular superficial del dato de audiencia del día después podría aparentar, en algunos casos, que la cuota de pantalla disminuiría. Lo que se traduce en debilidad. Es el miedo que surge a un efecto dominó complicado de poner a prueba con un mercado publicitario en tiempos raros. Aunque, en realidad, este cambio de modus operandi del prime time hay que ir planteándoselo. Porque el porvenir de la televisión dependerá de su capacidad para ir al compás vital del espectador. O ese espectador se terminará marchando donde de verdad concilian con sus hábitos, sus rutinas, sus demandas... y sus impaciencias.

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