ANÁLISIS

Qué ha fallado en 'La Primera Pregunta', el nuevo programa de los sábados de TVE

La falta de un formato definido ha propiciado una debacle de audiencias. 

Lluis Guilera en 'La Primera Pregunta'
Lluis Guilera en 'La Primera Pregunta'
Borja Terán

Este sábado, 'La Primera Pregunta' evidenció que no funciona. En su tercera emisión y con tendencia de interés decreciente, el nuevo programa de La 1 volvió a pinchar con un pobre 4.3 por ciento de share. Ni siquiera sumó públicos al ser precedido de un encuentro de fútbol rompe-audiencias. No arrastró espectadores ni hablando de 'La Roja'. Es evidente, algo falla.

Aunque, en este caso, lo que falla era fácil de pronosticar. Se trata de una crónica de un desinterés anunciado. Porque el principal problema de 'La Primera Pregunta' está en que no atesora un formato definido. Es un batiburrillo de ideas que en otras épocas de la cadena pública ni hubieran llegado a emisión, no hubieran pasado de un programa piloto. De esos que se hacen de prueba.

De su propuesta, TVE tiene que aprender, al menos, tres factores que ha sufrido 'La Primera Pregunta' y que definen un problema general de infantilización mal entendida de muchas de las nuevas apuestas de Televisión Española en esta temporada.

1. Querer ser virales y no vitales

La función de Televisión Española es remover el sector audiovisual ofreciendo una alternativa de calidad que no se quede en los atajos del debate de polémica fácil o el anzuelo de controvertido personaje viral. Sin embargo, 'La Primera Pregunta' ha optado por ruidosos contertulios polarizados, que no aportan nada en La 1. El público que quiere ver ese tipo de debate con los mismos integrantes que aparecen en Telecinco ya tiene Telecinco. La 1 debe ofrecer una alternativa creativa o será invisible.

Y lo que es peor, por momentos, este tipo de tertulianos han esparcido bulos con temas, por ejemplo, como la 'okupación'. Y el programa no sabe contrastarlos. Los deja en el aire. Ahí estriba parte del desinterés por 'La Primera Pregunta': han dejado marcar su agenda por los argumentarios de la más extremista política teatralizada y no han sabido tratar temas que, de verdad, estén en la calle. Porque, que nadie se engañe, lo de la 'okupación' no está en la calle. Está más en otros intereses. Y, claro, la audiencia no se queda a verlo.

TVE no puede caer en esta trampa de los polos opuestos. Debe ir a los matices que dan color a la sociedad. No puede asumir que la polémica exagerada es la que va a traer audiencia a la pública. Porque no es así. El público potencial de TVE es un sector de la sociedad que se siente huérfano de televisión y que premia que la cadena pública otorgue alternativas a otros operadores.

2. Un decorado que podría ser de cualquier cosa

La puesta en escena de 'La Primera Pregunta' tampoco tiene identidad propia. Un programa de estas características necesita siempre una premisa creativa que lo distinga de lo demás y favorezca un universo especial, reconocible y distinto, que incluso sirva para crear tramas entre los protagonistas del show y los invitados. Nada de esto. Ni siquiera el decorado cuenta con una puerta para recibir a las visitas y, así, crear atmósferas con rituales televisivos que doten de algo de vistosidad a las apariciones de quien participa. 

El estudio está compuesto sólo por unos plúmbeos paneles intercambiables, que podrían servir para cualquier programa y que no llaman la atención a los televidentes que ejercitan el zapping. De fondo, un telón y a los lados una especie de grada vacía, cuando el programa ya sabía que iba a empezar en tiempos de pandemia y quizá se podía haber evitado. La escenografía proyecta, paradójicamente, una silenciosa oscuridad de perturbadora soledad. No invita a quedarte. No parece un evento social que no hay que perderse. La estética visual y sonora de 'La Primera Pregunta' es fría y los sábados la audiencia demanda esa calidez de lo acogedor.

3. La autoría

Sin un debate útil, sin una escenografía que no define un ecosistema especial para el programa y sin una premisa imaginativa que otorgue entidad al batiburrillo de contenidos (tertulia, entrevista, corazón, humor) , un espacio de estas características sólo se sostiene si cuenta con la unidad que otorga un autor carismático detrás. Lluis Guilera, el maestro de ceremonias y director de 'La Primera Pregunta', es el ilusionado presentador del espacio pero aún no transmite la seguridad de la autoría. Es normal, y la inseguridad también puede ser altamente televisiva. Se agradece que ha intentado quitarse el corsé de informativos y que, sobre todo, ha intentado jugar. Hasta creando un cebo con la loca idea de si se atreverá a bailar o no durante su programa. Como si eso interesara a alguien. Ahí está otra de las claves que parece que se olvidan en determinada tele de hoy: un gag o un objetivo narrativo debe salir de una base de guion orgánica. Bailar por bailar o subirte en la mesa por subirte en la mesa o colocar una pizarra para parodiar una pregunta que dejó una entrevistada no engancha si el espectador no conecta con una motivación detrás. Sin los contextos no se entiende lo que ocurre.

Lo mejor de 'La Primera Pregunta' y lo que más potencial tiene está en la mesa de humor final con el instinto cómico de profesionales como Pepe Colubi, Henar Álvarez y Marc Giró. Pero, de nuevo, tampoco había una escaleta que diera sustancia y, además, otorgara una meta narrativa al encuentro, decisivo en televisión. Le falta la chicha al guiso, vamos.  En 'Ilustres Ignorantes' de Movistar Plus el mismo Pepe Colubi brilla más porque no sólo va a hablar, hasta supera la excusa de un juego con preguntas y, al final, se entrega a los convidados un pintoresco regalo. Hay recorrido, hay desenlace. Hay una dinámica, hay un formato.

Los sábados por la noche es una franja complicada. Y TVE, para mejorar su influencia social desde La 1, necesita construir rutinas estructurando bien sus nuevas apuestas. Para eso, necesitará armarse de paciencia y, a la vez, no ir a rebufo de técnicas instantáneas que utilizan las privadas basándose en sus líneas editoriales e imaginario de personajes. El único camino para que el público regrese con más ímpetu a la cadena pública es osar en aportar propuestas diferentes. Sin miedo a la diferencia. TVE no es La Sexta ni tiene que serlo. TVE no es Telecinco en 2001 ni tiene que serlo. TVE debe llegar los primeros, no los últimos. Y no dejarse contaminar por las fanfarrias del titular que indigna y otorga una visibilidad volátil. Hay que indagar más en la fidelidad que logra el entretenimiento con divulgación y cierta mirada crítica. Es objetivo: los datos de audiencia y la influencia social de Televisión Española se elevan cuando hay creatividad, compromiso sosegado con la sociedad y mirada crítica. Que se lo pregunten al corrosivo 'Cachitos de Hierro y Cromo' o al emocionante 'Cuéntame cómo pasó'.

ACTUALIZACIÓN. *TVE ha cancelado 'La primera pregunta'. La decisión se ha conocido horas después de la publicación de este artículo. Ha durado 3 programas en emisión.

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