OPINION

Qué titular debe tener este artículo para que lo leas

Yolanda Ramos en 'Paquita Salas'
Yolanda Ramos en 'Paquita Salas'

Netflix se ha planteado dar la posibilidad al espectador de acelerar la velocidad de visionado de sus series o shows. El gran videoclub 'in streaming' tiene estudiado el comportamiento de sus usuarios y se ha percatado de que el público cada vez cuenta con menos paciencia. Así que mejor si sus series o películas se engullen aceleradas, para que acaben cuanto antes y puedas ver otra.

La medida ha indignado a los creadores, pues cualquier producción audiovisual posee un tono, un montaje, una cadencia que conduce al espectador hacia el clímax tal y como guionistas y directores han ideado. Si se varía la velocidad de reproducción, el planteamiento de la historia salta por los aires, los giros de suspense llegan antes de tiempo y se termina emborronando el sentido de la obra original. Se desvirtúa su concepto y el ritmo con el que se ha construido para cautivar la la sensibilidad del espectador.

El consumo del contenido audiovisual es hoy más frenético que nunca. El espectador cuenta con tantos impactos diarios, a sólo un clic en las redes sociales, que ya su paciencia es muy limitada. Hay mucho por ver, leer y escuchar desde unas plataformas que se usan con una inmediatez y una ligereza sin tregua. La prisa se apodera del acceso a las producciones online. Y todo se devalúa, se vuelve intercambiable. Si algo intuimos que no nos gusta, apenas le damos unos minutos de atención antes de buscar otra cosa que nos guste más. Pero lo peor es que esto no sólo está ocurriendo en ficción o entretenimiento, también en información. Información que se diluye entre toneladas de links.

El frenesí con el que consumimos en redes sociales propicia que el lector, oyente u espectador, a veces, ni siquiera se pare a pensar en la credibilidad de quién está detrás de tal o cual artículo. Da lo mismo. Porque, cada vez menos, se lee el contenido. Los usuarios de las redes corren el peligro de alzarse como propagadores de titulares de impacto. También tienen culpa los propios medios de comunicación, que fuerzan titulares rimbombantes para conseguir tráfico -audiencia rápida- porque, de lo contrario, pocos entran a leer. Como si, ahora, nos costara el triple pararnos a entender esa información que explica todo los contextos y no se queda en la superficie del golpe de efecto.

"Leemos más lo que nos indigna que lo que nos enriquece"

Las redes sociales está propiciando que crezcan los creyentes en vez de los lectores críticos. Que la realidad no estropee a nadie el buen titular que espera o el artículo que ofrezca al lector lo que quiere leer. Aunque sólo sea una especulación o falsedad. Así, la intensidad acaba con la profundidad. Leemos más lo que nos indigna que lo que nos enriquece y, como consecuencia, las ideologías extremas se hacen más fuertes en un constante choque de trenes desde una estación en la que el sensacionalismo campa a sus anchas. También, precisamente, entre aquellos que quieren desmentir las falsedades tóxicas.

En el furibundo ir y venir del tráfico viral triunfan más aquellas informaciones que buscan que pinches (las famosas técnicas de clickbait) desde el cabreo o el drama en lugar de que pienses. Y, de este modo, nos quedamos a medias a la hora de explicar lo que sucede a nuestro alrededor. Elegimos el arrebato y el titular tramposo, no la verdad argumentada y bien digerida.

Si ficción e información se aceleran y sesgan para sobrevivir en un mundo que ya no espera a nadie, entonces... ¿qué titular debe tener este artículo para que lo lea alguien en el estrés de la viralidad? Afrontamos una época donde mandan los estímulos superfluos de los que es difícil escapar. Los titulares que ofenden ganan, la información contrastada pierde. Habrá que volver a incidir en herramientas, ya desde las escuelas, para consumir todo el caudal de contenidos audiovisuales de una manera más aguda y, sobre todo, aprendiendo a luchar contra la impaciencia que nos estanca en la superficialidad de usar y tirar y desconecta de la argumentación reposada y constructiva. Y así pasamos de puntillas por el tiempo que vivimos, donde (casi) nada es memorable, donde triunfa el ruido volátil.

@borjateran

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