OPINION

Risto Mejide: lo que ha logrado en Cuatro (más allá de la audiencia tradicional)

Risto Mejide en Cuatro
Risto Mejide en Cuatro
Risto Mejide en Cuatro
Risto Mejide tocándose la oreja. Tal vez esté mandando un saludo a alguien.

Las segundas partes existen. Al menos en los medios de comunicación. Y Risto Mejide está viviendo su propia secuela con la segunda versión de El Chester, un programa que ha sabido reinventarse y adaptarse al contexto de una cadena que necesita más dosis de influencia, Cuatro.

Era complicado, pues el formato original del Chester, Viajando con Chester, era bastante redondo: nombres de primera línea charlando en un sofá -un sofá tipo chester, claro- que estaba tapizado para la ocasión a tono con el invitado y, además, situado en una localización real icónica, también a tono con el entrevistado. Estos ingredientes, fusionados, conformaban una premisa televisiva contundente, transformando una  entrevista cordial en todo un acontecimiento televisivo.

Y en este viaje -con chester o sin chester-, Risto ha ido creciendo, dejando de ser personaje a ojos del espectador para ser él mismo, él mismo con todas las consecuencias. No es periodista, ni quiere serlo, pero sí está demostrando ser un buen observador de la sociedad actual. Porque, al final, en eso se ha transformado el Chester: en un programa que ha bajado de las altas esferas de personalidades rimbombantes para acercarse, en cierto sentido, a realidades emocionales más cotidianas.

El Chester ya no necesita salir de un plató (lástima) y acudir a "marcos incomparables" con el invitado (lástima). Ahora al Chester le basta con un primer plano del invitado, que replica a un Risto tan atento como auténtico. Un Risto inteligente: sabe mirar, sabe callar, sabe escuchar.

Al final, el Chester ya es una marca por encima del convidado que acude a la cita. Es más, es una marca por encima de las audiencias tradicionales, que son importantes, pero no son lo único importante. Si un programa no genera cierta repercusión y conversación social, más allá del dato de los audímetros, ya no es tan poderoso como antaño. Es invisible.

Chester -que ha terminado temporada esta noche con el capítulo Chester Olé- ha ido fidelizando audiencias tradicionales y emocionales, asegurándose su retorno a un Cuatro que necesita más Chesters, más programas que no se parezcan ni a Telecinco ni a nadie.

Más programas que comprendan la importancia de crear una marca diferenciada. Una marca moderna, audaz y crítica que mira a su tiempo sin quedarse en la superficie y se reinventa para seguir creciendo. Y eso Risto Mejide lo trae de fábrica, porque como buen publicista intenta dar el giro a lo predecible en una televisión demasiado predecible y, lo que es peor, sin demasiado margen de tiempo para asentar programas que quieren dejar de ser predecibles. El Chester ha logrado superar ese hándicap en Cuatro. Al menos, un poquito.

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